LA INVASIÓN RUSA Y LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES

Un conquistador debe serlo. Un ejército victorioso es siempre un ejército leal y dispuesto a afrontar los sacrificios de la guerra sean estos cuales sean. Las cosas cambian cuando la victoria se demora y el orgullo se quiebra. Entonces el “conquistador” que lo rige puede empezar a temer por su propia cabeza (ya sea metafóricamente o no).

El ejército de los Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam cuando sus miembros dejaron de poder pasearse orgullosamente por su propio país vistiendo el uniforme militar y Atila difícilmente hubiera muerto de un infarto en su noche de bodas allá por el 453 si después de la derrota en los Campos Catalaunicos (451) no hubiera logrado destruir Milán y Aquilea (452), esta última, hay que decirlo, de pura chiripa.

Del mismo modo, la guerra colonial portuguesa (1961-1975), que no parecía poder ganarse, fue un factor fundamental para el golpe de Estado contra la dictadura de aquel país en 1974. La llamada Revolución de los Claveles se produjo por el hartazgo del ejército portugués en una prolongada guerra sin gloria en las colonias y desembocó en una inmediata (y, para mí, vergonzosa) rendición en todos los frentes.

Putin se encuentra ahora mismo en esa misma situación, con muchos soldados de reemplazo llenos de rencor por haber sido arrojados al estercolero de una guerra difícil de ganar y sin gloria y con muchos oficiales y jefes (han muerto ya tres generales, dos de ellos rusos, checheno el otro) preguntándose qué demonios hacen en semejante laberinto y avizorando un futuro todavía más sacrificado y complejo para ellos.

Nos acercamos a los idus de marzo. Y añado: ¿nos acercamos a los idus de marzo?

© Fernando Busto de la Vega

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