
Algunos de los artículos publicados en la sección Mundo y Carne han llevado a que la gente me cuente todavía con más empeño y en mayor cantidad esa serie de casos que pagaría por no saber, pero que, en cualquier caso, voy exponiendo aquí.
Cierta confidente, próxima a los cuarenta años, me ha condesado por un lado lo feliz que está con su nueva situación poliamorosa y, a la vez, cuanto le preocupa el peso y la talla que está cogiendo.
Según parece, esta amiga está casada y recientemente ella, su marido y un amigo han llegado a un acuerdo según el cual, sin romper la convivencia marital, ambos hombres disfrutan y hacen disfrutar por turnos a mi confidente. Como son modernos y poliamorosos, pero sin excesos y, además, ellos se desincentivan en encuerada y erecta concurrencia, han dado en complacerla por turnos y he ahí la raíz del drama.
Todos los sábados, y a veces hasta los viernes y los domingos, están en una fase muy activa, se reúnen los tres ( a veces incluso invitan a un cuarto que siempre es hombre, ella no admite mujeres en sus juegos, y que nunca o rarísimamente repite) y beben, bailan, la abrazan, soban, magrean y morrean…y luego uno de los garañones semicalvos, lo están y hay que decirlo, se va con ella a la habitación. Allí tiene lugar el coito y luego el segundo releva al primero. Y el tercero, si lo hay, al segundo…y de nuevo el primero vuelve a la carga y así mientras duran las fuerzas.
En principio esta organizada entrega a la lujuria morigerada parecería invitar a pensar en un adecuado gasto de calorías dilapidadas en los actos sexuales y en un adelgazamiento de los implicados. Pero no, y de ahí viene la preocupación de mi confidente.
Resulta que ella permanece en el lecho, bien acomodada, a lo largo de los encuentros y son ellos los que van llegando y marchándose en perfecto turno. Como quiera que son pudorosos y el relevo no sale del salón hasta que el relevado llega a él ya con los calzoncillos puestos o tapado con una toalla o batín, hay tiempos muertos que ella rellena comiendo bombones, le regalan muchos desde que están in love tripartito. Y, claro…además, como los tipos en reserva suelen entretener la espera viendo el fútbol, siempre hay cambios de impresiones y narraciones sucintas de jugadas en el salón, lo que alarga los tiempos muertos y el consumo de bombones, golosinas y hasta helados (ahora, con el calor, mi confidente, salta a veces de la cama y corre a la cocina para agenciarse un helado entre polvo y polvo y el relevo ha de esperar pacientemente a que se lo acabe…) Y ellos, por su parte, mientras ven el fútbol se entregan a la cerveza y las patatas fritas y los torreznos…y, claro…
Desde que mi amiga confidente, su marido y el segundo de a bordo han empezado su relación poliamorosa tan ordenadita y adocenada como excitante y placentera, todos han cogido peso y tenido que cambiar de ropa y talla…Son felices, pero engordan.
—Es seguro que algo estamos haciendo mal—se lamenta mi confidente.
Le recomiendo que en lugar de dulces coma crudités y me lanza una mirada de odio feroz. Antes, confiesa, dejará el poliamor que los bombones.
Asiento comprensivo y le prometo que escribiré sobre su caso en mi blog, quizá alguien se decida a proporcionarle buenos consejos.
© Fernando Busto de la Vega.