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CASIA DE CONSTANTINOPLA: TEOLOGÍA EN UN CONCURSO DE BELLEZA.

Hemos de situarnos a comienzos del siglo IX. Sí, ya sé que muchos de vosotros pensáis que eso de los concursos de belleza es una rareza surgida con la plenitud del capitalismo yanqui en el siglo XX, pero los concursos de belleza femenina con formatos más o menos similares y siempre adaptados a los tiempos se remontan a la Guerra de Troya. De hecho, no lo olvidemos, mitológicamente esta comenzó a causa de un concurso de belleza entre las diosas Hera, Afrodita y Atenea que dirimió el iluso de Paris Alejandro.

PARIS ( TOCADO CON UN OPTIMISTA GORRO DE INICIADO MISTÉRICO) BUSCÁNDOSE PROBLEMAS AL ELEGIR A AFRODITA COMO LA DIOSA MÁS BELLA. NÓTESE EL DETALLE ANTROPOLÓGICO DE QUE YA EN ESTA ÉPOCA (SIGLO V, D. C.) GUSTABAN EL PUBIS DEPILADO Y LAS MEDIAS HASTA LOS MUSLOS. LAS COSAS NO CAMBIAN TANTO COMO PENSAMOS.

Entre mediados del siglo VIII y mediados del siglo IX el medio habitual de los emperadores bizantinos para elegir esposa era, precisamente, la organización de concursos de belleza.

Naturalmente la cosa no era tan simple. La belleza era una excusa para elegir una consorte apropiada. La época que el imperio atravesaba no resultaba sencilla. Los árabes por el este y el sur y los búlgaros por el norte presionaban las fronteras amenazando seriamente su supervivencia. Además, la situación dinástica era precaria, especialmente después de que la emperatriz Irene cegara, castrara y depusiera a su hijo Constantino VI en 797 creando una situación de ilegalidad que permitió al franco Carlomagno coronarse emperador en occidente, concretamente en Roma en el año 800. Los golpes de Estado y las conjuraciones se sucedían y los emperadores necesitaban a menudo alianzas regionales y familiares que añadir a sus apoyos militares y eclesiásticos para mantenerse en el trono e intentar instaurar una nueva dinastía. Por eso se solían convocar en Constantinopla concursos de jóvenes casaderas entre las que el emperador o su hijo elegían a la más bella, que solía ser, también, miembro de una importante familia que constituyera un apoyo territorial, político, religioso y fáctico del golpista de turno.

En el año 820 el emperador León V, que había llegado al trono mediante un golpe de Estado al traicionar a Miguel I Rangabé en la batalla de Versinikia (813), fue a su vez depuesto por el golpe de Miguel II que hubo de enfrentarse hasta 823 con otro rival: Tomás el Eslavo, apoyado por los árabes del califato de Bagdad, al que acabó derrotando.

Así las cosas, la situación de Miguel II en el trono no podía resultar más precaria y necesitaba rápidamente apoyos, formar un partido que le sostuviese y permitiese establecer una dinastía, de modo que procedió a convocar el ya habitual concurso de belleza para encontrarle una esposa a su hijo y sucesor, Teófilo.

Aunque ahora la época no suscite nuestro interés, y sé que este artículo está condenado a ser muy poco o nada leído, el final del siglo VIII y la primera mitad del IX fue un periodo apasionante parte del cual ya hemos tratado aquí al hablar del golpe del general Toto en Roma y la creación de los Estados Pontificios o la oposición de la shubiya a los árabes y el islam al tratar del poeta Abu Nuwás.

Decíamos que el golpe de la emperatriz Irene permitió el restablecimiento del imperio en occidente aupando a los Carolingios a la más absoluta supremacía y dando inicio a toda una nueva fase de la historia de Europa occidental que no concluyó hasta la coronación imperial de Napoleón a comienzos del siglo XIX y debemos informar al lector sobre la trascendencia del combate entre la iconodulia y la iconoclasia en el imperio bizantino.

