
Que el feminismo es una secta despreciable, una ideología supremacista que predica el odio “racial” contra el hombre por el mero hecho de serlo, que promociona la desigualdad ante la ley (quebrantando el principio básico de la democracia) y genera violencia institucional contra los entes no menstruantes con gónadas colganderas y apetencias normales, es decir: heterosexuales, ya no se le oculta a nadie. Que debemos librarnos de esa forma de nazismo y emplumar a sus apóstoles, apóstolas y apóstolos, tampoco.
Pero si alguien sigue teniendo dudas, pongamos algunos ejemplos recientes que resultarán de lo más esclarecedor.
El dogma, en el que se basa la victimización colectiva y sirve como excusa para el discurso de odio feminista contra el varón blanco heterosexual, es que la violencia es patrimonio masculino. Las mujeres no son violentas, no agreden, no matan…y, si lo hacen, no importa, la culpa es siempre del hombre al que jamás se le reconoce el estatus de víctima.
Ya hemos venido demostrando en estas páginas, en la sección “Crímenes que te Ocultan” que encontrarás en la barra lateral de contenidos, que las mujeres pueden ser tan crueles, agresivas y asesinas como los hombres y que cometen crímenes atroces y abominables. La diferencia radica en que cuando la asesina o la agresora es una mujer, su crimen no es repudiado masivamente en manifestaciones torticeras jaleadas por los medios de comunicación y destinadas a desviar más poder institucional y más fondos públicos a los chiringuitos que fomentan la desigualdad jurídica y la violencia institucional contra el hombre heterosexual, radica en que no se apunta meticulosamente en una lista difuminando y sesgando maliciosamente las estadísticas y radica también en que esa mujer asesina o agresora es juzgada sistemáticamente por un fuero diferente y más benévolo que la presume víctima mientras que el hombre siempre es considerado culpable por defecto.
Generalmente, y venimos demostrándolo cotidianamente en la ya citada sección “Crímenes que te Ocultan”, los medios de comunicación y los poderes fácticos del colonizado Estado (que podemos considerar corrupto e ineficiente y, por lo tanto, ilegítimo, una vez que se ha visto invadido y desviado de su fin democrático primordial: el mantenimiento de la igualdad social y legal) reaccionan frente a los crímenes femeninos que cuestionan el dogma impuesto para justificar el discurso de odio y la imposición de la violencia institucional contra los hombres blancos heterosexuales negando la mayor, ocultando los hechos que, si salen en prensa, ocupan un espacio minúsculo y adolecen de un tratamiento sesgado. Es así: un hombre mata a su mujer o a sus hijos y hay manifestaciones, horas y horas de televisión y radio, titulares, litros de tinta, se culpabiliza colectivamente a todos los hombres por el mero hecho de serlo…si la mujer mata a su marido o a sus hijos y la noticia se minimiza todo lo posible y se oculta cuanto antes.
Pero la realidad es terca y se abre camino frente al dogmatismo, frente a la tiranía, frente al supremacismo totalitario de las feministas. Aquí vamos ofreciéndole al lector un cómputo aproximado de esos crímenes que el feminazismo oculta y escamotea en los medios de comunicación y en las estadísticas y le preguntamos a la ministra de Igualdad y sus compinches ¿ dónde estabais entonces?
Lo escabroso del caso y las posibilidades de sensacionalismo que ofrece a la prensa ha hecho que el crimen de la guardia civil Paola B.C. (si hubiera sido un hombre sabríamos sus apellidos) que asesinó a sus dos hijas a tiros en Quintanar del Rey (Cuenca) no se haya podido esconder, pero se olvidará pronto, en cuanto los medios apaguen interesadamente el revuelo que aprovechan en beneficio propio, para aumentar ventas y audiencias y jamás figurará en ninguna estadística de violencia femenina porque, sencillamente, no existe, iría contra el dogma vigente.
Sin embargo no es un caso poco frecuente. Puedo recordar el de la madre de Huércal-Overa (Almería) que asesinó a su hijo de siete años para “hacer el mayor daño posible al padre”, o la que le voló la cabeza de un disparo a su hijo de diez años en Córdoba (Argentina), o la madre de San Juan Despí (Barcelona) que asesinó a su hija de cuatro años, o el de esa madre de Gijón (Asturias) que asesinó a su hija de seis años después de perder su custodia, o esa otra madre que asesinó a su hijo de dos años en Bigastro (Alicante) … y podría seguir, pero sirve lo dicho como ejemplo de que se trata de hechos frecuentes que tratan de escamotearnos.
También son frecuentes, y se oculta en la medida de lo posible, las mujeres que asesinan a sus maridos como aquella de Catarroja (Valencia) que enterró vivo a su marido discapacitado, o aquella de Castro Urdiales (Cantabria) que decapitó a su marido y le entregó la cabeza a una vecina, o aquella otra de Nueva Jersey que hizo lo propio y llevó la cabeza en el bolso durante seis años, o aquella otra de Valencia, que asesinó a su esposo con laxantes…son tan solo pequeños ejemplos que apuntan una tendencia mayor.
A buen entendedor…
De modo que, Irene, ¿dónde estabas entonces?¿Dónde estabais todas y todes? ¿Por qué os empeñáis en negar la realidad, lo evidente?…Al final tendremos que enfadarnos, y no os van a gustar las consecuencias.
© Fernando Busto de la Vega.