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¿NUEVAS SEXUALIDADES?

Hubo un tiempo no tan lejano en el que los maricones eran maricones (o mariquitas, si les sobraba pluma), las bolleras, bolleras y los heteros “normales” sin que nadie se preocupase de más ni le importase en realidad lo que los demás hicieran en su cama. Eran tiempos en los que todos disfrutábamos de mayor libertad, mejor salud mental y mucho mejor humor.

En ese escenario, obviamente, había cosas que mejorar. Una evolución pendiente en cuestiones de igualdad de derechos legales que la sociedad en su conjunto asumió no como un enfrentamiento sino como acto de justicia y respeto mutuo. En una sociedad libre y democrática nadie quiere ser menos que otro, ni que otro sea menos que uno. Así, dentro de ese marco, los asquerosos machirulos patriarcales y blancos entre los que me cuento, asumimos las reivindicaciones ajenas de mujeres y personas cuya sexualidad les dificultaba, por simples cuestiones legales, disponer de los mismos derechos (pensemos en las parejas homosexuales que no podían disfrutar de las ventajas que ofrece el matrimonio legal o en las madres solteras abandonadas a su suerte, aunque su suerte se la hubieran buscado ellas con actitudes irresponsables). Esos avances no fueron una conquista sino una cesión. No olvidemos nunca que las mujeres solo tienen derecho al voto porque los hombres se lo otorgaron. El sufragismo no consiguió nada, la conciencia de justicia e igualdad de los hombres fue el verdadero motor de esos avances.

Entonces, en esos tiempos no tan lejanos en los que todo era sencillo (cada cual se encamaba con quien deseaba sin que a los demás les importara más allá del clásico cotilleo de las viejas del visillo sin necesidad de etiquetas, banderas, leyes o explicaciones) predominaban la madurez, la sensatez y el respeto mutuo.

Pero como siempre sucede con las “cruzadas” los más hiperventilados, azuzados desde universidades y ambientes “intelectuales” donde la tolerancia y la apertura intelectual habían permitido el ascenso de enfermos (y, sobre todo, enfermas) mentales retorcidos y llenos de odio y traumas con ansias de imponer sus disturbios mentales con fervor y métodos dignos de Savonarola (clérigo al que tanto se asemejan, aunque sus dogmas sean otros), acabaron tomando el poder y, con él, las subvenciones estatales que les hacen poderosos. Y ahí se acabó.

Ahora existen no sé cuantos géneros, tendencias sexuales y rarezas etiquetadas que no han mejorado en nada la convivencia social, antes bien la han empeorado, y una caterva de individuos e individuas con graves problemas de identidad que deberían estar bajo cuidado psiquiátrico tratan de imponer al conjunto de la sociedad sus desvaríos narcisistas a fuerza de decretos, represión y adoctrinamiento provocando, de paso, graves problemas psicológicos a los adolescentes sometidos a su mierda mental.

La democracia debe servir a una sociedad madura y sensata, no a desequilibrados perniciosos. La ideología queer y de género ha demostrado ya sus limitaciones y su calidad de excusa autorreferencial de personas con graves perturbaciones mentales. Habrá que actuar en consecuencia.

Los sanos deben gobernar y establecer las normas. Los enfermos ser cuidados y atendidos debidamente. Los degenerados, reeducados o eliminados. Ese es el camino de la supervivencia, de la civilización…retomemos la senda correcta.

Ah, y por cierto: en la cosa de la jodienda no hay nada nuevo. El problema de estos apóstoles del progre-wokismo-queer es siempre el mismo: una pavorosa incultura e ignorancia. Un adanismo procedente del narcisismo (ese mirarse constantemente la entrepierna y regodearse en los propios caprichos) que les ha impedido estudiar y aprender…incluso relacionarse con personas ajenas a sus delirios.

© Fernando Busto de la Vega.