Monthly Archives: Feb 2022

LA GUERRA COMIENZA AHORA

Por razones biográficas que no voy a detallar aquí (pertenecen a un periodo que espero mis futuros biógrafos denominen “años oscuros” o “años perdidos”, de los que no encontrarán demasiada información y que conforman mi más preciado capital formativo) conozco relativamente bien a los spetsnaz y a los combatientes chechenos (es cierto que no directamente a los llamados kadyrovtsy) y puedo asegurar que, si en estos momentos fuera uno de los defensores de Kiev estaría a la par aterrorizado y confiado en la victoria.

Es cierto que ambos grupos, las fuerzas especiales rusas y los mercenarios islamistas chechenos, son enemigos terribles: muy bien entrenados, con un valor a prueba de bombas (nunca mejor dicho) y absolutamente feroces y acostumbrados a usar el terror como arma de guerra. Es cierto, también, que apoyados por tanques, helicópteros, aviones y misiles su misión a la hora de conquistar ciudades se facilita grandemente. Pero también es verdad que una cosa es el avance rápido de un poderoso ejército moderno que apoyado en la supremacía aérea y los misiles hace avanzar rápidamente sus columnas de tanques y blindados por amplias carreteras y otra, muy distinta, conquistar una ciudad. Ni los israelíes pudieron tomar Beirut en 1982 ni los propios rusos Grozny en 1995.

Insisto en que yo estaría aterrado si tuviera que defender Kiev en estas circunstancias y enfrentándome a spetsnaz y kadyrovtsy, pero también esperanzado. La guerra en Ucrania, si los ucranianos lo desean, empieza ahora. Una fuerza relativamente pequeña, que pueda asegurar suministros desde el exterior (y esto será lo más difícil) y dispuesta a combatir calle por calle, casa por casa, piso por piso, a llegar al cuerpo a cuerpo (al arma blanca y las manos desnudas) es capaz de enquistar la guerra, de frenar a la maquinaria militar rusa, de llegar, incluso, a vencer. La ciudad será destruida (pero puede reconstruirse mejor y más moderna), la población que no logre huir pagará un precio altísimo, horrible, pero la independencia nacional, el verdadero e insobornable bien buscado, se alcanzaría y con visos de infinito. Cuando combates contra un tigre y le vences, es difícil que ese mismo tigre u otros quieran arriesgarse a un nuevo encuentro. El dolor, la destrucción y la sangre son a menudo el precio de la libertad. Hay que pagarlo.

Por supuesto, que spetnaz y kadyrovtsy son unidades bien entrenadas, expertas y con excelente armamento, pero no son invencibles. Del mismo modo que el pueblo de Zaragoza pudo frenar, ya en el Coso, a los polacos y franceses de Napoleón que habían penetrado en la ciudad con banderas negras y tocando a degüello, consiguiendo una hazaña que nadie había logrado antes (frenar un asalto de tropas profesionales que ya habían penetrado en una ciudad defendida solo por civiles) los ucranianos pueden llegar a vencer a las fuerzas especiales rusas y a los mercenarios islamistas chechenos. Son fieros, pero no inmortales…Y, por cierto, que los Inmortales también fueron derrotados en las Termópilas.

En cuanto a las potencias occidentales, una pequeña reflexión: mirar hacia otro lado no sirvió con Hitler; las sanciones económicas no han derribado el régimen de Cuba después de sesenta años ni lograron tumbar a Sadam Hussein ni a Gadafi. Si la antigua Roma hubiera actuado como la OTAN o la UE no solo no hubiera creado un imperio, sino que ni siquiera la recordaríamos, habría sido una aldea borrada de la Historia. Claro que Roma formaba hombres fuertes y conscientes de sus deberes y obligaciones mientras que los regímenes liberales solo forman niñatos hedonistas y débiles. Europa va a perder esta guerra (y desaparecer) por su propia decadencia moral. Hay que empezar a identificar las causas de la misma y eliminarlas a toda prisa, si queremos sobrevivir al siglo XXI, cosa que parece a todas luces casi imposible. Nosotros tenemos nuestra propia Kiev que defender y reconquistar frente a los enemigos internos. La guerra comienza, también para nosotros, ahora.

