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EL FIN DEL ESPEJISMO TECNOLÓGICO

La tecnología nos obnubila y cautiva nuestra imaginación llenándonos de esperanza en gran medida porque el cientifismo, ya desde mediados del siglo XIX, se erigió en un a modo de nueva religión moderna de la que todavía no nos hemos desengañado ni sentimental ni racionalmente. Pero la ciencia y la tecnología tienen sus limitaciones y tarde o temprano nos iremos percatando de ello y recalibrando nuestra posición. Por supuesto, y conociendo la naturaleza humana, este cambio de postura será promovido por una crisis significativa y dolorosa que nos obligará a apearnos de nuestro Clavileño particular enfrentándonos con la cruda realidad.

Aparte de ese condicionamiento previo casi religioso, nos enfrentamos también, en relación con la tecnología, a una propaganda constante (los mismos industriales tecnológicos están obligados a contarles milongas y presentarles espejismos o proyectos absolutamente inmorales como el del control total de los usuarios y la explotación totalitaria de sus datos a sus inversores, a fin de cuentas se resume todo en inversión y beneficio) que, como no puede ser de otro modo, reproduce los estereotipos ideológicos de dichos inversores que no por ser ricos y haber obtenido beneficios previos son sabios y están debidamente preparados. De hecho, el inversor se limita a obtener réditos de una situación concreta, a modificarla inmoralmente a su favor para seguir obteniendo beneficios y a tender al inmovilismo, son las circunstancias objetivas y externas que ignora las que le derriban del caballo y hacen progresar la historia. Los inversores, y todos sus teóricos, son miopes, tienen miras estrechas y viven su propia fábula hasta que la realidad los sodomiza con furia y fruición.

EL LOBO DEL WALL STREET, UNA CRUDA METÁFORA DE LA INMORALIDAD Y CEGUERA DEL INVERSOR, TAMBIÉN EN EMPRESAS TECNOLÓGICAS

Pues bien: la fábula de los inversores actuales en tecnología y, por ende, la ideología (y propaganda) con que esta se nos presenta, es la ferozmente neoliberal, que parte de una falacia que los propios neoliberales han llegado a creer: la posibilidad del crecimiento y del enriquecimiento ilimitado al margen de las condiciones naturales objetivas. Y ese es el talón de Aquiles que más temprano que tarde pondrá fin a la burbuja tecnológica.

Andamos obnubilados y preocupados con la inteligencia artificial y con otro sinfín de posibilidades que se nos ofrecen como procesos surgidos ex nihilo y milagros inagotables…pero eso, amigos, es propaganda, peor: una creencia, una superstición basada en sueños. La realidad es otra, y es terca. Apliquemos el sentido común y comprenderemos dónde estamos en realidad y a dónde nos dirigimos.

La gran falacia, y el factor que la derribará (desgraciadamente arrastrando a toda la humanidad al abismo), de la superstición neoliberal, como ya hemos dicho, es la del crecimiento infinito y la del enriquecimiento constante en progresión geométrica. Ignoran que toda riqueza esta indefectiblemente ligada a los recursos naturales. La tecnología también. Ahí tenemos, si no lo creemos, las guerras subcoloniales y a menudo ocultadas por la prensa para el control y la adquisición de tierras raras y minerales como el coltán. Pero no hace falta profundizar tanto para darnos cuenta de la realidad…pensemos en toda la electricidad necesaria para mantener todos nuestros dispositivos electrónicos en funcionamiento. Pensemos en toda la que es precisa para mantener encendidos y refrigerados los grandes centros de datos y el coste de conseguirla (tanto económico como medioambiental, meditemos en la posibilidad de su consecución en la cantidad precisa, siempre en aumento, incluso recurriendo a las fuentes renovables)… pensemos en el cuello de botella surgido a raíz de la pandemia con los chips…

La tecnología, como cualquier otra industria, se basa en los recursos naturales disponibles y el planeta está sobreexplotado y mutando hacia la aridez y la inhabitabilidad. Pronto, hemos de ser conscientes, la tecnología dejará de ser viable, al menos del modo neoliberal de crecimiento perpetuo que ahora la configura. Vivimos una burbuja que explotará más temprano que tarde. Convendría ir pensando en un futuro diferente. ¿Postapocalíptico?…no quiero ponerme dramático ni ciberpunk, pero sí muy diferente. No creáis a los falsos profetas del crecimiento perpetuo, del enriquecimiento sin tasa y de la tecnología infinita. Somos finitos, el planeta es finito y los recursos son finitos. Y eso no lo cambia nada ni nadie. La catástrofe tecnológica está servida.

© Fernando Busto de la Vega.

