Nunca he sido demasiado aficionado a la ciencia ficción como género y, de hecho, siento una profunda aversión por algunos de sus autores (verbi gratia, Isaac Asimov al que considero un cantamañanas insigne). Por Rudy Rucker, en cambio, experimento un cierto respeto. Incluso simpatía a pesar de ser descendiente de Hegel y profesor de matemáticas en Heidelberg durante un periodo de su vida.
En realidad, el hecho de que se educara con los jesuitas y que durante su paso por el Randolph-Macon College para mujeres de Lynchburg, Virginia (1980-1982) saliese sin ningún hijo secreto ni escándalo sexual alguno tampoco contribuye a que mi simpatía por él crezca en demasía.
Más aún: ni siquiera estoy seguro de que el transrealismo inventado por él como alternativa personal al género cyberpunk me convenza del todo…aunque en ese punto aun persisto en la duda.
Sea como fuere, una cosa es cierta: Rudy Rucker ha acuñado la mejor definición de la vida y la existencia que jamás se ha enunciado. Una frase sencilla, pero que daría para un grueso volumen exegético. Es la siguiente: “Mi vida, dijo, es un fractal en el espacio Hilbert”.
Esta definición me subyugó y me impresionó desde la primera vez que la leí en épocas de mayor permeabilidad y plasticidad intelectual. Sigo, no obstante, adoptándola como propia y dicta no pocos de mis caminos literarios: el personaje en su infinito abismo interior en medio de un espacio (físico, moral, temporal, social, etc) de dimensiones infinitas.
Yo mismo, como todos, soy un inabarcable fractal de abismos insondables en medio de un caos cuántico que solo se disfraza de orden euclídeo como impostura.
El auge de los mercenarios, desde la antigüedad, es siempre una mala noticia. Significa que la legitimidad institucional se está conculcando en favor de los intereses privados y las aspiraciones tiránicas de unos pocos con poder y dinero. Que la soberanía nacional representada por un ejército de ciudadanos (y no oculto nunca mi firme apuesta por el ejército de reemplazo y la adecuada militarización ciudadana como parte fundamental de la verdadera democracia) decaiga en favor de unos “contratistas” (el eufemismo es yanqui, y no debemos olvidar nunca que fueron los Estados Unidos quienes comenzaron la oleada de mercenariazgo que sufrimos con Blackwater en Iraq) solo significa que los intereses comunes no justifican las guerras que se pretenden y por ello se recurre a fuerzas “profesionales” y “externalizadas”. Un mercenario va a donde no iría un ciudadano y hace cosas que este se negaría a hacer o que, de hacerlas, serían consideradas delito acarreándole graves consecuencias judiciales a su regreso del teatro de operaciones. A buen entendedor…
Por lo tanto, la multiplicación de empresas de mercenarios a lo largo y ancho del planeta no puede ni debe dejarnos indiferentes. Es un presagio evidente de hacia donde va el mundo. Y la corriente no transcurre a nuestro favor, a favor del ciudadano honrado y decente que trata de salir adelante en un escenario en crisis donde los poderosos juegan con cartas marcadas y todo está diseñado para que ganen siempre los mismos a costa de la mayoría. Y diré más: hoy en día los mercenarios se usan en guerras lejanas y eso puede darnos una falsa sensación de tranquilidad y seguridad, pero, a poco que caviléis, comprenderéis que esos mismos mercenarios serían utilizados contra nosotros en el mismo momento en que el poder de quienes les pagan se viera amenazado, en el mismo instante en que reclamásemos justicia y empezásemos a cuestionar el viciado y corrupto sistema en el que vivimos y que cada día nos hará más pobres y nos arrebatará (ya lo está haciendo) la dignidad y las opciones de supervivencia. ¿En serio pensáis que seguís viviendo en el primer mundo y que los derechos de vuestros padres os están garantizados?…
No fue casualidad que, en España, durante el Aznarato, el malbaratamiento de las empresas públicas, la destrucción del Estado, el ataque a la Educación y Sanidad públicas, a los derechos de los trabajadores y demás tropelías cometidas por el traidor Aznar y sus compinches caminase de la mano de nuestra inclusión en campañas militares ilegales justificadas con mentiras y el fin del servicio militar con la creación de un llamado ejército profesional…fue únicamente un hito en el camino que solo se ha revertido en parte. El siguiente paso es evidente: empeoramiento constante de las condiciones sociales que ya estamos viendo y la aparición de mercenarios para la represión (que veremos en el futuro cercano)…
Naturalmente, en los tiempos que corren, el gran escenario de los mercenarios es Rusia con empresas como Wagner.
Esta, Wagner, es tan grande y tan llamativa que oculta bajo su sombra toda una serie de fenómenos ya en curso que predicen con nitidez la deriva de nuestro mundo en un futuro no muy lejano. A la sombra de Wagner están surgiendo en Rusia toda una serie de ejércitos privados a sueldo de grandes corporaciones (Gazprom, entre otras) o sectas poderosas (la Iglesia Ortodoxa Rusa, por ejemplo) que anticipan un escenario neofeudal y, al tiempo, apocalípticamente ciberpunk. La distopía llama a nuestra puerta.
Si nadie lo remedia, y ninguna institución actual lo pretende (a fin de cuentas las controlan los mismos que están avanzando en la implementación de la distopía totalitaria corporativa) el futuro cercano verá la desaparición del Estado y con él la posibilidad real de democracia y soberanía nacional (si bien, como ocurrió en la antigua Roma, las instituciones “republicanas” se mantendrán como teatrillo conveniente) y la imposición de corporaciones enrocadas en los pilares del control total mediante los medios digitales y el poder de empresas militares privadas. Que veamos a un Elon Musk, a un Mark Zuckerberg, a un Jeff Bezos, a un Bill Gates o a sus sucesores fuera de control y con un ejército de mercenarios es solo cuestión de años, no décadas.
Sé, porque sois inocentes, ignorantes y prepotentes a partes iguales, que sonreiréis con autosuficiencia ante esta advertencia y me desdeñaréis como adicto a las teorías conspiranóicas… un loco más…¡ojalá fuera cierto! Pero, no. Por desgracia tengo razón. Estamos jodidos, muy jodidos…prácticamente muertos.