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LO DE VINICIUS

VINICIUS, OBSÉRVESE LA PROPAGANDA DE UNOS ESTADOS ISLAMISTAS DE IDEOLOGÍA TEOCRÁTICA Y MEDIEVAL QUE LLEVA EN LA CAMISETA.

La impostura y la hipocresía son los grandes males del siglo XXI, aquellos que nos conducen de cabeza a la implosión de la civilización.

Analicemos desapasionadamente el asunto de ese futbolista al que los miembros de la hinchada rival han insultado por el mero hecho de ser negro (un negro del equipo contrario). La cosa puede parecer simple, pero cuando reparamos en ella sin la agitación tumultuaria del momento nos remite a otros niveles que se obvian interesadamente. En primer lugar, todos los Estados favorecen un deporte embrutecedor y de escaso calado moral e intelectual como es el fútbol por motivos económicos y de control social. El problema no es el racismo, sino el fútbol y el papel de válvula de escape para la violencia contenida de una plebe desesperanzada, sin futuro y sin educación que cumple permitiendo la permanencia de regímenes ineficaces e injustos tanto en el primer mundo como en el tercero. Así las cosas, conviene la aparición regular de escándalos avivados artificialmente para hacer demagogia e imponer la ideología dominante en un juego oculto de dominación y asentamiento de las oligarquías. De ahí que cualquier cosa pueda y deba ser usada demagógicamente. En ese sentido el arrebato hipócrita y puritano de Lula da Silva y la agitación interesada en Brasil y los países anglosajones y adscritos a la línea maoísta antieuropea (el racismo antiblanco, en suma) dista mucho de ser inocente. Busca objetivos políticos determinados. No debemos, pues, atribuirle ningún valor moral o ético. Esto debemos tenerlo muy en cuenta. Es solo politiqueo del sucio y rastrero.

En segundo lugar nos encontramos ante un profesional, el tal Vinicius, que cobra TRES MILLONES de EUROS al año por darle patadas a un balón en un espectáculo de masas destinado a desfogar a la plebe y mantener el statu quo oligárquico, que se hace el herido y el ofendido por el mero hecho de que los hinchas contrarios le insulten de tal o cual modo. ¿Es eso hipocresía o no lo es? Y, claro, victimismo, que es el arma habitual de los que carecen de argumentos y pretenden imponer su ideología y sus privilegios sobre los de aquellos que tildan de “agresores”.

El tipo millonario, que lo es precisamente por someterse a un juego que consiste en calmar las frustraciones de una población a la que la oligarquía dominante ha arrebatado las esperanzas y que se presta a estimular el consumismo mediante la publicidad así como a erigirse en ejemplo torticero para los jóvenes ofreciéndoles una supuesta vía de escape de su miseria mediante un juego amañado, se hace la víctima y lloriquea porque algunos de esos aficionados rivales que no llegan a fin de mes y a los que ayuda a soltar bilis los domingos para que trabajen sumisamente el resto de la semana le insultan (cosa que va en su sueldo de TRES MILLONES DE EUROS, si cobrase trescientos…)

Y lo verdaderamente importante de todo esto, que es a donde voy, es que toda la demagogia y la hipocresía de este caso oculta una realidad que no tiene nada que ver con la raza sino con la clase.

Los chicos de los barrios obreros, llenos de inmigración, de las grandes ciudades europeas y americanas, no ven cortadas sus alas por su raza. Un chico negro o magrebí condenado a trabajos inestables con sueldos de miseria no lo están por su raza, sino por su origen social. Los chicos blancos de esos mismos barrios sufren exactamente la misma discriminación, pero gimoteando y avivando el victimismo y el fantasma del racismo, los oligarcas (y Lula de Silva y otros rojos de libro están a su servicio, que a nadie le quepa duda, la verdadera izquierda transformadora es masacrada mucho antes de que pueda alcanzar el poder, la que gana elecciones está siempre domesticada) consiguen dividir a la ciudadanía, enfrentar a unos chicos contra otros y mantener a raya el descontento social. La demagogia de la izquierda es siempre el más eficaz caldo de cultivo de la acción ultraderechista y de los extremismos raciales y religiosos (sin izquierda no existirían yihadistas en Europa, ni nazis).

El caso Vinicius, como toda la demagogia del racismo, es solo una estratagema populista para dividir a los pobres. Una estrategia de los ricos (aunque la voceen quienes se proclaman portavoces de los pobres y de los supuestos valores universales progresistas) para seguir siéndolo y debilitar la oposición social.

A VER SI LO ENTENDEMOS: EL PROBLEMA DE FONDO ES LA EXCLUSIÓN SOCIAL, LA CLASE, NO LA RAZA. Y todos los jipidos puritanos antirracistas solo tienen como finalidad ocultar esa realidad incontrovertible y seguir manteniendo dividido y enfrentado al proletariado.

Entrad menos al trapo y pensad más, nos iría a todos mejor.

© Fernando Busto de la Vega.

SHAKIRA, PIQUÉ Y LA MADRE QUE LOS PARIÓ

¿Qué me importan a mí Shakira y Piqué? Nada en absoluto. Experimento la mayor indiferencia por el fútbol, por eso que llaman celebrities (salvo que sean mozas de buen ver y aparezcan imágenes suyas desnudas, ligeras de ropa o en actividades licenciosas) y creo que jamás he escuchado conscientemente, y mucho menos entera, una canción de Shakira. Ergo que su divorcio y todo lo que tiene que ver con él me la trae al pairo.