© Fernando Busto de la Vega

UCRANIA Y EL FRENTE INTERIOR ESPAÑOL

Es triste, pero representa un deber moral inexcusable, tener que escribir esta entrada.

Me despierto este 24 de febrero de 2022 con la noticia de que Rusia ha invadido finalmente Ucrania. Podría parecer que desde mi posición (la ciudad de Zaragoza en España) el asunto es lejano y poco amenazador. Por desgracia, nada más lejos de la realidad. No se trata solo de que España pertenezca a la OTAN, lo que la sitúa de lleno en el interior del conflicto, ni de que la pista de aterrizaje del aeropuerto zaragozano sea una de las más largas de Europa y permanezca desde los ochenta al alcance de los misiles nucleares rusos y constituida como uno de sus objetivos, lo que, obviamente, dadas las circunstancias, resulta poco tranquilizador. Hay más y mucho más perturbador.

La cosa viene de lejos, del llamado Contubernio de Múnich en 1962. Fue este una reunión de fuerzas políticas españolas procedentes del exilio y del interior, durante la dictadura de Franco, para organizar un escenario democrático posterior. El evento, dentro del IV Congreso del Movimiento Europeo, estuvo pilotado por los amos estadounidenses, ansiosos de reducir a España a la ortodoxia que habían impuesto en Europa occidental: la implantación de un sistema liberal-parlamentario al uso anglosajón y lo más débil posible. Ya dijo Churchill que los vencedores de la II Guerra Mundial, las potencias anglosajonas en primer término, deseaban una España débil. De ahí que se determinase un modelo de Estado tendente a lo federal, el autonómico consagrado en la Constitución de 1978, para enquistar los caciquismos a los que aludíamos en el artículo anterior y mantener a España en riesgo cierto de implosión. En ese marco, se admitió dentro del “contubernio” a los nacionalistas vascos (que habían colaborado con la CIA incluso antes de que se formara, cuando todavía era la OSS) y a los catalanes, que se las daban de dóciles democristianos afines a las innovaciones del Concilio Vaticano II.

Pero la política de integración y contentamiento de ambos nacionalismos, especialmente del catalán, por parte de los Estados Unidos tenía otras motivaciones de carácter estratégico en medio de la Guerra Fría. Se estimaba entonces que el desequilibrio de fuerzas militares, especialmente terrestres, permitiría a la Unión Soviética, si lanzaba un ataque masivo contra Europa occidental, alcanzar el Atlántico en menos de una semana y, entonces, solo los Pirineos podrían contenerlos permitiendo un último escalón de defensa en la península ibérica. Por ese motivo, la URSS, como previamente hizo Hitler, cortejaba a los nacionalismos pirenaicos (vascos, catalanes) con el fin de debilitar a España y de lograr, mediante revueltas independentistas al sur de los Pirineos, líneas seguras de acceso al sur de la cordillera que le permitieran franquear con facilidad la hipotética barrera militar allí establecida. Los Estados Unidos buscaban evitar este escenario protegiendo ellos mismos a dichos nacionalismos que, además, contribuían al ansiado debilitamiento de España.

La URSS cayó, pero los planes estratégicos rusos se perpetúan mientras que España mantiene su alianza-vasallaje con los Estados Unidos a través de la OTAN. Consecuentemente, el problema del frente interior a sueldo de los servicios secretos rusos que representan los independentistas pirenaicos, especialmente en estos días los catalanes, persiste.

