Category Archives: mundo y carne

PETARDEO FEROZ

A ver si lo he entendido bien. Un marica (perdón, homosexual) borracho tiene una bronca tabernaria con un travelo de tronío (perdón, transexual macizorro) en la fiesta posterior a los Premios Feroz en Zaragoza y eso se convierte en un mediático caso que ejemplifica el acoso sexual de los hombres hacia las mujeres en un remedo cañí del hipócrita y retorcido Me Too yanqui. Pues vale.

Durante décadas esas cosas sucedían todos los fines de semana en los callejones oscuros de los barrios chinos y bajos fondos de las ciudades. Ciertos ambientes son lo que son y no van a cambiar. La diferencia es que ahora se han normalizado y dignificado sin exigirles ningún cambio ni adaptación y se les ha permitido trasladarse a las grandes galas y egregios eventos sociales. Pero ya se sabe, aunque la mona se vista de seda…y luego está el fundamentalismo feminista, siempre a la que salta para regodearse en el victimismo totalitario le incumba o no lo sucedido. No hay más.

Solo diré una cosa: cuando se pierden la vergüenza, la dignidad y las buenas costumbres llega la decadencia. Cuando se permite que la chusma invada los palacios quizá algunos lo consideren una revolución, pero, a la larga, todo acaba en dictadura y sangre, de unos o de otros. Lo dejó aquí.

© Fernando Busto de la Vega.

TIRAMISÚ Y MICROMARICONISMOS

Si atendemos al relato oficial impuesto desde el poder llegaremos a creer que la sociedad en la que vivimos es violenta, agresiva y salvaje y que este peligro siempre parte de los mismos, los hombres blancos heterosexuales, de un colectivo que, según parece, debe vivir encadenado y salir a la calle con bozal. Todo es agresión. Hay legiones de voceros y activistas que no hacen sino clasificar, inventar y publicitar listas de microagresiones a determinados constructos sociales cuyos supuestos miembros a menudo no se identifican como tales, dentro de una feroz campaña de control social totalitario de corte maoísta mucho más peligrosa e insidiosa de lo que pueda parecernos si no la analizamos con cierta atención. Todo son micromachismos, microrracismos, microhomofobias, microleches en vinagre.

En ocasiones, humorísticamente o no, la cosa llega a extremos kafkianos, por ejemplo: te encamas con una preciosa rubia de ojos azules y una rotunda negra de lomos color chocolate y esta última medio se enfada y te llama racista porque se la metes primero a la rusa. Invitas a cenar a otra y te llama machista si la dejas pasar primero por la puerta o le acercas la silla para que se siente y maleducado si no lo haces. Eres machista si le pagas la cena y rácano si no lo haces…y un cabrón, al que se puede insultar y arrojar objetos contundentes, cuando te hartas, te levantas de la mesa y te vas diciéndole que la aguante su abuela.

Como digo, en ese relato progre y dominante, y ferozmente maniqueo, la violencia siempre va en la misma dirección y hay toda una caterva de ofendiditos dispuestos a crucificar al señor blanco heterosexual por sus microherejías inventadas. ¿Qué sucedería si ese colectivo maldito invirtiera las tornas y comenzara a ofenderse también y a victimizarse? Podríamos hablar de la violencia institucional instalada en los medios represivos (policía, juzgados…) donde sistemáticamente se ignora la presunción de inocencia de los hombres, colectivo discriminado y perseguido por el feminazismo, de la ejercida por esa misma secta y el Mariconismo Internacional en los medios de comunicación, contra el mismo colectivo acosado, insultado y vilipendiado como lo fueron los judíos en la Alemania nazi…

Pero no quiero profundizar tanto. Hoy estoy de buen humor (en mi ciudad es puente de comer roscones para celebrar la festividad de San Valero y estoy a punto de batir un record en esa especialidad) y me limitaré a ofenderme un poco por un micromariconismo del que he sido víctima.

Salgo a comer con un amigo para celebrar la cercana publicación de mi próxima novela (El Incidente Lesmes) y regalarle algún ejemplar que el tipo, obstinadamente, se empeña en remunerarme. Llegan los postres, él se entrega al pacharán y yo, a pesar del exceso de roscones, me doy con denuedo al tiramisú. Pues bien: la camarera me trae mi tiramisú con dos cucharitas para que lo compartamos, sonríe y nos guiña el ojo llamándonos “parejita”…Ha supuesto que somos maricones y estamos liados, y le parece muy bien, es moderna y enrollada.

