
A menudo miramos sin ver, sin percatarnos del verdadero significado de lo que tenemos delante, su dimensión histórica y cultural. Eso suele conducir a posicionamientos adánicos y opiniones sin fundamento, sobre todo en lo referente a nuestra datación como pueblo, como unidad cultural que se remonta, le guste o no a los enemigos de España, a lo más remoto.
En ese sentido, esos pueblos blancos de Andalucía, con sus olivares y extensos viñedos permanecen, con las propias variaciones del tiempo, inalterables desde hace tres mil años y son una continuación lógica y persistente del paisaje y la economía que los fenicios, y después de ellos los cartagineses, introdujeron en el sur de España como prolongación de la geopolítica y cultura de Mesopotamia, Egipto y Asia Menor.
La arqueología ha demostrado que después de la decadencia de la avanzada cultura megalítica que definió a la Andalucía previa se había desarrollado en el territorio una civilización ganadera (que engendró en la mitología los famosos bueyes de Gerión) y relativamente atrasada que cambió por completo con la llegada de los fenicios que no fueron tanto invasores como colonos apreciados y favorecidos por los poderes locales enriquecidos con su comercio y con su necesidad de metales para exportar a oriente.
Fue así como los fenicios se establecieron masivamente en el sur de España introduciendo por un lado su universo económico: a ellos se debe el inicio de la explotación de las minas andaluzas, la extensión de los olivares y viñedos, la llegada de las gallinas y los burros, entre otros productos que cambiaron y modelaron el paisaje y la economía hasta nuestros días.

También a ellos se debe la fundación de la ciudad más antigua de Europa, Cádiz, y la de un modelo urbano: amurallado, arriscado en alcores, con casas blancas de una o dos alturas con los templos (convertidos en nuestros días en santuarios cristianos y entonces dedicados a Baal o Astarté) en las alturas dominando el paisaje que cualquiera puede contemplar hoy en día si transita Andalucía desde Cádiz a Málaga pasando por Córdoba y Jaén.

Es cierto que las etapas subsiguientes: tartesios, cartagineses, turdetanos, romanos, visigodos, árabes y cristianos reconquistadores mantenían una base económica y cultural similar, que permitió la perpetuación de esos paisajes y usos fenicios hasta nuestros días.
Pero cualquier fenicio de hace dos mil seiscientos años que pasease hoy por Andalucía reconocería el espíritu básico y esencial del paisaje y la geografía que recorría. Es bueno saberlo y tenerlo en cuenta.
Tenemos que reconocernos en nuestro presente y en nuestro futuro, pero siendo muy conscientes de nuestro pasado.
© Fernando Busto de la Vega.