No se trata de una fantasía, lo constató el Parlamento Europeo el otoño pasado en el seno de la investigación de una comisión parlamentaria que se ocupaba de las injerencias rusas para desestabilizar a países de la Europa Occidental integrados en la OTAN. El New York Times, por su parte, informaba de los viajes de José Luis Aloy, jefe de gabinete del golpista huido Carlos Puigdemont, a Rusia en 2019 y 2020 para entrevistarse con el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Oleg Syromolotov, responsable de los servicios secretos de aquel país, y de la financiación recibida del magnate cercano al Kremlin Alexander Dmitrenko. Más aún: investigaciones judiciales españolas sobre el intento de golpe independentista en Barcelona y otras ciudades de lo que no debemos seguir llamando Cataluña sino Aragón Oriental, constataron la presencia de agentes secretos rusos durante el ilegal y manipulado referendum del 1 de octubre de 2017 (especialmente Denis Sergeev) y del apoyo de hackers y bots rusos a la maniobra denominada Tsunami Democratic, así como remesas de dinero remitido, mediante intermediarios, desde Moscú. Se sabe también que otro miembro del círculo de Carlos Puigdemón, Víctor Terradellas estuvo en contacto con uno de los consejeros de Putin, Serguei Markov…

Lo anterior son solo unos pocos datos de los muchos que podrían enunciarse. Eso sin contar las relaciones del independentismo catalán con los servicios secretos marroquíes y otros que buscan la desmembración de España.

Hemos comprobado que en su discurso para justificar la invasión de Ucrania, Putin reclama la “autodeterminación de los pueblos” y sabemos cómo pueden utilizar esa declaración moscovita los independentistas a sueldo del Kremlin ( no hay que olvidar a este respecto que en España hay un solo pueblo: el español, lo demás son alharacas de caciques corruptos a los que se ha permitido prosperar bajo el régimen liberal-parlamentario cuasi federal que impusieron los Estados Unidos en colaboración con la República Federal Alemana).

Resumiendo: que la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha abierto en España un frente interior en el Aragón Oriental, mal llamado Cataluña. Eso genera dos preguntas. La primera: ¿Está el actual Gobierno español en posición de anular y desgajar definitivamente ese frente interior a sueldo de nuestros enemigos extranjeros y compuesto íntegramente por traidores corruptos? y la segunda, mucho más inquietante: ¿podría hacerlo el régimen de 1978, independientemente del gobierno en el poder y de su aritmética parlamentaria, nacido expresamente para permitir el fortalecimiento de los mismos y propiciar la disolución de España a medio plazo, cosa que ya está ocurriendo?…Lo que conduce a una tercera: ¿debemos seguir manteniéndonos en la ortodoxia impuesta por los Estados Unidos o va siendo hora de salirnos del tiesto y establecer un nuevo régimen pensado para el fortalecimiento y perpetuación de España?

No responderé por el momento a estas preguntas. Estoy aún sin desayunar. Pero era moralmente obligado plantearlas.

© Fernando Busto de la vega

EL ZOMBI DE JOAQUÍN COSTA

A estas alturas del baile, escribo en febrero de 2022, parece ya fuera de toda discusión que el régimen de 1978 se encuentra en descomposición. No asistimos, a mi modo de ver, a una crisis metamórfica, un espasmo que permitirá una renovación y una adaptación para la supervivencia, sino terminal. Y el gran peligro es que no atisbamos alternativa alguna. La crisis terminal del régimen de 1978 amenaza muy seriamente con convertir a España en un Estado fallido.

En estos momentos, asistiendo a las convulsiones del Partido Popular, podemos percatarnos de algunas de las causas subrepticias que conducen a dicho colapso. Si afinamos bien la observación y no nos dejamos llevar por el apasionamiento o por las ruidosas contorsiones del espectáculo público que nos ofrecen, seremos capaces de abordar una diagnosis en profundidad que, más allá de la coyuntura, nos mostrará la estructura subyacente. El verdadero problema de fondo.