Desgraciadamente, hay gente que se exalta fácilmente y tiende a la expansión de sus afectos y tirrias. Por lo visto, consideran fundamental que todo el mundo, incluso desconocidos indiferentes, se enteren de sus posicionamientos en bandos diversos.

Confieso también que parte de lo sucedido es culpa mía, de mis malas costumbres. Tengo la de desayunar fuera de casa, en alguna cafetería cercana, y ello, claro es, te pone en contacto directo con la realidad más cutre y visceral del entorno circundante.

Hoy, cuando he llegado a la cafetería de turno, mi camarera habitual estaba hablando con un cliente de no se qué canción de vituperio que la cantante le ha dedicado al futbolista. Mientras aguardaba mi café con churros, otro de los clientes, un gigantón cincuentón, ha entrado en brote decantándose en contra de Shakira y denostándola a la voz de sinvergüenza y egoísta por no pensar el efecto que su canción iba a tener en sus hijos…lo que iban a decirles en el colegio.

Y el tipo, dando grandes voces, esputando salivillas a diestro y siniestro y sujetándome de la solapa y zarandeándome furibundamente buscaba mi aprobación…se la he dado, naturalmente, aterrorizado. Luego me ha quedado la duda higiénica de si tomarme los churros sobre los que había estado despotricando o dejarlos en el plato una vez pagados…gran dilema que no resolveré al curioso lector.

Finalmente, de regreso a casa, acongojadísimo por el suceso y tremendamente afectado por mi confrontación con la ira del ciudadano medio, he comprendido que necesitaba un lenitivo para tranquilizar la conciencia (y cabrear a algunas)… en otras palabras: ver culos y tetas.

Por lo tanto, y buscando una excusa plausible que me permitiera añadir una última foto a esta entrada de viernes convulso, he querido recordar el calvario que vivió en el colegio el hijo de Sylvia Kristel a quien sus compañeros le enseñaban fotografías de su madre desnuda, imágenes lascivas con las que se masturbaban con fruición y empeño digno de mejor causa. Fotos como la que sigue:

Y, ya de paso, preguntarme si a los hijos de Corinne Cléry, si es que los tuvo, les pasaba lo mismo. Recordemos:

Con todo lo cual quiero decir que algún día no lejano deberemos hacer una entrada sesuda y seria sobre el cine erótico de los años setenta y su relación con la estrategia de la tensión para contrarrestar los avances de la contracultura…ojo, que es un tema más interesante y profundo de lo que parece.

© Fernando Busto de la Vega.

ESPAÑA-MARRUECOS: MÁS QUE FÚTBOL, UN SÍNTOMA

Nunca he sentido la menor afición por el fútbol, ni siquiera he perdido el tiempo en jugarlo jamás, ni aun cuando era la única opción de diversión que podían llegar a admitir mis amigos en el colegio o en la calle. De modo que no he seguido el polémico mundial de Qatar ni me ha producido ninguna emoción la previsible derrota de España.

Pero, una vez que me he visto involucrado en las conversaciones universales sobre tan nimio asunto, he pensado que serviría de buena percha para otro de mucho mayor calado.

Lo sucedido en el campo de juego durante el mundial de Catar (utilizaré aquí la nueva grafía aceptada por la Real Academia) no es solo un hecho deportivo, es un síntoma.

España vive en la autocomplacencia, en el autobombo, inmersa en absurdas guerras culturales que no conducen a ningún sitio salvo a la autodestrucción, en manos de sus enemigos (independentistas, neoliberales al servicio del imperialismo yanqui, rojos al servicio del imperialismo ruso, chino y bolivariano, progres pacifistas que no entienden el mundo en el que viven ni la Historia a la que pertenecen y las obligaciones morales y de supervivencia que ello les acarrea, mafias, corruptos, la sempiterna oligarquía cleptocrática e incompetente encabezada por los Borbones…y solo cito algunos) y convencida de que por su mera ubicación geográfica en Europa es superior…en cambio Marruecos es una tiranía salvaje e imperialista, un cáncer testicular que nos ha crecido desde 1956 en los bajos geoestratégicos, que no vive sino para armarse y destruir España. Nos han arrebatado ya el Sáhara Español y otras provincias africanas, amenazan directamente Ceuta y Melilla, ambicionan Andalucía y las Canarias…y no cesan de armarse, prepararse y hacer crecer su ejército para conseguir sus objetivos mientras nosotros nos abandonamos a la molicie, la estulticia y el pacifismo.

Lo que sucedió en el mundial de Catar con la selección marroquí no fue una casualidad, fue un síntoma, incluso un augurio de lo que nos espera. España, ha muerto. Estamos abocados a una nueva reconquista y con los mimbres de los que disponemos…pintan bastos.

Una última apreciación: hay toda una generación de adolescentes marroquíes y de otras partes del Magreb nacidos y criados en España que he visto arder de júbilo y saltar de emoción con la goleada de España a Costa Rica…la derrota ante Marruecos ha hecho que los perdiéramos, quizá definitivamente. Es un dato, otro síntoma que debería enviar al destierro a los miembros de la fracasada selección española empezando por su entrenador que ha hecho a España mucho más daño que el simplemente deportivo. Pero aquí, en este país de avestruces, no pasa nada. Todos seguimos con la cabeza escondida en el suelo sin querer ver la realidad.

© Fernando Busto de la Vega.