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EL CID, HÉCTOR…MASCULINIDAD REIVINDICADA

Uno de los grandes problemas de las feministas, especialmente las protestantes germánicas y anglosajonas (que es de donde surge esta ideología impregnada del supremacismo propio de esa gente), es la total falta de cultura y las muy evidentes limitaciones intelectuales, que unidas a los devastadores efectos psíquicos de su educación bíblica y puritana, causa estragos en sus mentes, sus nervios y sus planteamientos dogmáticos.

Si a eso añadimos, como ya hemos explicado en otros artículos, la pulsión lésbica y el ansia de seducir jovencitas apartándolas de la competencia natural, y la alianza con todo ese universo vario, complejo y artificialmente sobredimensionado del mariconismo, comprenderemos mejor la reluctancia del feminismo y sus aliades contra la masculinidad, que suelen tildar de tóxica.

El problema de este movimiento supremacista, intolerante y abismado en la indigencia intelectual, es su falta de lecturas, de referentes clásicos y de conocimiento histórico.

Cuando estas individuas e “individues” hablan de masculinidad, y le añaden el epíteto denigrante y sempiterno de “tóxica” para criminalizar a sus enemigos, deshumanizarlos y llevarlos al matadero de un modo u otro piensan en las películas de Clint Eastwood, que es hasta donde alcanza su bagaje cultural y su profundidad intelectual. No dan para más.

Desde aquí, y sin profundizar (podría escribir un libro largo lleno de ejemplos y conclusiones) solo quiero poner dos ejemplos de masculinidad indiscutible y deseable (estaría bien que a los chicos se les educara desde niños para ser hombres y no nenazas llenas de conflictos psicológicos a las que ningunear y mangonear desde las instituciones parasitadas por el feminismo) que distan de la toxicidad y que por sí solos rebaten la pedante, constante y opiácea propaganda de esas individuas/es.

Uno es Héctor (héroe troyano de la Ilíada, libro que no se lee en los institutos o tan apenas) y esa escena en la que ya revestido de todas sus armas y preparado para salir a la batalla, se encuentra con su hijo al que llevan a comer. El niño, al verlo con la coraza y el yelmo se asusta y llora. Él, sonriendo, se quita el yelmo y se sienta a comer con el niño, que se coloca en las rodillas y al que, lleno de cariño, le reserva el tuétano de los huesos…Acabada la comida, sale al campo dispuesto a matar y morir con el valor y la agresividad que son inseparables del héroe y la masculinidad entre cuyas obligaciones morales está la de la defensa y protección del grupo. Un hombre que no es capaz de defender a su mujer, su madre y sus hijos no es nada.

El otro es el Cid, capaz de llorar al abandonar exiliado el monasterio de Cardeña, donde deja a su mujer y sus hijas, o, ya en Valencia, subirlas a una torre para que vean cómo se gana el pan, combatiendo duramente contra la morisma.

Yo no me reconozco en las películas de Clint Eastwood ni en las caricaturas denigratorias de las feministas, pero jamás renunciaré a ser como Héctor o el Cid y a defender ese modelo de masculinidad que hizo la civilización y la mantiene.

© Fernando Busto de la Vega.

LO DE VINICIUS

VINICIUS, OBSÉRVESE LA PROPAGANDA DE UNOS ESTADOS ISLAMISTAS DE IDEOLOGÍA TEOCRÁTICA Y MEDIEVAL QUE LLEVA EN LA CAMISETA.

La impostura y la hipocresía son los grandes males del siglo XXI, aquellos que nos conducen de cabeza a la implosión de la civilización.