Bien, para no alargarnos innecesariamente: el liderazgo partidista de Pablo Casado se hunde irremediablemente en el tumulto de las facciones (nada que no se viera en el directo antecedente del actual régimen, en el de 1876, cuando llevaba un recorrido temporal más o menos similar al actual y que podemos conceptuar casi como determinismo biológico) y, para sobrevivir, el partido busca un cirujano de hierro (utilizo deliberadamente esta expresión costista) que establezca un nuevo liderazgo indiscutido.

Para ello se recurre a un caudillo regional, el presidente autonómico de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, que ha revalidado cuatro mayorías absolutas y permanece al frente de la Xunta desde el año 2009 habiendo evitado con éxito la implantación de Ciudadanos y de Vox en el parlamento autonómico. Sede parlamentaria en la que el PP mantiene la mayoría desde 1990, más de treinta años ya.

A nadie se le oculta que dicha estabilidad y pertinacia trasciende lo ideológico y lo sociológico para instalarse abiertamente en lo clientelar. El PP se mantiene en Galicia al modo del siglo XIX, con un caciquismo comarcal y local que tiende redes clientelares en todo incompatibles con una moderna democracia. Habría que ver el modo en que Núñez Feijoo, en caso de consolidar su liderazgo al frente del PP, trasvasaría su exitoso modelo al resto de España. Es cierto que existen territorios (no señalaré cuales) que experimentan penetración radicular y caciquil del PP similar a la de Galicia, lo que le facilitará, como a sus antecesores, la consolidación electoral. Sin embargo, en otros territorios será complicado tejer dichas redes clientelares con la rapidez necesaria.

Pero decir esto es solo parte del diagnóstico. El problema no son la redes caciquiles y clientelares tejidas por el Partido Popular en determinadas zonas de España. El verdadero problema reside en que este mismo sistema se reproduce en todo el Estado. De hecho, los diversos independentismos en Cataluña, Vascongadas, Baleares y otros lugares no son otra cosa que la implementación pública de los caciquismos locales y sus redes clientelares.

España sigue bajo la dictadura de los caciques, algunos de los cuales, como siempre sucede en los momentos de descomposición nacional, aspiran a la independencia. Las taifas conducen, indefectiblemente, a la disgregación. Nada ha cambiado en la estructura social, política y económica de España desde 1876 y por ello los problemas del pasado se reproducen y se reproducirán en un bucle vicioso y autodestructivo.

La regeneración por la que clamaba Joaquín Costa nunca se produjo (aunque muchos, especialmente las dictaduras encargadas de gestionar el continuismo de los caciques de siempre, clamasen por ella como argumento propagandístico) y seguimos necesitándola, ahora más que nunca.

Podemos decir que Joaquín Costa ha muerto (en 1936, no en 1911) y que sigue deambulando por el paisaje crepuscular de la España en descomposición, en pronunciada cuesta abajo hacia su condición de Estado fallido, a guisa de zombi, rugiendo sus consignas sin poder articularlas en adecuados discursos. Habla, pero ya en un idioma desconocido.

España, amigos, se va por el sumidero de la Historia. Disfrutadlo.

© Fernando Busto de la Vega

BASHO, ESE TURISTA

Cuando uno acaba comprendiendo que Matsuo Basho era un simple turista, todo cambia.

Tanto la exagerada fascinación, rayana en la impostura y la fabulación, de los primeros traductores del poeta japonés al español, procedente en cualquier caso de la que le transmitieron sus asociados nipones, como el hecho comprobado que desde 1679, a los treinta y cinco años, se convirtiera en “laico consagrado” del zen, suelen inducirnos a error. Consideramos fruto del desapego lo que no es sino frivolidad.

No estoy diciendo con esto que sea mal poeta y mucho menos me sumo a las acusaciones de mediocridad de un experto como Masaoka Shiki que, a mi juicio, comprendió la obra de Basho todavía menos que los traductores occidentales, queriendo ver en ella lo que nunca existió (una voluntad de innovación) y cerrándose en un exagerado concepto formalista.