Observada superficialmente, la disputa entre iconodulos (partidarios de la adoración de imágenes sagradas) e iconoclastas (enemigos de la misma) puede parecer irrelevante, simple fruto del fanatismo sectario de monjes ortodoxos contra una nobleza y un ejército opuestos a su poder y que les atacaba negando precisamente una de las bazas propagandísticas más importantes de dichos monjes: la posesión en monasterios de afamados y reverenciados iconos; sin embargo, la disputa tiene raíces mucho más profundas. No debemos olvidar que en ese momento el poder del islam, y especialmente del califato abasida de Bagdad, estaba alcanzando su cénit y que, junto con este, y a pesar de la oposición de la que ya hablamos al respecto de Abu Nuwás, se extendía su influencia teológica y cultural de tal modo que la iconoclasia era un caballo de Troya para dicha influencia en Bizancio y anunciaba, quizá, algún tipo de evolución teológica que desbaratase el legado católico de Constantino el Grande conduciendo a una forma de islamización que quizá llegase a allanar el camino de los abasidas al trono imperial, lo que hubiera cambiado radicalmente la historia de Europa y del mundo. No era asunto baladí lo que se jugaba. Pero no voy a aburrir al lector con las idas y venidas de la iconoclasia y la iconodulia a lo largo de prácticamente un siglo. Diremos, simplemente, que Teófilo, el hijo de Miguel II, era rabiosamente iconoclasta y estaba muy influido por la mentalidad islámica desde su infancia. Vivía en Constantinopla, pero no dejaba de mirar a Bagdad.

ÁUREO DEL EMPERADOR TEÓFILO, QUE NOS MUESTRA UN RUDIMENTARIO RETRATO DEL MISMO.

Como ya explicamos, Miguel II había llegado al poder mediante un golpe de Estado en 820 y hubo de defender su trono a lo largo de una dura guerra civil (en la que le apoyaron los entonces poderosos búlgaros mientras los también poderosos abasidas, califas de Bagdad, apoyaban a su rival, Tomás el Eslavo) hasta 823. Estaba muy necesitado de apoyos y para ello precisaba emparentar con la aristocracia de Constantinopla, motivo por el cual convocó el habitual concurso de belleza para elegir a la esposa de su heredero, Teófilo.

Se discute mucho sobre si dichos certámenes estaban amañados y se acordaba previamente su resultado citándose a las demás participantes como un medio de honrar a sus poderosas familias y confirmar su cercanía al trono o si realmente la belleza y la decisión del príncipe jugaban algún papel determinante. Sea como fuere, en el certamen de belleza para elegir a la esposa de Teófilo, las cosas no salieron como se esperaba.

Insisto en que Miguel II necesitaba desesperadamente una alianza con la aristocracia de la capital y, en ese contexto, la candidata elegida parecía ser la poetisa Casia, hija de un poderoso guardia de palacio y cuñada de un general iconoclasta y con gran influencia en el ejército. Además era hermosa, las fuentes no dejan de loar su belleza, culta e inteligente. Solo tenía un defecto: era una iconodula radical a la que en la época del concurso, cuando andaba entre los quince y los veinte años, ya habían azotado públicamente en dos ocasiones por su cerrada defensa de la adoración de los iconos e imágenes sagradas. Y, como sabemos, Teófilo era un iconoclasta radical, de hecho, fue el último emperador iconoclasta. ¿Podía funcionar una unión semejante? En realidad, sí. Si Casia, la ilustre poetisa, hubiera permanecido calladita.

Al principio todo pareció ajustarse al guion preestablecido. Las jóvenes aristócratas se reunieron en Constantinopla para competir por el corazón del príncipe que, como en el mítico juicio de Paris, debía entregar una manzana de oro a la elegida, y Teófilo se dirigió hacia Casia, la hija del poderoso guardia de palacio, la cuñada de un prestigioso general, la descendiente de una noble familia mucho más antigua que la sucesión de golpistas que llevaba décadas accediendo indebidamente al trono…pero Teófilo tenía muy claras sus ideas. Era un iconoclasta ferviente, estaba por hacer virar la herencia de Constantino hacia el faro de Bagdad (y quizá, en cierto grado, de Mahoma). Era, como todos los que vivían influidos por ese canto de sirenas musulmán, crítico con el papel de la Virgen María, a la que los musulmanes no ven como la madre de Dios, sino como una mujer normal y, por supuesto, no la consideran libre de pecado. Más o menos abiertamente, Teófilo, estaba en esa idea. Naturalmente, Casia, iconodula intransigente, la detestaba.