Analicemos desapasionadamente el asunto de ese futbolista al que los miembros de la hinchada rival han insultado por el mero hecho de ser negro (un negro del equipo contrario). La cosa puede parecer simple, pero cuando reparamos en ella sin la agitación tumultuaria del momento nos remite a otros niveles que se obvian interesadamente. En primer lugar, todos los Estados favorecen un deporte embrutecedor y de escaso calado moral e intelectual como es el fútbol por motivos económicos y de control social. El problema no es el racismo, sino el fútbol y el papel de válvula de escape para la violencia contenida de una plebe desesperanzada, sin futuro y sin educación que cumple permitiendo la permanencia de regímenes ineficaces e injustos tanto en el primer mundo como en el tercero. Así las cosas, conviene la aparición regular de escándalos avivados artificialmente para hacer demagogia e imponer la ideología dominante en un juego oculto de dominación y asentamiento de las oligarquías. De ahí que cualquier cosa pueda y deba ser usada demagógicamente. En ese sentido el arrebato hipócrita y puritano de Lula da Silva y la agitación interesada en Brasil y los países anglosajones y adscritos a la línea maoísta antieuropea (el racismo antiblanco, en suma) dista mucho de ser inocente. Busca objetivos políticos determinados. No debemos, pues, atribuirle ningún valor moral o ético. Esto debemos tenerlo muy en cuenta. Es solo politiqueo del sucio y rastrero.

En segundo lugar nos encontramos ante un profesional, el tal Vinicius, que cobra TRES MILLONES de EUROS al año por darle patadas a un balón en un espectáculo de masas destinado a desfogar a la plebe y mantener el statu quo oligárquico, que se hace el herido y el ofendido por el mero hecho de que los hinchas contrarios le insulten de tal o cual modo. ¿Es eso hipocresía o no lo es? Y, claro, victimismo, que es el arma habitual de los que carecen de argumentos y pretenden imponer su ideología y sus privilegios sobre los de aquellos que tildan de “agresores”.

El tipo millonario, que lo es precisamente por someterse a un juego que consiste en calmar las frustraciones de una población a la que la oligarquía dominante ha arrebatado las esperanzas y que se presta a estimular el consumismo mediante la publicidad así como a erigirse en ejemplo torticero para los jóvenes ofreciéndoles una supuesta vía de escape de su miseria mediante un juego amañado, se hace la víctima y lloriquea porque algunos de esos aficionados rivales que no llegan a fin de mes y a los que ayuda a soltar bilis los domingos para que trabajen sumisamente el resto de la semana le insultan (cosa que va en su sueldo de TRES MILLONES DE EUROS, si cobrase trescientos…)

Y lo verdaderamente importante de todo esto, que es a donde voy, es que toda la demagogia y la hipocresía de este caso oculta una realidad que no tiene nada que ver con la raza sino con la clase.

Los chicos de los barrios obreros, llenos de inmigración, de las grandes ciudades europeas y americanas, no ven cortadas sus alas por su raza. Un chico negro o magrebí condenado a trabajos inestables con sueldos de miseria no lo están por su raza, sino por su origen social. Los chicos blancos de esos mismos barrios sufren exactamente la misma discriminación, pero gimoteando y avivando el victimismo y el fantasma del racismo, los oligarcas (y Lula de Silva y otros rojos de libro están a su servicio, que a nadie le quepa duda, la verdadera izquierda transformadora es masacrada mucho antes de que pueda alcanzar el poder, la que gana elecciones está siempre domesticada) consiguen dividir a la ciudadanía, enfrentar a unos chicos contra otros y mantener a raya el descontento social. La demagogia de la izquierda es siempre el más eficaz caldo de cultivo de la acción ultraderechista y de los extremismos raciales y religiosos (sin izquierda no existirían yihadistas en Europa, ni nazis).

El caso Vinicius, como toda la demagogia del racismo, es solo una estratagema populista para dividir a los pobres. Una estrategia de los ricos (aunque la voceen quienes se proclaman portavoces de los pobres y de los supuestos valores universales progresistas) para seguir siéndolo y debilitar la oposición social.

A VER SI LO ENTENDEMOS: EL PROBLEMA DE FONDO ES LA EXCLUSIÓN SOCIAL, LA CLASE, NO LA RAZA. Y todos los jipidos puritanos antirracistas solo tienen como finalidad ocultar esa realidad incontrovertible y seguir manteniendo dividido y enfrentado al proletariado.

Entrad menos al trapo y pensad más, nos iría a todos mejor.

© Fernando Busto de la Vega.

EL MALVADO CARABEL

Que una novela sea llevada al cine suele ser sinónimo de éxito (y de decepción de su autor y lucro abusivo e indebido de la editorial de turno) y parece augurar una supervivencia popular del libro y la película y puede que sea así en la industria anglosajona. En la española, no.