Basho, como todos, simplemente era producto de su tiempo y su tiempo, la estricta dictadura Tokuwaga, tendía, como todas las dictaduras, a la irrelevancia moral. Uno no se hacía preguntas trascendentes, simplemente aceptaba la verdad oficial y dialogaba con ella sin excesivas complejidades, sin cuestionarla. Las cosas eran como eran, y punto. El estado anterior, el desorden y la guerra, era peor. Eso no podía cuestionarse. Y, de hecho, solo lo cuestionaron los cañones del comodoro Perry en 1854.

Un ejemplo inmejorable de esa frivolidad (que no critico, tan solo describo) de Basho y su poesía, esa condición de turista (y solo pondré uno para no alargar esta entrada, el tema daría para un extenso libro y es mejor no alargarlo demasiado aquí) lo tenemos en el libro Nozarashi Kikô ( Diario de Una Calavera a la Intemperie) en el que podemos leer: “Caminaba junto al río Fuji cuando encontré a un niño de apenas dos años abandonado. Lloraba desconsoladamente (…)bajo el frío viento de otoño el niño me hizo recordar al trébol, que cae de noche y se marchita cuando amanece. Bajé mis mangas en señal de duelo, le eché un poco de comida y pensé, al pasar junto a él:

Los que se compadecen de los monos ¿cómo se comportarán con este niño en el viento de otoño?”

Viene después un párrafo de lamento y conformidad sangrientamente estoica que concluye: ” Esto es algo que te viene del cielo y solo puedo llorar por tu destino” para pasar de inmediato a comentar: “El día que íbamos a cruzar el río Oi, estuvo lloviendo sin pausa” e insertar un poema sobre sus amigos de Edo, ansiosos por su regreso y preocupados por el peligroso tránsito de la corriente fluvial.

El niño abandonado se convierte así en una simple anécdota lacrimógena y dramática con que adornar un viaje por provincias, más o menos al modo moderno en que ciertas “influencers” que se benefician no cuestionando el mundo establecido y el poder que lo rige, se hacen fotos con niños desnutridos y miserables de los países tercermundistas que visitan. Es el mismo espíritu frívolo y conformista. El mismo actuar hacia la galería de los favorecidos por el régimen.

Sí, definitivamente, Basho era un turista y un “influencer” de su época. No lo critico, pero comprenderlo lo cambia todo. Es así.

© Fernando Busto de la Vega

SOBRE FELIPE TRIGO Y LAS MIXTIFICACIONES DE LA GAUCHE DIVINE

Al analizar la cultura española del siglo XX solemos recurrir al sencillo lugar común de considerar culpable de todo lo malo a la dictadura franquista. No seré yo quien la defienda, pero resulta imprescindible ampliar perspectivas y modificar inercias de origen político y propagandístico para llegar a comprender adecuadamente el periodo y las causas que nos han conducido paulatinamente a la decadencia cultural y literaria. Y, a menudo, se pasa por alto el pésimo papel que la “Gauche Divine” y sus tejemanejes empresariales artístico-culturales basados en la mentalidad paleta, acomplejada y antiespañola de sus integrantes, procedentes en su inmensa mayoría de la burguesía barcelonesa y en su totalidad asimilados a sus premisas ideológicas, han jugado en el devenir cultural, y especialmente literario, español.