BERTA VÁZQUEZ ESTÁ GORDA

Berta Vázquez está gorda y miles de gilipollas se lanzan a criticarla mientras miles de imbéciles, llevados de la conmiseración, se lanzan a defenderla. Si se le hubiera ocurrido descubrir una cura contra el cáncer a nadie le importaría y, por lo que parece, sus virtudes artísticas como actriz y cantante, tampoco.

Superficialidad y vacuidad…esas son las premisas de las redes sociales, de las inteligencias artificiales y de los demás avances tecnológicos. La tecnología y el mundo modernos no nos conducen hacia nuestro mejor yo, simplemente nos vacían y nos limitan eliminando de nosotros todo aquello que nos puede hacer útiles, creativos, profundos, inteligentes y sabios.

¿Debemos seguir ese camino en esas condiciones? A lo mejor deberíamos desencantarnos de la tecnología y las modernidades de una vez y comenzar a pensar de nuevo en el ser humano. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de arrebatársela a las oligarquías capitalistas y ponerla al servicio de la civilización y la humanidad, en lugar de la explotación y la ignorancia de las masas programadas por las élites

Por lo demás, también Anna Netrebko engordó y sigue cantando ópera. Puede que no volvamos a verla en biquini sobre el escenario ni adoptando poses sexys, pero quizá así desafine menos. Lo uno por lo otro.

ELON MUSK, TWITTER Y EL CAPITALISMO DE SIEMPRE

Uno de los signos más evidentes de la decadencia en la que nos estamos adentrando y de la absoluta falta de cultura social y política de muchos individuos de nuestras adocenadas sociedades occidentales es la admiración e incluso reverencia, fanática y casi de naturaleza feudal (sin recibir nada a cambio, antes al contrario: ofreciendo sus propios haberes al ídolo), por ciertos destacados empresarios señeros con hechuras de supervillanos o, en el mejor de los casos, de peligrosas amenazas para la democracia y la sociedad en su conjunto.

Explotadores y especuladores que se nos venden como genios revolucionarios que, usando tácticas luciferinas, nos ofrecen imperios que, en la práctica, no son otra cosa que fantasías, cortinas de humo. Desde las redes sociales que sirven básicamente como instrumentos de control social y aperos del totalitarismo en su consunción con los servicios secretos y los intereses políticos, sociales y económicos de las grandes corporaciones hasta las más innecesarias y absurdas innovaciones que nos presentan como escalones hacia un futuro idílico (ya se sabe: es una de las más básicas tácticas del capitalismo, crear necesidades previamente inexistentes y expectativas sobre la vacuidad. En otras palabras: estafas de cuento largo para embaucar a los toliguis menos avispados).

¿Significa lo anterior que rechazo la tecnología y me opongo al progreso? En absoluto. Me opongo a que esa tecnología y ese supuesto progreso esté en manos de una escueta élite oligárquica de ideología explotadora y totalitaria. En ese sentido China es una gravísima amenaza, pero los incensados oligarcas occidentales no dejan de serlo en idéntico grado por mucho que nos los vendan como salvadores y genios.

No soy cristiano, pero aprecio esa idea de que el Demonio vendrá al mundo disfrazado de grandeza y belleza y que su dominio se establecerá por la mentira y la seducción. Ya está sucediendo si otorgamos a las vacuas promesas de la tecnología y a quienes las manejan y nos las ofrecen envueltas y primoroso organdí como esa figura maligna que busca esclavizarnos mediante la fascinación.

Uno de estos oligarcas que nos presentan propagandísticamente como salvadores sin serlo (y que hasta series populares como The Simpsons y The Big Bang Theory nos han embellecido para el consumo de masas) es Elon Musk, al que suele tratársele de genio revolucionario y guía indiscutible hacia el futuro.

Sin embargo, quien pretenda comprender la realidad que le rodea y prever adecuadamente el futuro que le aguarda, se fija en los hechos, no en las palabras ni en las fantasías publicitarias. Y en este momento empresarialmente crucial en el que el oligarca de marras da un zarpazo más hacia el monopolio (y, por lo tanto, la explotación total y totalitaria de la sociedad) los hechos son públicos, comprobables y elocuentes.

Elon Musk adquiere Twitter para completar su imperio extractivo y, ¡oh, sorpresa!, actúa con los más viejos y rancios métodos del capitalismo de siempre: reduciendo salvajemente la plantilla para aligerar costes (y redoblando la carga de trabajo de los empleados que se salven de la quema y que quedarán quietos, callados y explotados a falta de sindicación y con la espada de Damocles del despido pendiendo sobre sus cabezas).

¿Queréis comprender el presente y anticipar el futuro? Es sencillo: Elon Musk se ha quitado la careta al comprar Twitter…es el viejo capitalismo de siempre. La explotación y la tiranía global a la que aspiran las grandes corporaciones. En vuestras manos está cambiar ese futuro distópico al que nos abocan.

Despertad, comprended, cambiad, actuad.

© Fernando Busto de la Vega.