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PARIDAD Y CLASISMO

La izquierda dejó de ser izquierda hace mucho tiempo, si es que alguna vez lo fue. Ahora, y desde hace mucho, es un a modo de “movimiento progresista” que, mediante la sectorialización de la masa obrera y los enfrentamientos y atomizaciones subsiguientes está conduciéndonos a la utopía ultraliberal del capital frente al individuo solitario y desprotegido. Todo el movimiento progre, incluso entre aquellos grupúsculos intransigentes que siguen creyéndose de izquierda radical, es puro avance del dominio capitalista, de los capitalistas más poderosos que aspiran a un mundo de unos pocos tiranos con poder omnímodo sobre miles de millones de siervos. Es el modelo hacia el que pretenden dirigirnos con el señuelo de lo que ellos llaman “democracia”, “izquierdismo” y “progresismo”.

Una de las pancartas propagandísticas que estos hierofantes del progresivo golpe del capitalismo oligárquico que estamos sufriendo es el de la paridad que ahora ese partido que nunca fue socialista ni obrero y que desde hace décadas dejó de ser español, nos trata de vender como la panacea del avance social y feminista, como un camino indispensable hacia un nuevo paraíso…

Pero es bueno sentarse a un lado del camino, no dejase arrastrar por el tumulto, respirar, escuchar y darse cuenta de las cosas.

Resulta que los propios jerifaltes (y jerifaltas, que son peores) del PSOE definen la paridad que tratan de imponer mediante una Ley de Paridad de Género y otras iniciativas igualmente totalitarias y chuscas, como el “reparto del poder entre los géneros”…teniendo en cuenta que bajo el wokismo los géneros son fluidos y pueden cambiar de un día para otro y que no solo existen dos sino multitud, eso de la paridad va a presentar muchas y divertidas (por no decir ridículas y deleznables) dificultades.

Aunque, sin entrar en eso, la definición de paridad ya nos presenta un panorama antidemocrático, antisocial y preocupante. Recordemos: el reparto igualitario del poder entre hombres y mujeres…suena bien, pero esconde un profundo clasismo.

Esa paridad procede de las primeras aspiraciones del feminismo original, pero debemos recordar que la base ideológica del feminismo, que sigue alimentándolo hasta nuestros días, es el racismo y el clasismo mezclado con el puritanismo evangelista anglosajón y especialmente estadounidense. Las primeras feministas lo fueron porque les indignaba que siendo de la raza superior, la clase alta y la religión correcta se les privase del voto cuando había hombres de razas inferiores (hispanos, negros, chinos…), clase humilde y religiones heréticas que pudieran votar. Eso no ha cambiado.

Luego, cuando accedieron al voto y a la vida política estas feministas se lanzaron a la imposición de su puritanismo intransigente: censura, prohibicionismo, leyes contra la libertad sexual…y siguen en eso.

Otra cosa que molestaba a esas señoras de raza aria y radicalismo evangélico era quedar excluidas de la dirección de las empresas de sus familias que, generalmente, heredaban sus hermanos. De ahí su ansia de paridad. De repartir el poder y el dinero entre los sexos…

Pero cuidado: la paridad está reñida con las políticas sociales. El poder y el dinero se reparten entre los miembros de la misma clase, no se admiten huéspedes venidos de abajo.

Cuando los progres hablan de paridad están hablando en primer lugar de limitar el reparto a los grupos sociales que ya tienen el poder y, en segundo, de bloquear cualquier posibilidad de ascenso real a las clases sociales medias y bajas.

Yo, que atesoro una larga experiencia de trabajo en institutos de educación secundaria de barrios poco favorecidos de una capital de provincia, he tratado centenares, miles quizá, de chicos y chicas de gran talento a los que se negará la posibilidad de acceder a ese reparto de poder. Serán paritarios en la miseria porque no han podido cursar sus estudios en los colegios privados adecuados, no tienen vínculos de parentesco con los oligarcas necesarios y están descartados desde su matriculación (desde su cuna en realidad) para alcanzar el reparto de poder.