En España la soberbia presuntuosa, maniquea, partidista y totalitaria de la Izquierda ejercida desde mediados de los años cincuenta no solo como oposición al bando vencedor sino como parte de la estrategia propagandística mundial del imperialismo comunista en sus dos versiones (moscovita y maoísta) así como la profunda incultura y aculturación sajonizante de los lamentables vástagos de la Derecha, clase inmunda en todo similar a las élites neocoloniales de América y África (de hecho ambas: nuestra Derecha y nuestra Izquierda, nos convierten en un país tercermundista y por ello deben ser aniquiladas para poder restablecer el futuro que nos corresponde) han impedido el desarrollo de una adecuada industria cultural sobre la que apoyar una identidad unitaria, poderosa y orgullosa de su pasado y de su futuro. Vivimos en un erial, en la total decadencia e inmundicia cultural y artística por culpa de la perpetua guerra civil llevada a cabo por las “dos Españas” que no son sino estructuras artificiales financiadas por nuestros enemigos. España es un zombi parasitado (deslavazado y provinciano) en todos los aspectos, también, y sobre todo, en lo cultural y artístico.

Por ese motivo, que una novela sea llevada el cine, incluso en varias ocasiones, como Currito de la Cruz, sobre la que ya hablamos en estas mismas páginas, o la que venimos a tratar hoy: El Malvado Carabel, no es sinónimo de pervivencia ni garantía de que las nuevas generaciones (y extiendo la categoría casi hasta los sesentones) tengan noticia de ella. Ni de la novela ni de las películas sucesivas.

Por ese motivo me gusta recordar en este humilde blog, para público conocimiento de las nuevas generaciones y con la intención de facilitarles la exploración de un rico pasado cultural y artístico escamoteado por las absurdas inquinas políticas y la tercermundista estructura de la industria cultural española, algunas excelentes obras y diversos autores injustamente olvidados.

El Malvado Carabel es una novela de Wenceslao Fernández Flórez (La Coruña, 1885-Madrid, 1964), autor poco apreciado por la Izquierda a causa de su ideología conservadora y poco querido por la Derecha debido a sus críticas mordaces a las clases altas y las convenciones y abusos de las mismas así como universalmente envidiado y detestado por ser amigo de Franco desde la juventud. Sin embargo, es un escritor muy recomendable que debemos recuperar. Y empezaremos por esta novela humorística que publicó en 1931 siendo llevada al cine de inmediato por otra figura a reivindicar, Edgar Neville, en 1935. Hubo otras dos adaptaciones cinematográficas: la de Fernando Fernán Gómez en 1956 y la de Rafael Baledón en 1962.

No es el único caso de novelas de Fernández Flórez llevadas al cine en diversas ocasiones. Cabe reseñar también El Bosque Animado, publicada en 1943 y puesta en imágenes por José Neches, en 1945, José Luis Cuerda en 1987 y por Ángel de la Cruz en 2001. O El Hombre Que se Quiso Matar, publicada en 1929 y adaptada al cine en dos ocasiones por Rafael Gil en 1942 y 1970.

Como vemos, Don Wenceslao no puede quejarse. Algunas de sus novelas llegaron varias veces a las pantallas, pero estoy seguro que la mayoría de mis lectores no han leído ninguna de ellas ni han visto ninguna de las citadas películas ni, seguramente, tienen conocimiento alguno de los títulos indicados. Así funciona la difusión de la cultura, el cine y la literatura españolas y así se promocionan.

El argumento del Malvado Carabel es la historia de un fracasado, un oficinista explotado y oprimido que, llegado un momento, abre los ojos y comprende que el sistema ha estado riéndose de él toda su vida y trata inútilmente de convertirse en un antisistema. A grandes rasgos, y es bien triste, nos representa a la inmensa mayoría de nosotros.

