
Que nadie se haga ilusiones, el título de este artículo es simplemente una pregunta retórica, no tengo ni la más remota idea de cómo hacerlo.
El hecho es que todos los años se informa que en septiembre se incrementan los divorcios a causa de la convivencia estival entre las parejas. El resto del año, por mor del trabajo, la gente apenas se ve y eso ayuda a mantener la ficción matrimonial. Pero en verano…
Y el problema no es que tus amigos tengan que aguantar a sus esposas, el problema es que, muy a menudo, uno debe aguantarlas también. Ellas sonríen ocultando que te detestan y tú sonríes también fingiendo que te caen bien y que siguen pareciéndote jóvenes y divertidas aunque empiecen a ser viejas amargadas, sin embargo las corrientes de fondo, la hostilidad larvada, se acumula como hiel tras cada sonrisa, cada cumplido, cada arabesco social.
Si hay o ha habido atracción mutua sin consumar (cosa no tan rara) la hostilidad se agrava, y la incomodidad empeora si el marido ha tenido alguna sospecha. Si se ha alcanzado la consumación el odio se multiplica, aunque se disimula mucho mejor: más indiferencia, trato más versallesco, pero latente mordacidad que fluye entre indirectas crueles y miradas sanguinarias o gélidas…y, claro, si el marido sospecha o sabe…eso no mejora en absoluto el ambiente.
Pero en cualquier caso, si no ha habido atracción ni consumación sino simple indiferencia, la presencia de las esposas de los amigos nunca deja de ser molesta. Están las que te detestan porque eres el amigote solterón que lleva por malos caminos a su marido, las que no calibran bien al alcance de sus potestades y tratan de someterte a su dominio como extensión del que han establecido sobre sus cónyuges, las que siempre consideran excesiva tu amistad con su pareja y extemporánea cualquier visita o cita…Pero las peores son las que se suman a las salidas nocturnas para controlar a sus sometidos esposos y se las dan de colegas simpáticas y divertidas. Estas últimas representan la extensión de esas novias adolescentes que se empeñan en sumarse a la pandilla de amigos de su novio hasta destruirla por completo con sus malas mañas, sus caprichos, sus celos y sus exigencias de prima donna y princesita de papá malcriada.
En verano no solo los casados sufren teniendo que aguantar a sus esposas, los amigos, también…y no hay modo humano de divorciarse de las dominantes, entrometidas, caprichosas, odiosas, histéricas, malcriadas y, solo en ocasiones, deseables esposas de nuestros amigos…El único remedio que queda es dejar de tratarlos en junio y retomar la amistad en septiembre. Con un poco de suerte, para entonces ya han decidido divorciarse, aunque eso tampoco trae nada bueno…los casados no aprenden, suelen ser reincidentes, y tienes que acabar soportando a sus nuevas mujeres y a sus ex encabronadas.
Mal asunto un amigo casado. Por cierto chicas (esposas de amigos) si leéis esto…¡que os den! Ya iba siendo hora de permitirme un pequeño desahogo.
© Fernando Busto de la Vega.