Así que tengámoslo en cuenta y dejemos de tragarnos la propaganda progre: la paridad es un bien que solo beneficia a las mujeres de cierta clase social. Todos los demás, sea cual sea su sexo y su género, están destinados a ser siervos. Paridad quiere decir clasismo, oligarquía y tiranía capitalista.

© Fernando Busto de la Vega.

LA OCULTA VIOLENCIA SINDICAL FEMINISTA

Hay cosas que suceden todos los días y que no suelen contarse, de hecho se silencian porque conviene mantener la falsa fachada de que vivimos en un Estado democrático en el que se respetan los derechos y las libertades de los individuos y no en una estructura progresivamente más totalitaria en la que solo las opiniones y el poder de unos cuantos importan debiendo todos los demás callar y obedecer ante las imposiciones fácticas que abarcan desde la corrupción flagrante al intento de imponer una ideología determinada pasando por el lucro parasitario de los sindicatos verticales del actual régimen.

Un día estás tranquilamente cumpliendo las funciones de tu puesto de trabajo en una administración pública que es la que te paga y aparece una jefecilla de tres al cuarto que ni siquiera está en la línea jerárquica que a ti te afecta y empieza a darte órdenes y encargarte acciones diversas ajenas a tus funciones. Cuando las analizas te das cuenta de que está movilizándote en nombre de unas siglas sindicales que te oculta (aunque tú sabes perfectamente cuales son, porque nos conocemos todos) y que está erigiéndose, en palabros forgianos, en barandafuhrer de su sindicato mayoritario cuyos negociadores (y negociadoras) has visto compadrear semanalmente con otros similares y de la patronal en un contubernio pomposamente denominado Mesa de Diálogo Social que se dedica, básicamente, a ejercer de órgano sindical vertical para que unos y otros acaparen las subvenciones del Estado y establezcan las cuotas de sus afiliados a colocar dentro de la administración pública progresivamente colonizada por ellos en detrimento del bien común, y que está tratando de utilizar, autoritariamente y de forma torticera, sin explicarte lo que estás haciendo y tratando de hacerte creer que se trata de labores propias de tu puesto al servicio público, tu fuerza de trabajo en beneficio de las movilizaciones feminazis del 8 de marzo.

Cuando, naturalmente, la mandas a escaparrar (locución aragonesa que literalmente significa quitar garrapatas al ganado y figuradamente irse a hacer puñetas) llegan los malos modos, las amenazas de sanción, el rechinar de dientes y cadenas…hasta los insultos. Y lo preocupante es que te pueden empapelar porque las mentiras que cuente esa jefecilla sindicada siempre van a contar más que las verdades incómodas y la defensa de la libertad personal y de conciencia del funcionario extorsionado.

El totalitarismo, como en los peores escenarios del nazismo o el comunismo, ha llegado a la administración pública española, especialmente las autonómicas, y ya se está estableciendo un Estado a la búlgara, eso sí…callando, callandito…con nocturnidad, alevosía y mucha hipocresía.

Hoy en día fichar diariamente en una administración pública es una invitación a la sumisión muda o a la resistencia activa con todos los riesgos que esta conlleva en un régimen totalitario y en muchos casos de índole feudal y clientelar.

Hay que decirlo, hay que comenzar la lucha por la libertad. Yo ya lo he hecho.

© Fernando Busto de la Vega.

ABANDONAR A MITAD DE POLVO (DESIGUALDADES DE LA VIOLENCIA FEMINISTA)

Que el feminismo fomenta la desigualdad, desprotege al hombre y establece una violencia institucional y social contra los varones heterosexuales a los que comienza por demonizar y acaba por arrebatarles la presunción de inocencia no solo en sede judicial sino a todos los niveles, es un hecho incontrovertible. Quien lo niegue, miente o es estúpido (mejor sería decir estúpida o estúpide, que todos nos conocemos ya).

Pero en esto, como en todo, sirve mejor de explicación algún ejemplo chusco que miles de páginas de argumentación.