De modo que el joven Teófilo se dirigió, manzana de oro en mano, hacia la poetisa (ya entonces era afamada por sus versos a pesar de su juventud) Casia y le ofreció el premio no sin pronunciar la frase:

—A través de la mujer fluye la maldad.

Que venía a atacar indirectamente a la Virgen y, de paso, acentuar la idea de que la mujer había traído el pecado a la Humanidad a través de Eva justificando así la habitual política musulmana de relegar a la mujer a un segundo plano.

El guion indicaba que Casia debería haberse callado, aceptado la manzana de oro y convertirse en emperatriz…pero a Casia no la habían azotado en vano dos veces por sus ideas y no en vano era una mujer culta y educada que se resistía a no debatir, de modo que le espetó al ya casi emperador:

—Pero a través de una mujer emana lo mejor.

Reivindicando el papel de Cristo como mesías y de la Virgen María como vehículo de la salvación. Es decir: oponiéndose firmemente a la iconoclasia y al perfume islámico que ocultaba.

Ofendido, Teófilo le dio la espalda a Casia, y a su poderosa familia asentada en la corte, y le entregó la manzana de oro a Teodora, perteneciente a una familia noble de Paflagonia, una provinciana, e igualmente hermosa e iconodula que mantuvo la boca cerrada, se casó con él fue emperatriz…y al quedarse viuda en 840, como regente de su pequeño hijo Miguel III, acabó definitivamente con la iconoclasia restaurando la iconodulia.

Casia fundó un convento y continuó su carrera poética alcanzando grandes cotas de fama y respeto y llegando casi a santa. Hoy muchos la han olvidado. Su poesía religiosa ha pasado de moda. Está, sin embargo, entre las mujeres hermosas y sabias de la antigüedad a las que sigo amando a pesar de los siglos transcurridos (Safo, Wallada, Beatriz di Fosco Portinari, María Balteira…y tantas otras).

Quiero acabar esta entrada con una fotografía de la actual Miss Universo, lo ignoro todo sobre ella ¿tendrá opiniones teológicas? ¿Y políticas? ¿Atesorará dotes poéticas o literarias? ¿Habrá fotos de ella desnuda o existirán vídeos de contenido sexual?…Quiero decir: ¿Le hubiera gustado al emperador Teófilo?

© Fernando Busto de la Vega.

LA CAÍDA DE PUTIN (Y SU POSIBLE PRECIO)

Salvo el de Estados Unidos en relación con la guerra de Vietnam (y el asunto merece un estudio en profundidad que todavía no se ha abordado con seriedad), ningún régimen ha podido sobrevivir a una guerra impopular que, además, se pierde. La Rusia de Putin no será una excepción. El problema son los tiempos de la caída y lo que pueda suceder en ellos.

La Historia resulta siempre un referente eficaz y útil para comprender el presente y predecir con éxito el futuro. A ese respecto podemos establecer interesantes paralelismos entre lo que supone la guerra de Ucrania para la Rusia actual y lo que supuso la Guerra del Rif para la España del siglo pasado.

Evidentemente, la Guerra del Rif condujo indefectiblemente a la caída del régimen canovista y a la proclamación de la república en 1931. El problema fueron los tiempos. El primer desastre de aquella guerra, en la que murieron reservistas que llevaban menos de una semana en filas a causa de la ineptitud de sus mandos profesionales fue el Desastre del Barranco del Lobo, en 1909. Esta debacle condujo de inmediato a las enérgicas protestas de la Semana Trágica que no hicieron caer al régimen. Ni siquiera llegaron a tambalearlo. La guerra siguió, hubo avances y éxitos, también muchos españoles muertos, heridos y enfermos y un nuevo desastre, el de Annual, en 1921 que condujo a la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Veintidós años transcurrieron entre el primer desastre y las primeras protestas tumultuarias, casi revolucionarias, y el fin del régimen.

