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CAMBIAR EL MUNDO

Hay una certeza y una pregunta que me persiguen desde hace años y que no logro ni resolver ni quitarme de la cabeza.

La certeza es que, efectivamente, tenemos que cambiar el mundo y hacerlo mejor y más habitable si queremos sobrevivir y prosperar. La pregunta, y resulta muy inquietante en todos los sentidos, es por qué los únicos que se empeñan en hacerlo son los zumbados y los imbéciles con las execrables consecuencias que ello conllevaría.

Diría que el siglo XXI es un campo abonado para que la estulticia prospere y se haga oír. Diría también, y asumo mi dosis de conspiranoia, que no se trata de algo casual, sino de un plan bien estructurado para conducirnos a la servidumbre y, por ende, a una era oscura de dominación e ignorancia.
En ese escenario, los inteligentes y sensatos están demasiado ocupados en camuflarse ante el poder, seguir pareciendo modernos y eficientes y sobrevivir pasando los amargos y difíciles tragos sucesivos que la vida nos ofrece con una sonrisa cruel y engañoso rostro de mater psicopática en trance de representar confianza y amor.

A veces me gustaría ser cristiano y milenarista para proclamar a gritos que el Anticristo ha llegado ya y nos domina. Eso, al menos, daría algo de color a este ocaso gris y aburrido en el que se esta convirtiendo el fin del mundo. El mundo se acaba y vamos a morirnos de asco y aburrimiento. El profeta de Patmos nos engañó, no habrá espectáculo en nuestra agonía. ¡Qué triste!

© Fernando Busto de la Vega.

EL NEOLÍTICO SE ACABA

Parapetados sobre la ficción ultratecnológica en la que nos desenvolvemos (que concebida desde una perspectiva de dominio cultural y explotación social, ayuna de neutralidad y en absoluto dispuesta para nuestra evolución personal o social lejos de mejorarnos como individuos y como especie, nos lastra y nos conduce a la involución), miramos al pasado con soberbio y pomposo desdén, considerándonos muy lejos de nuestros ancestros. Pero lo cierto es que vivimos en pleno neolítico.

Nuestra mentalidad es plenamente neolítica y la última vez que se modernizó fue en la Edad del Bronce. Puede parecernos otra cosa, pero estamos lejos de ser modernos y mucho menos avanzados.

Vivimos todavía en el paradigma del crecimiento infinito en esa ideología que la Biblia especifica en el “creced y multiplicaos” y en la idea de que el mundo está hecho para la expansión de la economía humana. Cito a la Biblia en este punto, pero es una idea común, puramente neolítica, extendida por todas las culturas y ámbitos del mundo y que ha permeado a las “modernas” ideologías (liberalismo, marxismo) que no son sino una evolución laicista de la superstición teocrática neolítica con modificaciones de la Edad del Bronce que conforma el paradigma en el que vivimos.

Pero la realidad ha derribado ya esa creencia. Sabemos ahora que el planeta permite tan solo un crecimiento limitado y que es preciso dejar grandes espacios abiertos al desarrollo libre de un medioambiente intacto. Sabemos también que debemos adaptar nuestro crecimiento y nuestro número a los recursos que podamos aprovechar dentro de lo razonable.

Sabemos, además, que el neolítico procede en el fondo de una oportunidad climática que, según todos los indicios, se acaba. Entramos en una nueva era ( diría yo que no mejor) y esa debería ser la principal preocupación de la humanidad. En lugar de eso vemos a los líderes religiosos (a todos sin excepción ) reafirmándose en los dogmas absurdos y ya superados de sus religiones neolíticas con modificaciones de la Edad del Bronce y a los líderes políticos impulsando políticas puramente insertas en el pensamiento neolítico ya periclitado.

Si nos fijamos en las actitudes de Estados Unidos, China y Rusia veremos que las grandes superpotencias, lejos de ocuparse del cambio de era que ya vivimos, siguen ancladas en mentalidades arcaicas (desde el dogma del crecimiento infinito al del domino fáctico) que nos conducen a la destrucción.

El neolítico acaba, las estructuras antiguas ya no nos sirven. Vivimos ante una dicotomía cada vez más acuciante: extinción o salto evolutivo. Desgraciadamente, ninguna de las estructuras políticas, estatales, sociales, religiosas o culturales del momento nos sirven para evitar la extinción y nos lastran a la hora de lanzarnos al necesario y salvador salto evolutivo.

Cada vez somos menos inteligentes y estamos más manipulados, la inercia política de las grandes estructuras estatales, ideológicas, económicas y religiosas nos arrastra sin remedio. Ansío el salto evolutivo, pero dudo mucho que seamos capaces de darlo.

El neolítico se acaba y con él parece que nos acabaremos también nosotros.

Qué se le va a hacer.

© Fernando Busto de la Vega.

EL APOCALIPSIS SILENCIOSO

Un amigo me decía hace poco que no escuchaba chicharras en parajes donde hasta el año pasado eran habituales en verano. Yo mismo me he percatado de que tampoco se escuchan grillos en las madrugadas estivales.

Y apenas se ven golondrinas, vencejos o aviones…

Las abejas y los gorriones están desapareciendo. ¿Alguien piensa en serio que podremos sobrevivir a este apocalipsis silencioso? ¿Qué van a hacer las grandes instituciones mundiales y nuestros políticos para revertir tan grave situación? Sabemos que nada util. Estamos muertos.

Aunque todavía podríamos cambiar….es preciso dejar de creer en los dogmas impuestos y establecer otros nuevos que nos salven.

Esa es la única y verdadera revolución que necesitamos.

© Fernando Busto de la Vega.