Todos sabemos que en la actual situación, y respaldada por las leyes feministas y represivas, una mujer puede poner fin al sexo, al coito, cuando le de la gana sin dar explicaciones ni poder ser siquiera cuestionada. Da lo mismo que el hombre lleve minutos penetrándola y se encamine hacia la culminación o que ella decida interrumpir in media res una hasta entonces entusiasta felación. En cuanto dice: ya me he aburrido, solo queda encogerse resignadamente de hombros y transigir. Por supuesto, todos lo sabemos, tal circunstancia es aprovechada por muchas solo para ejercer su violencia contra el hombre: se le lleva a un punto de no retorno y se le abandona con desprecio y arrogancia. Si el tipo, pensando en su propio bien, transige, es objeto de burlas y desprecios. Si, cegado por la pasión, persevera en su intento, acaba siendo acusado de violación y crucificado en los juzgados y los medios (o las redes) al amanecer. Las leyes feministas favorecen el abuso y la provocación contra el varón y hay una minoría significativa de jovencitas (y no tan jovencitas) adoctrinadas que gustan de practicar esta provocación para humillar o encarcelar a hombres, especialmente jóvenes inexpertos, todos los fines de semana. Pero no se habla de eso. Yo lo sé porque me lo han contado víctimas y, entre risas malvadas, verdugas que actúan con premeditación, alevosía y sabiendo muy bien lo que hacen y a quién se lo hacen, aunque su aspecto general sea inocente, virginal y dulce.

En el otro plato de la balanza, y tampoco se habla de ello, están las posibilidades efectivas que tienen los hombres para interrumpir un acto sexual motu proprio. ¿Qué sucede si un hombre decide, a mitad de coito o de cunnilingus, retirarse y parar? La furia de la hembra defraudada se desata. La renuncia es contada en el número de los gatillazos y el tipo una vez más ridiculizado y vilipendiado in situ (y generalmente a gritos y con arrebatos de cólera y golpes) y a posteriori urbi et orbe por redes sociales y chismes presenciales en aquelarres de amigas y amiguis determinadas a penalizar la renuncia con el desdén y la burla cuando no con una denuncia por violación…para lo cual hay que alterar los hechos, si bien eso no importa porque a ellas siempre se las debe creer.

Pensemos en estos hechos que sottovoce suceden todos los fines de semana en nuestros pueblos y ciudades, especialmente entre adolescentes y jóvenes, y detrás de los cuales siempre hay una o varias cuarentonas de mala baba adoctrinando a sus pupilas y buscando, lo digo a menudo porque es cierto, llevárselas a la cama con unas milongas u otras. A mi el lesbianismo, la bisexualidad y la pasión de las cuarentonas por las adolescentes no me incomodan, me parecen bien. La toxicidad feminista que despliegan algunas de estas safos decadentes y psicopáticas para obtener sus fines son, en cambio, además de inmorales, delictivas.

Pero la omertá se impone, la represión y la censura del feminismo ocultan sucias realidades que nadie se atreve a denunciar y muchos, retirados del mundo por sus matrimonios o sus años, ni siquiera son capaces de ver.

Conviene también ver esta entrada sobre la ley del sí es sí, o esta sobre los discursos misóginos en internet o esta sobre las claves de la estrategia feminista.

© Fernando Busto de la Vega

YA NO QUIERO SER PROGRE

A ver si lo entiendo: según la nueva ley Belarra de protección animal no puedo matar a una rata que invada mi casa ni prevenir ni combatir la irrupción de plagas en mi hogar. Será porque los roedores son simpáticos animalitos que nunca han transmitido enfermedades, ensuciado provisiones, atacado al ser humano ni esparcido la peste.

Por otro lado, dicen que para proteger el medio ambiente (en realidad se trata de un caballo de Troya, una mentira interesada de los veganos fanáticos) he de dejar de comer productos pecuarios (cerdo, ternera, queso, leche…) y sustituirlos en mi plato por insectos.

Además, la normal y saludable relación entre los sexos que, digan lo que digan las feministas histéricas, siempre se basó en el respeto, el buen humor y el placer, ha devenido en un enfrentamiento tóxico, ruin, histérico y peligroso en el que prima la mala baba, el mal humor y no existe más placer que el maligno de las lesbianas viejas y feas viendo como el alterado ambiente les ofrece nuevas e insospechadas oportunidades para llevarse al catre jovencitas (y, ojo: adolescentes) totalmente desnortadas, traumatizadas y asustadas por su propaganda anti-hombres.