Putin, derrotado, o en proceso de derrota, en Ucrania, caerá sin duda. La pregunta es cuando y qué llegará a hacer para mantenerse en el poder y reivindicarse (o vengarse). No solo hablo de la represión en el interior de Rusia y los crímenes de guerra en Ucrania. Desgraciadamente, dispone de armas nucleares…y esperemos que de subalternos sensatos y valientes. En momentos como este, los valores universales que conforman a las personas, sean cuales sean sus creencias e independientemente de su nacionalidad y posición social, profesional y política, son la única esperanza de la Humanidad. Y deberíamos reflexionar a fondo sobre este extremo en el futuro. Si es que llegamos a tenerlo.

© Fernando Busto de la Vega.

LLUVIA, SOL Y GUERRA EN SEBASTOPOL

  • 1-LOS BENEFICIADOS
  • 2-LA OTRA CARA DE LA MONEDA
  • 3-LAS CONSECUENCIAS

1.-LOS BENEFICIADOS

Lluvia, sol y guerra en Sebastopol. Este efímero refrán describía , con cierto optimismo, a mediados del siglo XIX los condicionantes estratégicos que definían una época de bonanza para el agro castellano. Estaba en curso la Guerra de Crimea, circunstancia que bloqueaba las exportaciones de trigo de Ucrania y abría grandes oportunidades de negocio para los productores españoles, que afianzaron su posición económica y política en aquellos años.

2.-LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Desgraciadamente, no todo resulta tan sencillo en la Historia y en la Política. Dentro de España hubo descontentos con la euforia de los productores de grano del interior quienes impusieron políticas librecambistas en Madrid para favorecer sus ventas en el extranjero. No se trataba de políticas descabelladas o basadas en el privilegio. Por el contrario, resultaban muy beneficiosas para la balanza de pagos nacional, necesitada, además, de rápidas y abundantes entradas de efectivo después del desastre económico ocasionado por las guerras que se venían padeciendo desde comienzos del siglo y de la pérdida de gran parte de las provincias españolas de ultramar.

Ahora bien, las oligarquías periféricas, los fabricantes textiles catalanes y los productores metalúrgicos vascos, se veían perjudicados. Sus producciones no podían competir ni en precio ni en calidad, ni siquiera en cantidad, con las inglesas y una política librecambista les damnificaba, razón por la cual pugnaban por el proteccionismo. Era una pugna perdida, el conjunto de España se beneficiaba en ese momento de las políticas librecambistas y la imposición del proteccionismo hubiera supuesto un suicidio económico. Por ese motivo, las oligarquías periféricas sufrieron reiteradas derrotas en las Cortes y apenas contaron con algún gobierno que les escuchara, lo que dio inicio a las consabidas críticas contra el “centralismo”.

3.- LAS CONSECUENCIAS

De esos egoísmos perjudicados por el bien común y las consiguientes críticas al “centralismo” madrileño se alimentaron fantasías regionalistas que derivaron artificialmente (y a causa de la debilidad de los regímenes liberales y la condición social y no nacional de las dictaduras, incluida la de Franco, más preocupada por proteger a los oligarcas frente al pueblo, aunque se tratase de individuos vinculados a los artificiales nacionalismos periféricos, que de asentar España como nación integrada) en los nacionalismos y hasta independentismos que contemplamos hoy en algunas de nuestras provincias peninsulares. Fue así, y por la vía bastarda de la codicia de algunos industriales inmorales más dispuestos a proteger sus bolsillos que a participar en el auge de España mejorando a base de sacrificio patrio e inversiones su competitividad frente a Inglaterra, como una guerra en Ucrania marcó la historia de España a mediados del siglo XIX y sigue afectándonos hoy en día. Me parece adecuado hacer esta reflexión historicista en momentos como los actuales. Nada más.

© Fernando Busto de la Vega