
Los clásicos son la verdad por muchas razones, entre otras porque su longevidad nos permite poner en entredicho las abrumadoras y pasajeras modas ideológicas y morales que nos toca sufrir. Nos aportan perspectiva, complejidad de juicio y experiencia frente al magma del férreo sentir mayoritario. Nos convierten, por lo tanto, en personas frente a las turbas gregarias y vociferantes que, capitaneadas por Savonarolas de tres al cuarto, imponen su represiva inquisición al mundo.
Imagino, es la tónica de los tiempos, que muchos de los que lleguen aquí no habrán leído La Lozana Andaluza que el clérigo español Francisco Delicado, exiliado de Roma después del saqueo de 1527, publicó en español en Venecia al año siguiente. Recomiendo, por lo tanto, a quienes no lo han hecho todavía que se dejen envolver por la canallesca ironía de este libro dinamitero y germanesco; se divertirán y saldrán mejorados del trance.
Pero, si traigo La Lozana Andaluza a colación, es solo para constatar el hecho de que hoy sería imposible publicarlo.
Dos simples pinceladas:
1-) Lo protagoniza una joven (de unos 20 años al inicio de la historia) que al fracasar su proyecto de contraer matrimonio con un tipo acaudalado, viaja a Roma donde ejerce la prostitución (por propia voluntad y gusto, cosificándose lo justo , pero con alegría somardona) y luego allega ingresos extra encargándose de la belleza de otras prostitutas, especialmente especializándose en mantener bien depilada la entrepierna de las de origen español (y en su gran mayoría judío), las italianas se caracterizaban al inicio del siglo XVI (y en el XX) por la propensión al salvajismo hirsuto de sus ingles.
2-) La protagonista acepta tener un chulo, que a su vez se convierte en su amante, y este, Rampín, es un niño de diez años al comienzo de la historia. Remito al lector al inicio del Mamotreto XIV del libro para su escándalo e ilustración.
¿Y nosotros somos los modernos? Lo diré una vez más: el puritanismo protestante anglosajón que ahora modela nuestras leyes y la moralidad de los ignorantes que dominan el paupérrimo mundo cultural (y editorial) de nuestros predios nada tiene que ver con el superior, más libre, moderno y rompedor paradigma español (que no hispano, puesto que los escritores americanos, en su gran mayoría, aquejados por sus complejos provincianos y su sesgada educación basada en el racismo antiespañol desconocen y han renunciado a dicho paradigma encasillándose en las normas llegadas desde el imperialismo germánico y demostrando con ello sus limitaciones artísticas e intelectuales al tiempo que su inusitada soberbia en muchos casos en connivencia con el provincianismo de las editoriales barcelonesas, aquejadas de similares problemas de catetismo y limitación intelectual, aunque serán bienvenidos a la renovación literaria y cultural cuando despierten y tomen conciencia de su verdadera naturaleza). Es preciso retomar nuestra verdadera identidad y encabezar de nuevo una renovación cultural, moral y literaria. Hay dos generaciones, la X y los millenials, que están fracasando y naufragando profesional, política, social, económica y culturalmente en estos mismos instantes que deberían aprovechar la dura lección de su fracaso vital para abandonar sus estúpidos lugares comunes, prefabricados por nuestros enemigos, y comenzar a hacer algo útil con sus vidas, también en el campo del arte, de la cultura y de la literatura.
He dicho.
© Fernando Busto de la Vega.
La verdad, es que leyendo y releyendo a los clásicos nos damos cuenta de lo pacatos que somos hoy en día.
Magnifica reflexión Don Fernando. Un acierto. ✍️
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