SOBRE FELIPE TRIGO Y LAS MIXTIFICACIONES DE LA GAUCHE DIVINE

Al analizar la cultura española del siglo XX solemos recurrir al sencillo lugar común de considerar culpable de todo lo malo a la dictadura franquista. No seré yo quien la defienda, pero resulta imprescindible ampliar perspectivas y modificar inercias de origen político y propagandístico para llegar a comprender adecuadamente el periodo y las causas que nos han conducido paulatinamente a la decadencia cultural y literaria. Y, a menudo, se pasa por alto el pésimo papel que la “Gauche Divine” y sus tejemanejes empresariales artístico-culturales basados en la mentalidad paleta, acomplejada y antiespañola de sus integrantes, procedentes en su inmensa mayoría de la burguesía barcelonesa y en su totalidad asimilados a sus premisas ideológicas, han jugado en el devenir cultural, y especialmente literario, español.

En efecto, la emergencia de Barcelona como potencia editorial e icono de modernidad especialmente durante el franquismo y siempre bajo la égida de la burguesía catalana, tan acomplejada de su subsidiariedad en el ámbito nacional como ávida de cobrar un protagonismo con marchamo de “modernidad” y “europeísmo”, supuso una catástrofe terminal para la literatura y otros ámbitos artísticos. Soy consciente de que muchos se horrorizarán ante esta heterodoxa afirmación y tratarán de esgrimir en mi contra los supuestos éxitos y logros de esa “Gauche Divine” aludiendo desde el “boom” latinoamericano (fenómeno sobredimensionado y, en general, carente de interés, aunque nos vendan lo contrario y en otras entradas exploraremos más a fondo el asunto) hasta autores como Eduardo Mendoza o Juan Marsé (uno de los pocos surgidos de ese maremágnum a quien respeto) tildándome, además, de ignorante. No discutiré con ellos, no merece la pena. Me limitaré a decir, y con toda la malévola guasa de la cita y su contexto histórico-político: “ladran, luego cabalgamos”.

Uno de los desaguisados causados por el auge de esa tan bien financiada como hábil autopropagandista generación barcelonesa es el olvido de Felipe Trigo, uno de los más relevantes y mejores escritores del siglo XX en España. Cierto que las dictaduras de Primo de Rivera y Franco ejercieron un papel decisivo y pionero en escamotear su obra (radicalmente crítica con el caciquismo y eróticamente inasumible por la hipocresía nacionalcatólica), pero no debemos olvidar que, precisamente, los retoños de la Gauche Divine procedían de esa misma burguesía caciquil que Trigo criticaba y que ejercitaban esa misma hipocresía, revistiendo de modernidad y progresismo sus propios excesos vitales al tiempo que criticaban desde el severo puritanismo marxista los ajenos. Pero, sobre todo, eran víctimas de sus propias carencias e ignorancias. De sus propias perspectivas geográficas. No conocieron, y sobre todo, no reconocieron a Trigo porque las generaciones anteriores se lo ocultaron y no lo apreciaron por su “madrileñismo centralista”. Don Felipe era extremeño (luego charnego, no nos engañemos) y triunfó en el ámbito cultural de la capital, de modo que no convenía a la proyección ideológica que desde el complejo de inferioridad catalanista alentaba a aquellos vástagos díscolos de la burguesía catalana. Además, la moda demagógica del momento era el marxismo-leninismo cuando no el maoísmo y Felipe Trigo había deambulado a lo largo de su vida desde el socialismo militante hacia el reformismo radical vinculado a Melquiades Álvarez, no resultaba, por lo tanto, buen ejemplo, era preferible postergarlo.

De hecho, el mayor y tardío esfuerzo por recuperar su figura, ya en los años ochenta del siglo XX, procedió de un cineasta castellano y marcadamente castellanista, Giménez-Rico, que adaptó en 1987 la novela Jarrapellejos llevándola al Festival de Berlín. Pero el intento no dejó de ser un fuego de artificio a causa de la indiferencia que la hegemonía cultural y literaria alcanzada en esas fechas por la ficción ideológico-cultural creada por el éxito empresarial de la Gauche Divine en España y fuera de ella, había generado un sesgo que seguía manteniendo la marginalidad esencial de Felipe Trigo en cuanto figura literaria.

Sin embargo, desde estas páginas, consciente y abiertamente combativas y heterodoxas, queremos (para mejor decir: yo, Fernando Busto de la Vega, quiero) no solo reivindicar la figura de este autor sino también su absoluta centralidad en la historia literaria española e hispano americana cuyo relato ha de modificarse en este siglo XXI perfilando y opacando el excesivo peso que el citado éxito de la Gauche Divine ha adquirido en el viciado sesgo que constituye el relato histórico de la literatura, el arte y la cultura española del siglo XX. Hay que rectificar y es preciso establecer un nuevo canon y una doxología completamente distinta. Hemos de adorar nuevos dioses hoy olvidados y postergados, y derribar a los ídolos de barro que nos ofrecen como totems intocables.

Desgraciadamente, esta entrada está ya prolongándose demasiado y será preciso posponer el análisis de la obra y personalidad de Felipe Trigo para otra ocasión. Hasta entonces, y jamás creí que pronunciaría frase semejante, ¡a cascarla, Boccaccio!

© Fernando Busto de la Vega

5 thoughts on “SOBRE FELIPE TRIGO Y LAS MIXTIFICACIONES DE LA GAUCHE DIVINE

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