
Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver y, desde luego, no existe mayor fanático, y más estúpido, sectario y peligroso, que aquel que no solo rechaza la evidencia sino que, además, maniobra para impedir que esta se ponga de manifiesto. Ahora en el mundo woke y progre tenemos mucho de eso, llegando incluso a la implementación de legislación específica para imponer la censura y un pensamiento monolítico ayuno de crítica y en todo enfrentado a la realidad y el sentido común. Por ello es preciso combatir esas tendencias desde todas las trincheras posibles.
Confieso que, en su momento, allá por los lejanos tiempos de la adolescencia, sufrí una cierta fascinación por Mahavira, pero no tardé en desengañarme de sus seguidores a los que consideré desde un principio hipócritas, fanáticos y despreciables. El jainismo nunca quedó dentro de mis preferencias. No estoy lejos del principio de Ahimsa, pero insisto en que debe ser entendido correctamente. No puede existir la Ahimsa sin un orden firme que la establezca, vigile y regule y, consecuentemente, en ocasiones, la violencia es parte integrante e irrenunciable de la Ahimsa, de la no violencia. Un ejemplo: la delincuencia callejera, si no se combate con energía y no se elimina a los delincuentes, no puede existir la paz social, ergo: la violencia aplicada al establecimiento de esa paz social es parte inextricable de la no violencia. Naturalmente, esta concepción de la Ahimsa resulta ofensiva y herética para budistas, hinduistas y jainistas, pero eso solo demuestra lo equivocados que están y lo lejos de la verdad espiritual. Por otro lado, los activistas occidentales que asumieron la no violencia como método subversivo tampoco estarán demasiado contentos con mi interpretación, pero ese es un asunto que no debe ocuparnos aquí.
Como decía, no estoy lejos de la ahimsa, pero considero que debe entenderse de un modo adecuado. En ese sentido, si bien sentí un inicial respeto por el vegetarianismo al que esta induce (un respeto matizado por el hecho de que Hitler y otros líderes nazis optasen por el vegetarianismo bajo el influjo de su ideología) y casi simpatía por los jainistas, luego aprendí que, según su propia ideología, comer vegetales también está mal. Un buen jainista debería dejar de consumir alimentos y dejarse morir. Puesto que la secta ha perdurado durante milenios es evidente que no lo hacen. No, recurren a la hipocresía: dejan el trabajo de la recolección de alimentos vegetales a miembros de otras religiones a los que desprecian y estiman impuros hasta el punto de considerar manchado cualquier alimento que toque su sombra, pero aceptan los vegetales que les traen y se los comen conculcando su propia ley. Niegan la realidad: comemos y somos comida, la renuncia a esa realidad biológica implica la muerte.

Es muy posible que yo mismo, cuando considere acabada mi misión en este mundo, renuncie al ciclo biológico y abandone cualquier tipo de alimentación para elevar mi espíritu al siguiente nivel. Hasta entonces dejo de lado cualquier hipocresía. Del mismo modo que no abandono ni el sexo ni el alcohol ni la vida crápula (siempre que me permitan mantener mis funciones cognitivas y espirituales en su culmen), no abandonaré mi condición de homínido omnívoro y, desde luego, no aburriré a nadie tratando de que lo haga. Mi mensaje vendría a ser: comed, bebed, fornicad, divertíos, sed traviesos, pero también útiles y respetuosos con los demás. Amad y sed amados.
Por desgracia en occidente, dentro de ese mundo woke, en todo contrario al Recto Orden, que está tomando el poder, tenemos una secta insoportable y fanática que lucha por imponer sus criterios y que, en cuanto nos descuidemos y adquiera el poder suficiente, lo hará mediante leyes. Son los puñeteros veganos.
Puesto que esta entrada se alarga ya demasiado, evitaré las largas disquisiciones y centraré la argumentación en un hecho evidente que por sí mismo ya desmonta todo el entramado vegano.
Los veganos, en su empeño por expandir su secta y soportar su tediosa y deficiente dieta, no dejan de imitar los alimentos de los omnívoros. Hay “embutidos veganos” como los que ilustran la primera fotografía de esta entrada, huevos veganos…de todo.
¿Qué demuestra eso? Que parten de la mentira y viven en la mendacidad. Si la condición de omnívoros no fuera parte esencial de la naturaleza humana, los veganos no tendrían necesidad de imitar los alimentos de los omnívoros para soportar su dieta y expandir su secta. Conclusión: dejadlo ya. Si queréis estar a la altura de vuestras convicciones éticas, ayunad y morid, ahí os respetaré como a santos y mártires. Si no estáis dispuestos a llegar tan lejos, haced lo que os de la gana, pero dejad de molestar.
© Fernando Busto de la Vega.