Por lo visto uno no puede salir a comer, ni a nada, con un amigote sin que el prejuicio gay que se está imponiendo en la sociedad haga presuponer que lo normal es que esos dos tipos sean pareja. Y a mí eso, como macho alfa de la especie, me molesta, me ofende y me encocora. No hay nada de malo en ser maricón, dicen, pero no deben mezclarse churras con merinas.

¡Que me ha ofendido el micromariconismo, vaya! …¡Con lo que me gusta el tiramisú y ya no voy a poder tomarlo en público, y menos en compañía de varones, para no sufrir la agresión del mundo feminista-progre-maricón en forma de micromariconismo!

En fin…El siglo XXI…Mao en la sombra y los putos wokes indocumentados cacareando…Así nos va.

© Fernando Busto de la Vega.

UN POCO DE HUMOR RENACENTISTA (SI HABRÁ EN ESTE BALDRÉS)

El puritanismo protestante y evangelista nos está ganando la partida con todo su cortejo de histeria y falta de humor. Esto me aburre y me enfada. Es más: se opone frontalmente a mi forma de ser ( y de pensar y escribir, que es lo fundamental) meridional y romana (y no olvidemos que la civilización es cosa de mediterráneos y levantinos, los germanos fueron siempre, y siguen siendo, bárbaros despreciables que solo encuentran redención cuando se integran y acatan el legado de Grecia y Roma).

De modo que como necesidad moral, cultural y cuasi fisiológica quiero compartir con mis lectores algo de humor salaz y gorrino (con mucha desvergüenza y libertad) del renacimiento español (tan importante o más que el italiano, aunque esta parte también suelan negárnosla los exégetas de la Historia y la Cultura, habitualmente rehenes del sesgo antiespañol emanado de la Contrarreforma y todavía persistente) evocando una festiva composición de Juan del Encina que aparece en el Cancionero de Palacio, recopilación de los “hits” que se cantaban e interpretaban en la corte de los Reyes Católicos allá por el descubrimiento de América, la conquista de Granada y los primeros años del siglo XVI.

La canción, denominémosla así para mejor comprensión, se titula Si Habrá En Este Baldrés y cuenta que tres mozas se afanaban por masturbar a un tipo afortunado que, a pesar de sus respetables dimensiones fálicas, no ofrecía materia suficiente para tantas manos de modo que una de las chicas acabó teniendo que buscarse otra pija, otro carajo para despellejarlo…romántico y triste a un tiempo.

Y, ya de paso, recomiendo estas otras joyas eróticas del medievo español y un repaso a la Lozana Andaluza.

© Fernando Busto de la Vega.

AZAFATAS EN BRAGAS

¿Soy yo o es que nos estamos volviendo memos a pasos agigantados? ¿Soy yo o las mujeres de ahora, tan modernas, tan autosuficientes, tan todo no le llegan a la suela de los zapatos a las de antes? Porque yo me imagino la patada en las partes pudendas y la ristra de tortazos que se hubiera llevado cualquiera que en una entrevista de trabajo le hubiera pedido a mi madre o a las madres de mis amigos que se quedaran en ropa interior. Ahora, en cambio, las chicas se desnudan y luego lloran y se quejan (quizá cuando descubren, porque del 5 de noviembre aquí ha pasado tiempo suficiente, que no han sido seleccionadas).
Sí, como sigo de vacaciones y estoy relajado no dejo de fijarme y sumarme a los escándalos de moda. Hoy me detendré en el de las azafatas candidatas a trabajar en Kuwait Airlines a las que hicieron desnudarse en una entrevista de trabajo. Parece una tontería, pero hay mucha tela que cortar.

Para empezar, y siempre digo que en los detalles está la verdad, la actitud de las candidatas, muy propia del moderno feminismo y del famoso Me Too, es digna de anotar y analizar. Primero transigen (lo mismo da desnudarse que hacer una mamada en una entrevista de trabajo) porque o bien carecen de dignidad o bien de independencia, madurez y fuerza de carácter. Luego, cuando no consiguen el objetivo por el que con mayor o menor intensidad se han prostituido, lloran y protestan, con más fuerza cuando resulta que el asunto sale a la luz y quedan en evidencia.

Esa es la hipocresía infantoide del actual feminismo y de las mujeres que educa.

