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SHAKIRA, PIQUÉ Y LA MADRE QUE LOS PARIÓ

¿Qué me importan a mí Shakira y Piqué? Nada en absoluto. Experimento la mayor indiferencia por el fútbol, por eso que llaman celebrities (salvo que sean mozas de buen ver y aparezcan imágenes suyas desnudas, ligeras de ropa o en actividades licenciosas) y creo que jamás he escuchado conscientemente, y mucho menos entera, una canción de Shakira. Ergo que su divorcio y todo lo que tiene que ver con él me la trae al pairo.

Desgraciadamente, hay gente que se exalta fácilmente y tiende a la expansión de sus afectos y tirrias. Por lo visto, consideran fundamental que todo el mundo, incluso desconocidos indiferentes, se enteren de sus posicionamientos en bandos diversos.

Confieso también que parte de lo sucedido es culpa mía, de mis malas costumbres. Tengo la de desayunar fuera de casa, en alguna cafetería cercana, y ello, claro es, te pone en contacto directo con la realidad más cutre y visceral del entorno circundante.

Hoy, cuando he llegado a la cafetería de turno, mi camarera habitual estaba hablando con un cliente de no se qué canción de vituperio que la cantante le ha dedicado al futbolista. Mientras aguardaba mi café con churros, otro de los clientes, un gigantón cincuentón, ha entrado en brote decantándose en contra de Shakira y denostándola a la voz de sinvergüenza y egoísta por no pensar el efecto que su canción iba a tener en sus hijos…lo que iban a decirles en el colegio.

Y el tipo, dando grandes voces, esputando salivillas a diestro y siniestro y sujetándome de la solapa y zarandeándome furibundamente buscaba mi aprobación…se la he dado, naturalmente, aterrorizado. Luego me ha quedado la duda higiénica de si tomarme los churros sobre los que había estado despotricando o dejarlos en el plato una vez pagados…gran dilema que no resolveré al curioso lector.

Finalmente, de regreso a casa, acongojadísimo por el suceso y tremendamente afectado por mi confrontación con la ira del ciudadano medio, he comprendido que necesitaba un lenitivo para tranquilizar la conciencia (y cabrear a algunas)… en otras palabras: ver culos y tetas.

Por lo tanto, y buscando una excusa plausible que me permitiera añadir una última foto a esta entrada de viernes convulso, he querido recordar el calvario que vivió en el colegio el hijo de Sylvia Kristel a quien sus compañeros le enseñaban fotografías de su madre desnuda, imágenes lascivas con las que se masturbaban con fruición y empeño digno de mejor causa. Fotos como la que sigue:

Y, ya de paso, preguntarme si a los hijos de Corinne Cléry, si es que los tuvo, les pasaba lo mismo. Recordemos:

Con todo lo cual quiero decir que algún día no lejano deberemos hacer una entrada sesuda y seria sobre el cine erótico de los años setenta y su relación con la estrategia de la tensión para contrarrestar los avances de la contracultura…ojo, que es un tema más interesante y profundo de lo que parece.

© Fernando Busto de la Vega.

EL BIQUINI Y EL OMBLIGUISMO MODERNO

Sin duda dos de las características de la época que nos ha tocado vivir son la ignorancia y la arrogancia adanística de creerse el centro de la historia y el principio de todo. Podría disertar larga y sesudamente al respecto, pero, dadas las fechas, prefiero expresar la misma idea de modo ligero y mundano (y a ser posible, rodeándome de chicas guapas ligeras de ropa, que no está de moda y por eso mismo, además de tonificante, es subversivo: hay dictaduras que deben ser combatidas).

En fin: es inevitable que todos los años, llegado el verano, surjan como hongos en la prensa “seria” ilustrativos artículos sobre el origen de esta prenda. La mayoría, siguiendo los lugares comunes del corta y pega universal que se ha convertido en la forma de cultura y civilización que padecemos, aluden al invento del biquini por parte de no sé qué francés (ya sabemos que los franceses se creen el centro del mundo y de la Historia y consiguen que los anglosajones se lo crean, lo que delinea la verdad oficial predominante) allá por 1946 y muestran esta imagen como prueba histórica del primer bikini:

Pero bueno, para no alargarnos: el biquini lo habían inventado ya las romanas, como demuestra el mosaico del siglo IV encontrado en Villa de Cassale, Sicilia, y que nos muestra a varias jóvenes practicando deportes en una época en que el cristianismo ya presionaba contra la desnudez, especialmente femenina.

Como información adicional, diré que la prenda inferior, recibía en Roma el nombre de Subligar, la braca, origen de la palabra braga, era una prenda masculina que solo adoptaron las romanas en el norte y por cuestiones climatológicas. En cuanto a la prenda superior recibía el nombre de strophium o mamillare, si bien las niñas que entraban en la pubertad y empezaban a ver desarrollarse sus tetas (en español se dice tetas, eso de “pechos” es introducción clerical) usaban una versión más suave y menos ceñida que recibía el nombre de fascia.

En cuanto al tanga y el topless (¿me censurará WordPress si pongo una foto de una chica en tanga y en topless? estoy casi seguro de que sí, pero…)

Lo sé, he arriesgado poco.

Bueno: también lo inventaron los romanos.

Sabemos que las gladiadoras (las hubo) luchaban siempre con la parte superior del cuerpo desnuda, nada extraño, también lo hacían las mujeres duelistas del siglo XIX.

Por otra parte, y gracias a que llegó a emperatriz, conocemos bastantes detalles de la vida de Teodora, que, entre otras cosas, fue actriz y bailarina en Constantinopla.

Comenzó bailando desnuda a los nueve años en un coro que acompañaba a su hermana mayor, de doce, que era la estrella del espectáculo representando a Afrodita. A los quince, Teodora ejercía ya de vedette, cantando, bailando, representando números picantes de mimo y haciendo chistes mezclada entre el público. Para entonces vestía ya un tanga porque las diatribas de los cristianos contra el teatro comenzaban a tener consecuencias prácticas y se decretó que las mujeres no podían aparecer completamente desnudas en escena, de modo que empezaron a salir con los subligares más diminutos que podían conseguir. Esta introducción forzada por la Iglesia del tanga en escena ocurrió en torno al año 513.

Pues eso: que no todo se inventó en el siglo XX y mucho menos en el XXI.

Y vámonos ya a la playa (o a la terraza de turno).

© Fernando Busto de la Vega.