
Seré sincero: esta señora, Lucía Etxebarría (Echebarría, insisto), nunca ha sido santo de mi devoción, cosa que importa poco porque ella, seguramente, ni me conoce. No obstante se ha convertido en estos días en un ejemplo muy interesante del divorcio entre el mundo editorial dominado por la corrupta e incompetente oligarquía y la literatura independiente y libre. El fenómeno, ya lo hemos dicho otras veces en estas mismas páginas, no es nuevo, se retrotrae como mínimo a la “gauche divine” catalana y las editoriales que dominaron el mundo “cultural” y “literario” entre los años cincuenta y noventa del siglo XX, fenómeno acentuado en este primer cuarto del XXI por la concentración empresarial que ha conducido al sector a un peligroso y empobrecedor oligopolio.
Anda esta señora, después de haber sido elevada a las cumbres de Planeta, autoeditándose los libros (como tantos) para preservar su voz. En una reciente entrevista explica cómo las editoriales trataban de circunscribirla a un “target” concreto del público (y que las editoriales españolas utilicen un término inglés para establecer su estrategia ya debe ponernos en alerta y al borde del repudio) y utilizar su talento ocultando su imagen poco comercial haciéndola trabajar de negro (y créame el lector que algo se de eso) para otros u otras que saldrían radiantes en las solapas y contraportadas, sonriendo y exhibiendo biografías más o menos imaginativas.
También ha explicado en otro lugar que en parte le sucede lo que le sucede por no haberse metido rayas con las personas adecuadas en los momentos adecuados. Y yo añadiré que tampoco ha debido chupar las pollas adecuadas (o comer los coños precisos, que de todo hay en la viña literaria) ni ofrecer debidamente su orificio anal a algunos cortadores de bacalao endiosados y poderosos.
Lucía Etxebarría (Echebarría, insisto) sigue sin ser santo de mi devoción y ella, supongo, seguirá sin conocerme, pero alabo su valor y la traigo como ejemplo a este humilde blog para explicar a los lectores los desafíos y las luchas del literato de hoy si pretende mantener su independencia y su voz. Hoy el combate es contra las grandes editoriales (sin que muchas pequeñas sirvan de ayuda en absoluto). Hoy, el escritor está mediatizado por la oligarquía, su red clientelar y política de contactos y su estrechez de miras tan cercana a la censura…hoy escribir es un acto más revolucionario que nunca.
Aquí seguimos: en pie y hasta el triunfo final. La partida de un escritor no es contra el presente, sino hacia la eternidad.
© Fernando Busto de la Vega.
Dale Fernando, dale… 👏👏👏
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