Amaro Carabel trabaja en una gran empresa con un sueldo miserable que no le permite casarse ni independizarse, de hecho, sigue viviendo con su tía (observo que luego nos venden esto de que los jóvenes no pueden independizarse por la racanería del capital explotador como cosa nueva y tratando de culpabilizar siempre a los jóvenes que cambian de cara, pero no de situación, generación tras generación) hasta que un día es despedido y su novia, desesperada, le deja. Furioso, y convencido, quizá con razón, de que la causa de todas sus desgracias es su bondad natural y su aceptación del orden establecido, decide hacerse malvado y convertirse en delincuente, sin ningún éxito. Tras diversos intentos fallidos e hilarantes de dedicarse al crimen logra robar la caja fuerte de su antigua empresa, pero no abrirla. De modo que hace un curso por correspondencia de hipnosis para conseguir que sus antiguos jefes le den la combinación de la caja y, cuando se presenta en las oficinas para lograrlo, deciden readmitirlo, con reducción de sueldo, claro…y su novia vuelve con él.

Bonita metáfora de la rebeldía juvenil, la furia antisistema y, desde luego, un universo muy alejado de Ocean´s Eleven.

Lo dejo aquí.

© Fernando Busto de la Vega.

RUDY RUCKER Y LA DEFINICIÓN DE LA VIDA

Nunca he sido demasiado aficionado a la ciencia ficción como género y, de hecho, siento una profunda aversión por algunos de sus autores (verbi gratia, Isaac Asimov al que considero un cantamañanas insigne). Por Rudy Rucker, en cambio, experimento un cierto respeto. Incluso simpatía a pesar de ser descendiente de Hegel y profesor de matemáticas en Heidelberg durante un periodo de su vida.

En realidad, el hecho de que se educara con los jesuitas y que durante su paso por el Randolph-Macon College para mujeres de Lynchburg, Virginia (1980-1982) saliese sin ningún hijo secreto ni escándalo sexual alguno tampoco contribuye a que mi simpatía por él crezca en demasía.

Más aún: ni siquiera estoy seguro de que el transrealismo inventado por él como alternativa personal al género cyberpunk me convenza del todo…aunque en ese punto aun persisto en la duda.

Sea como fuere, una cosa es cierta: Rudy Rucker ha acuñado la mejor definición de la vida y la existencia que jamás se ha enunciado. Una frase sencilla, pero que daría para un grueso volumen exegético. Es la siguiente: “Mi vida, dijo, es un fractal en el espacio Hilbert”.

Esta definición me subyugó y me impresionó desde la primera vez que la leí en épocas de mayor permeabilidad y plasticidad intelectual. Sigo, no obstante, adoptándola como propia y dicta no pocos de mis caminos literarios: el personaje en su infinito abismo interior en medio de un espacio (físico, moral, temporal, social, etc) de dimensiones infinitas.

Yo mismo, como todos, soy un inabarcable fractal de abismos insondables en medio de un caos cuántico que solo se disfraza de orden euclídeo como impostura.

© Fernando Busto de la Vega.

TODO LO QUE LE DEBEMOS A ZIRYAB

Claro, no sabéis quién era ese tal Ziryab (y escribir sobre él, como sucedió cuando escribí sobre Abu Nuwás, es perder visitantes y lectores) y tampoco os importa. Sin embargo, le debéis mucho y no me resigno a que siga siendo un olvidado de nuestra civilización, de nuestra cultura y de nuestra historia.

En el mundo musulmán, que todavía le recuerda con respeto, Ziryab es apreciado sobre todo por su condición de músico. De hecho, en su tiempo (el siglo IX, nació en Mosul hacia 790 y murió en Córdoba hacia el 857), fue algo así como una superestrella actual del rock o del pop, un Elvis Presley, un Michael Jackson…ese es el nivel, pero también un erudito, un innovador y un compositor destacado. Por ejemplo: añadió la quinta cuerda al laud, mejoró su plectro, inventó estilos musicales nuevos, entre ellos la nubah andalusí que sigue siendo la música clásica del Magreb y la nawba que se encuentra en el origen del flamenco español. Pero fue mucho más e influye todavía en nuestras vidas de un modo que os sorprenderá conocer.

