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AUTOLESIONARSE (PARA NO IR A LA GUERRA)

La puntualización entre paréntesis del título es necesaria porque el mundo de la autolesión es extenso y presenta muchas y complicadas vertientes. En otra ocasión, quizá, hablaré de aquella chica que conocí (y con la que por razones obvias estuve muy poco tiempo) que se quemaba el cuerpo con cigarrillos cuando era feliz o alcanzaba un orgasmo. Pero ahora vamos a ocuparnos de un asunto serio.

Estamos viendo a los jóvenes rusos rompiéndose piernas y brazos para no acudir a una guerra sangrienta y perdida que les convertirá no en héroes sino en asesinos, torturadores y, quizá, mutilados y muertos. Bien mirado, no deja de ser una forma de deserción y puede juzgarse moralmente con cierta dureza. Pero habla también, muy claramente, de la legitimidad del régimen de Putin y de su aceptación social. Negarse a servir a un tirano es lícito y hasta encomiable, lo cual cambia por completo nuestra percepción del hecho que tratamos. Quizá los jóvenes rusos que se autolesionan o que directamente huyen y desertan para no participar en una campaña claramente criminal puedan ser conceptuados como héroes después de todo.

Pero más allá del aspecto ético y moral del tema que nos ocupa, quiero poner de relieve su implicación política. Que los jóvenes se autolesionen para no ser reclutados no es nada nuevo. En la antigua Roma muchos campesinos se cercenaban el pulgar derecho para no poder sujetar la lanza ni la espada y quedar de este modo exentos de un reclutamiento obligatorio que les ceñía al yugo militar durante la mitad de sus vidas. Lo que subyacía en aquel comportamiento que podemos considerar antipatriótico era que a los campesinos romanos las conquistas de la clase senatorial y los jugosos negocios de la clase ecuestre les resultaban indiferentes. Ellos no ganaban nada con las conquistas, solo ponían el esfuerzo, la sangre y la vida. Su máxima aspiración era seguir felices y pacíficos en sus aldeas. El imperio era cosa de los ricos y poderosos.

Por regla general esto sucede en todas las guerras. Los beneficios son de los ricos que no van al frente y el sacrificio de los pobres que no obtienen ningún beneficio. En momentos como este, en el que tan cerca estamos de una confrontación mundial y una aniquilación global, quizá deberíamos recordar este extremo y empezar a autolesionarnos colectivamente.

Frente a la codicia de los poderosos quizá deberíamos, todos, empezar a enfatizar la hermandad entre los pueblos y los seres humanos y la paz como valor universal.

Sé que los cristianos, los judíos, los budistas y los menos agresivos de los musulmanes tienen una moral muy bien definida al respecto. Yo soy pagano y en el paganismo tres son los principios básicos de la moral política: Diké, Eunomía y Eirené, es decir: Justicia, Buen Gobierno y Paz. De modo que podemos entendernos. Todos hemos recibido el mismo mensaje divino de paz y buena voluntad, ha llegado el momento, me parece a mí, de ponerlo en valor. No nos dejemos seducir por el Demonio, lo llamemos como lo llamemos y lo representemos como lo representemos.

Los antiguos egipcios, en el Libro de los Muertos, enseñaban a escapar de las trampas de los demonios pescadores y a evitar al poderoso demonio Apofis que acechaba en las aguas del río celeste que conducía al paraíso. Estamos en ese punto.

© Fernando Busto de la Vega.