Si eso es el progresismo, ya no quiero ser progre.

© Fernando Busto de la Vega.

TIRAMISÚ Y MICROMARICONISMOS

Si atendemos al relato oficial impuesto desde el poder llegaremos a creer que la sociedad en la que vivimos es violenta, agresiva y salvaje y que este peligro siempre parte de los mismos, los hombres blancos heterosexuales, de un colectivo que, según parece, debe vivir encadenado y salir a la calle con bozal. Todo es agresión. Hay legiones de voceros y activistas que no hacen sino clasificar, inventar y publicitar listas de microagresiones a determinados constructos sociales cuyos supuestos miembros a menudo no se identifican como tales, dentro de una feroz campaña de control social totalitario de corte maoísta mucho más peligrosa e insidiosa de lo que pueda parecernos si no la analizamos con cierta atención. Todo son micromachismos, microrracismos, microhomofobias, microleches en vinagre.

En ocasiones, humorísticamente o no, la cosa llega a extremos kafkianos, por ejemplo: te encamas con una preciosa rubia de ojos azules y una rotunda negra de lomos color chocolate y esta última medio se enfada y te llama racista porque se la metes primero a la rusa. Invitas a cenar a otra y te llama machista si la dejas pasar primero por la puerta o le acercas la silla para que se siente y maleducado si no lo haces. Eres machista si le pagas la cena y rácano si no lo haces…y un cabrón, al que se puede insultar y arrojar objetos contundentes, cuando te hartas, te levantas de la mesa y te vas diciéndole que la aguante su abuela.

Como digo, en ese relato progre y dominante, y ferozmente maniqueo, la violencia siempre va en la misma dirección y hay toda una caterva de ofendiditos dispuestos a crucificar al señor blanco heterosexual por sus microherejías inventadas. ¿Qué sucedería si ese colectivo maldito invirtiera las tornas y comenzara a ofenderse también y a victimizarse? Podríamos hablar de la violencia institucional instalada en los medios represivos (policía, juzgados…) donde sistemáticamente se ignora la presunción de inocencia de los hombres, colectivo discriminado y perseguido por el feminazismo, de la ejercida por esa misma secta y el Mariconismo Internacional en los medios de comunicación, contra el mismo colectivo acosado, insultado y vilipendiado como lo fueron los judíos en la Alemania nazi…

Pero no quiero profundizar tanto. Hoy estoy de buen humor (en mi ciudad es puente de comer roscones para celebrar la festividad de San Valero y estoy a punto de batir un record en esa especialidad) y me limitaré a ofenderme un poco por un micromariconismo del que he sido víctima.

Salgo a comer con un amigo para celebrar la cercana publicación de mi próxima novela (El Incidente Lesmes) y regalarle algún ejemplar que el tipo, obstinadamente, se empeña en remunerarme. Llegan los postres, él se entrega al pacharán y yo, a pesar del exceso de roscones, me doy con denuedo al tiramisú. Pues bien: la camarera me trae mi tiramisú con dos cucharitas para que lo compartamos, sonríe y nos guiña el ojo llamándonos “parejita”…Ha supuesto que somos maricones y estamos liados, y le parece muy bien, es moderna y enrollada.

Por lo visto uno no puede salir a comer, ni a nada, con un amigote sin que el prejuicio gay que se está imponiendo en la sociedad haga presuponer que lo normal es que esos dos tipos sean pareja. Y a mí eso, como macho alfa de la especie, me molesta, me ofende y me encocora. No hay nada de malo en ser maricón, dicen, pero no deben mezclarse churras con merinas.

¡Que me ha ofendido el micromariconismo, vaya! …¡Con lo que me gusta el tiramisú y ya no voy a poder tomarlo en público, y menos en compañía de varones, para no sufrir la agresión del mundo feminista-progre-maricón en forma de micromariconismo!

En fin…El siglo XXI…Mao en la sombra y los putos wokes indocumentados cacareando…Así nos va.

© Fernando Busto de la Vega.