¿Cómo acabó este maula, no es un insulto, sino una condición legal: su familia era conversa al islam con el patronazgo Abasí, en Al Ándalus? Como hemos dicho, nació en Mosul de una familia kurda o persa (es mentira como pretenden algunos que fuera un negro africano) y desde pequeño se convirtió en un afamado intérprete musical (además de sus habilidades con el laúd tenía una potente y hermosa voz) hasta el punto de que acabó oscureciendo a su también famosísimo maestro Ishaq Al-Mausili, conocido como el Ruiseñor del Kurdistán, de ahí que a Ziryab se le apodase con ese nombre, que significa mirlo, otro cantor nocturno de dulce y potente canto, quien maniobró contra él obligándolo a huir de Bagdad e instalarse en Cairuán (Túnez), sede del emirato Aglabí del que tuvo que huir al enfadar al emir Zidayat por la ironía y las críticas de algunas de sus canciones. Los entonces todavía emires Omeyas de Córdoba lo invitaron a instalarse en su capital proporcionándole, ya de entrada, un palacio donde residir y 300 monedas de oro mensuales como sueldo (calculando a vuela pluma, casi 300 000 euros actuales, pero con los precios del siglo IX). Fue así como Ziryab, de verdadero nombre Abul Hasán Alí ibn Nafi, llegó a Córdoba en 822, permaneciendo en ella hasta el fin de su vida treinta y cinco años después marcando a fuego los emiratos de Abderramán II (822-852) y Muhamad I (852- 886).

Ahora que ya tenemos una idea aproximada de quién era Ziryab, veamos de qué modo sigue influyendo en nuestras vidas.

Fue Ziryab, el Mirlo, quien, ya en Córdoba, estableció el orden de nuestras comidas con un entrante generalmente vegetal, un segundo plato de carne o pescado y un postre a base de fruta o dulces. Además, fue él quien prescribió acabar la comida con una copita de licor generoso a guisa de digestivo (sí, era musulmán, pero de origen y cultura persa, como ya vimos al tratar de Abu Nuwás, el alcohol, y especialmente el vino, estaba en su cultura y sus usos habituales, también en los de los andalusíes, el rigorismo musulmán, y no digamos ya la cerrazón wahabita, quedaban muy lejos en el siglo IX).

Precisamente, en lo que respecta al consumo de vino fue Ziryab el que introdujo la costumbre de consumirlo en copas de cristal para poder admirar su color como parte de la placentera, refinada y estética experiencia enológica. Antes se usaban vasos metálicos, de cuerno, de barro o de madera, dependiendo de la capacidad adquisitiva del bebedor.

También fue Ziryab quien introdujo la moda de vestir con colores alegres y variados en primavera, blanco en verano, ocres, verdes y pardos en otoño y oscuros en invierno.

Introdujo, además, salones de belleza donde las mujeres podían depilarse integralmente y arreglarse las uñas limándolas y lacándolas…Todavía en el siglo XVI, como nos informa La Lozana Andaluza, las prostitutas españolas en Roma, especialmente las de origen judío, se distinguían de las italianas por llevar perfectamente depilado el sexo. A partir de ahí la costumbre se perdió precisamente por motivos ideológicos y de prestigio social, una cristiana vieja no quería confundirse con una judía o una conversa y le convenía mantener la naturalidad (si caías en manos de la Inquisición con el pubis afeitado te podías dar por muerta).

A Ziryab le debemos el apreciar los espárragos y las alcachofas como alimentos de alta cocina.

Y a Ziryab le debemos también la llegada del ajedrez a España (es decir: a occidente)

Como veis, españoles de ambos lados del mar, todos nuestros usos civilizados se los debemos a Ziryab, un kurdo que trajo la civilización persa a occidente.

Como veis, provincianos germánicos del norte, adocenados en vuestro racismo luterano y calvinista, todo lo que os hace civilizados comenzó en España hace 1200 años y lo trajo un kurdo desde Persia. Deberíais meditar sobre ello.
As you can see, North Germanic provincials, plagued by your Lutheran and Calvinist racism, everything that makes you civilized began in Spain 1200 years ago and was brought by a Kurd from Persia. You should meditate on it… si mi inglés no me falla, que, siendo español, sería lo más probable.

© Fernando Busto de la Vega.