Luis García Berlanga era rico de nacimiento y disponía de una familia acaudalada que le hacía partícipe en beneficios extracinematográficos ofreciéndole de paso cierta cobertura caciquil frente a las destemplanzas represoras del franquismo, por ese motivo podía hacer cine despreocupándose de la taquilla y hasta de los productores y enfrentarse tímidamente (pero siempre desde una ironía disciplinadamente clasista y pulcramente derechista) a los sintagmas obligatorios de la narrativa oficial.
Eso, de vez en cuando, especialmente en simbiosis con Rafael Azcona ( autor genial irónicamente costumbrista y mucho más cerca de la crítica social falangista de lo que le gustaría pensar y ahora queremos reconocer) producía obras maestras destinadas a perdurar en la cultura universal (si contasen con la promoción adecuada y el respeto hacia la cultura española tan escaso en las instituciones patrias) y desbaratar el ordenado magín interno del espectador sensible (ni siquiera es preciso que sea inteligente).
Plácido, producida por Alfredo Matas (a quien no debemos olvidar en esta reseña) en 1961, es una de esas joyas berlanguianas que todo el mundo debería conocer. Personalmente, y siempre que puedo, la veo en fechas como estas, en Navidad, que es el mejor momento para apreciar su verdad y su amargura.
En su momento estuvo a punto de ser premiada como Mejor Película de Habla No Inglesa en los Oscars, pero fue derrotada por uno de esos coñazos pretenciosos de Ingmar Bergman tan aptos para alimentar el ego de “intelectuales” igual de vacuos y pretenciosos. Aunque debo recordar que ese coñazo (Como en un Espejo) estaba protagonizado por Harriet Andersson a quien, junto con el propio Ingmar Berman (¡hay de mí, que voy a suscitar la ira del puritanismo feminista!), hay que agradecerle ciertos planos de Un Verano con Mónica (1953), por cierto no muy alejados en estética, es precisa una revisión atenta, de los desnudos de Hedy Lamarr en Éxtasis (1933) y, por lo tanto, de la Freikörperkultur germánica (y nazi) cuya estela cinematográfica seguiremos en otro momento quizá hasta el escándalo en Estados Unidos de la película infantil de la Alemania comunista Gritta Von Rattenzuhausbeiuns (1985).


© Fernando Busto de la Vega
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