En efecto, la emergencia de Barcelona como potencia editorial e icono de modernidad especialmente durante el franquismo y siempre bajo la égida de la burguesía catalana, tan acomplejada de su subsidiariedad en el ámbito nacional como ávida de cobrar un protagonismo con marchamo de “modernidad” y “europeísmo”, supuso una catástrofe terminal para la literatura y otros ámbitos artísticos. Soy consciente de que muchos se horrorizarán ante esta heterodoxa afirmación y tratarán de esgrimir en mi contra los supuestos éxitos y logros de esa “Gauche Divine” aludiendo desde el “boom” latinoamericano (fenómeno sobredimensionado y, en general, carente de interés, aunque nos vendan lo contrario y en otras entradas exploraremos más a fondo el asunto) hasta autores como Eduardo Mendoza o Juan Marsé (uno de los pocos surgidos de ese maremágnum a quien respeto) tildándome, además, de ignorante. No discutiré con ellos, no merece la pena. Me limitaré a decir, y con toda la malévola guasa de la cita y su contexto histórico-político: “ladran, luego cabalgamos”.

Uno de los desaguisados causados por el auge de esa tan bien financiada como hábil autopropagandista generación barcelonesa es el olvido de Felipe Trigo, uno de los más relevantes y mejores escritores del siglo XX en España. Cierto que las dictaduras de Primo de Rivera y Franco ejercieron un papel decisivo y pionero en escamotear su obra (radicalmente crítica con el caciquismo y eróticamente inasumible por la hipocresía nacionalcatólica), pero no debemos olvidar que, precisamente, los retoños de la Gauche Divine procedían de esa misma burguesía caciquil que Trigo criticaba y que ejercitaban esa misma hipocresía, revistiendo de modernidad y progresismo sus propios excesos vitales al tiempo que criticaban desde el severo puritanismo marxista los ajenos. Pero, sobre todo, eran víctimas de sus propias carencias e ignorancias. De sus propias perspectivas geográficas. No conocieron, y sobre todo, no reconocieron a Trigo porque las generaciones anteriores se lo ocultaron y no lo apreciaron por su “madrileñismo centralista”. Don Felipe era extremeño (luego charnego, no nos engañemos) y triunfó en el ámbito cultural de la capital, de modo que no convenía a la proyección ideológica que desde el complejo de inferioridad catalanista alentaba a aquellos vástagos díscolos de la burguesía catalana. Además, la moda demagógica del momento era el marxismo-leninismo cuando no el maoísmo y Felipe Trigo había deambulado a lo largo de su vida desde el socialismo militante hacia el reformismo radical vinculado a Melquiades Álvarez, no resultaba, por lo tanto, buen ejemplo, era preferible postergarlo.

De hecho, el mayor y tardío esfuerzo por recuperar su figura, ya en los años ochenta del siglo XX, procedió de un cineasta castellano y marcadamente castellanista, Giménez-Rico, que adaptó en 1987 la novela Jarrapellejos llevándola al Festival de Berlín. Pero el intento no dejó de ser un fuego de artificio a causa de la indiferencia que la hegemonía cultural y literaria alcanzada en esas fechas por la ficción ideológico-cultural creada por el éxito empresarial de la Gauche Divine en España y fuera de ella, había generado un sesgo que seguía manteniendo la marginalidad esencial de Felipe Trigo en cuanto figura literaria.

Sin embargo, desde estas páginas, consciente y abiertamente combativas y heterodoxas, queremos (para mejor decir: yo, Fernando Busto de la Vega, quiero) no solo reivindicar la figura de este autor sino también su absoluta centralidad en la historia literaria española e hispano americana cuyo relato ha de modificarse en este siglo XXI perfilando y opacando el excesivo peso que el citado éxito de la Gauche Divine ha adquirido en el viciado sesgo que constituye el relato histórico de la literatura, el arte y la cultura española del siglo XX. Hay que rectificar y es preciso establecer un nuevo canon y una doxología completamente distinta. Hemos de adorar nuevos dioses hoy olvidados y postergados, y derribar a los ídolos de barro que nos ofrecen como totems intocables.

Desgraciadamente, esta entrada está ya prolongándose demasiado y será preciso posponer el análisis de la obra y personalidad de Felipe Trigo para otra ocasión. Hasta entonces, y jamás creí que pronunciaría frase semejante, ¡a cascarla, Boccaccio!

© Fernando Busto de la Vega