
Vivimos todavía en la era de 1945 que no terminó ni de lejos después de la caída de la Unión Soviética. De ahí la confrontación entre bloques que presenciamos y que tan a pique está de conducirnos a la extinción.
Naturalmente, las circunstancias nos obligan a elegir bando y no hacerlo podría conducirnos a acabar aniquilados o sojuzgados por el contrario. Pero también hay que ser muy conscientes del escenario en el que nos movemos y de lo que deseamos para el futuro.
En 1945 se impusieron dos mundos contrapuestos, dos bandos incompatibles que, además, y esto es lo importante, lo fundamental, son en todo contrarios a la civilización, al Recto Orden que debemos restablecer si pretendemos sobrevivir como especie, como sociedad y como individuos.
Por un lado, nos encontramos con el universo marxista-conservador y contrario a la primacía europea (que es consustancial al surgimiento, expansión y mantenimiento de la civilización surgida como unidad, como Ecúmene, con el avance de Alejandro Magno hacia Asia después de haber comprendido su destino en Siwa) que se las daba de revolucionario, pero que, en la práctica, servía de vehículo imperialista a regímenes totalitarios cuyos guías no se habían librado en absoluto de los prejuicios medievales que arrastraban las atrasadas sociedades campesinas de las que provenían y que, pasado el marxismo, allí donde cayó, en otros lugares se mantiene con idénticas premisas, solo fueron capaces, como la Rusia de Putin, de seguir manteniendo sus esquemas mentales atrasados y medievales, cristianos en suma.
Por otro lado, en occidente se impuso el mundo de los masones y los sionistas, los mismos que se sublevaron en tiempos de los Macabeos contra la civilización que representaban los Seleúcidas como herederos de la gesta de Alejandro y que todavía hoy hacen todo lo posible por socavar y enterrar la civilización para imponer su barbarie.

De eso debemos ser muy conscientes: hay dos bandos, ambos igualmente representantes de la barbarie y enemigos de la civilización, que amenazan con destruir el mundo. La supervivencia se encuentra en el retorno a la ecúmene, a la civilización helenística, al camino correcto, al Recto Orden. Ese es el horizonte que debemos exigir más allá de este conato (quién sabe si al cabo realidad) de tercera guerra mundial.
© Fernando Busto de la Vega.