Ceden, transigen…se prostituyen en suma, y si no consiguen sus objetivos, lloran y se dicen violadas. Ellas nunca son responsables de sus actos indignos.

Señoritas azafatas: la actuación correcta es partirle la cara a quien en una entrevista de trabajo te pide que te desnudes o en una para alquilar un piso te ofrece algún tipo de componenda sexual. No tragar y luego hacerse la víctima ofendida, indefensa y pudibunda. Dos palabras: vergüenza y dignidad. Estos conceptos no se encuentran en el léxico feminista, pero suelen, junto con la responsabilidad y la madurez, ser muy útiles en la vida.

Dicho esto, acabaré sentenciando que este tipo de cosas pasan, simplemente, por primar el dinero por encima de la ética. Como los cabrones islamistas del Golfo son millonarios y saben corromper, lo hemos visto, a los cabrones y cabronas capitalistas y casposos/as de aquí, se les permite actuar en igualdad de condiciones en Europa y pasa lo que pasa, que acaban trasladando sus métodos, intereses y pensamientos a nuestros lares…Menos escándalo, por lo tanto, y más ser consecuentes con lo que representa Europa en cuanto civilización frente a los bárbaros de otros pagos.

© Fernando Busto de la Vega.

LA DESCONFIANZA DEL FEO

Esta entrada podría titularse también “La desconfianza del viejo (o de la madurez, para no resultar tan ofensivo)” o “Gato escaldado del agua fría huye”.

Pues señor (obsérvese el guiño, que la mayoría de vosotros no captaréis, a Romualdo Nogués) uno, a pesar de estar lejos de esa condición, ha adquirido algunas costumbres de jubilado. La más conspicua, la de pasear cuando tiene tiempo libre por el parque cercano a su casa y hasta calentar banquillo durante largo rato para meditar y reflexionar sobre qué escribir o cómo hacerlo.

Estando en ello, este domingo sucedió algo reseñable. Incluso, diría, milagroso y supercalifragilísticoespialidoso rozando con lo chiripitifláutico ( y ojo: ambas son referencias muy anteriores a mí).

Hallábase este pobre escribidorcete sentado en un banco mirando a las avutardas (con gesto altivo y noble, casi napoleónico, eso sí) y haciendo anatomía de sus entrañas (esta es cita de Cervantes) cuando una inmarcesible y preciosísima rubia, que recreo con aproximación en la foto adjunta, paró su bici a mi altura, me saludó y comenzó a hablar conmigo.

En otra época, no tan lejana, el que suscribe, se hubiera ilusionado, puesto cara de ternerillo no por romántico menos erotómano y pensado:

—¡Ya está! ¡Ya he ligado!

Hoy, en cambio, le he lanzado a la rubia una mirada asesina, he medio levantado el lado derecho del labio con desdén y he respondido a su “hola” con una especie de rebuzno a medio camino entre la cortesía y el asco que ha venido a sonar:

—Ñieck…hmmlá.

Todo ello pensando:

—¿Qué querrá sacarme esta?

En mi favor debo advertir al lector que, en meses pasados, sentado en ese mismo banco, se me acercaron otras mujeres: una quiso enrolarme en su secta, otra tasó justiprecio sobre sus encantos y servicios, la tercera me confundió con un invasor de la galaxia X-62 y quiso combatirme. Tuve que huir de su furia, por desgracia no encontré mi nave espacial y acabé escondido, agachado, entre unos setos y una fuente, mientras ella me buscaba con su desintegrador especial y espacial, que se parecía sospechosamente a un martillo.

De modo que el hecho de que una preciosa rubia desconocida detuviese su bicicleta ante mí y me saludase con una sonrisa afable no me tranquilizó en absoluto, más bien todo lo contrario.

Pero hubo suerte: se trataba de una antigua alumna de cierto instituto de secundaria en el que trabajé y que me recordaba de hace apenas unos pocos años. Ahora ha crecido, está en la universidad…nos hemos tomado un café (y lo ha pagado ella).

No todo iba a ser malo.

Pero la moraleja del gato escaldado ahí queda.

Cierro la entrada con fotos de rubias en bicicleta descartadas para ilustrar la entrada, ninguna de ellas traducía con precisión el concepto que pretendía transmitir al lector, pero, oye, no están mal como fotos, ni como rubias:

© Fernando Busto de la Vega.