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¿LECTORES SENSIBLES?

NATURALMENTE, ES NECESARIO ILUSTRAR ESTA ENTRADA CON UNA IMAGEN QUE DENOTE MACHISMO Y RACISMO Y, SOBRE TODO, INDEPENDENCIA DE CRITERIO CON RESPECTO A LOS CENSORES WOKES. ESCRIBIR ES UN ACTO REVOLUCIONARIO.

Una de las cosas buenas de ser el último mono de la literatura patria es que no me hacen caso ni los abundantes censores que andan estos días por esos mundos convencidos de que la corrección política no es un dogma tan despreciable como todos los demás y ejerciendo de Torquemadas y Savonarolas no solo contra aquellos libros y autores nuevos que pueden defenderse sino, incluso, contra los clásicos.

Vamos a ver: el trabajo de un escritor es, principalmente, poner en solfa cualquier dogma vigente, darle la vuelta a toda normalidad aceptada, provocar, sobrepasar los márgenes para poner en evidencia al poder de turno y sus reglas…que siempre tienen un mismo fin: mantener en el poder al poderoso y en la indefensión y la miseria a los sojuzgados. Escribir es por sí mismo un acto revolucionario.

En ese sentido, en el de evitar la literatura como acción revolucionaria, una de las herramientas más despreciables del poder globalista actual son esos censores, ebrios de puritanismo y de prejuicios maoístas, aunque no tengan ni puñetera idea de quién era Mao Zedong (y del papel que su ideología cumple al servicio del imperialismo totalitario de China) y se crean muy modernos/as/es, que se declaran a sí mismos “sensibles” y trabajan bien por libre, bien, lo que ya riza el rizo, para agencias o editoriales de tal modo que no solo censuran los libros publicados sino aquellos por publicar cuya eclosión impiden, lo cual incide en la desesperada necesidad de los escritores independientes por abrirse camino hacia la luz, a pesar de las editoriales grandes y pequeñas que tratan de impedírselo con criterios crematísticos e ideológicos. Ya sabemos que la buena literatura no va a ser anunciada en televisión ni jaleada en las revistas literarias, se abre ante nosotros el excitante panorama de la contracultura, de la revolución, de la conquista del Estado y el espacio público…¡Somos afortunados! ¡Al combate!

En última instancia, esa de los lectores “sensibles” se trata de censura de la peor especie. Estos lectores “sensibles” no se diferencian en nada de los censores de la inquisición, también aquellos se creían en posesión de la verdad absoluta, aunque, hay que decirlo, sobre todo examinando las publicaciones del Siglo de Oro Español, eran mucho más cultos e inteligentes que las feministas, maricones y negros varios que ahora ejercen de tales con un único objetivo: destruir la Civilización que, les guste o no, es cosa de europeos blancos (no los hay de otro color, mal que les pese).

Estos lectores “sensibles” no han sido capaces de asimilar la Civilización (que es greco-romana) y mucho menos de aceptar el papel subordinado de determinados pueblos con respecto a ella. Así las cosas, en lugar de sumarse a su exigencia moral intentando aportar algo que redima su origen periférico, se empeñan en destruirla mediante la censura, ayudando con ello al ya citado imperialismo totalitario chino.

Estas liendres son miasmas de las catástrofes del siglo XX que todavía nos afectan y representan el síntoma inequívoco de nuestras enfermedades que habremos de curar más temprano que tarde si queremos que la Humanidad y la Civilización sobrevivan. Ello implica poner en valor y recuperar esta última con su sentido filosófico e histórico original y unívoco. Para hacerlo necesitaremos acciones enérgicas y, a menudo, violentas.

Estamos de nuevo al final del imperio romano, de nosotros depende restablecerlo o perdernos en otros mil años de oscuridad. ¡Ah, Flavio Ecio! ¿Dónde estás?…

Mientras tanto, está claro: para defender la Civilización, la Libertad y la supervivencia de la Humanidad es necesario escribir libros machistas, racistas y salvajes. E ir con un bate de béisbol a las presentaciones…Ahora comprendo a los futuristas cuando proclamaban que un puñetazo también es arte.

© Fernando Busto de la Vega.

ELON MUSK, TWITTER Y EL CAPITALISMO DE SIEMPRE

Uno de los signos más evidentes de la decadencia en la que nos estamos adentrando y de la absoluta falta de cultura social y política de muchos individuos de nuestras adocenadas sociedades occidentales es la admiración e incluso reverencia, fanática y casi de naturaleza feudal (sin recibir nada a cambio, antes al contrario: ofreciendo sus propios haberes al ídolo), por ciertos destacados empresarios señeros con hechuras de supervillanos o, en el mejor de los casos, de peligrosas amenazas para la democracia y la sociedad en su conjunto.

Explotadores y especuladores que se nos venden como genios revolucionarios que, usando tácticas luciferinas, nos ofrecen imperios que, en la práctica, no son otra cosa que fantasías, cortinas de humo. Desde las redes sociales que sirven básicamente como instrumentos de control social y aperos del totalitarismo en su consunción con los servicios secretos y los intereses políticos, sociales y económicos de las grandes corporaciones hasta las más innecesarias y absurdas innovaciones que nos presentan como escalones hacia un futuro idílico (ya se sabe: es una de las más básicas tácticas del capitalismo, crear necesidades previamente inexistentes y expectativas sobre la vacuidad. En otras palabras: estafas de cuento largo para embaucar a los toliguis menos avispados).

¿Significa lo anterior que rechazo la tecnología y me opongo al progreso? En absoluto. Me opongo a que esa tecnología y ese supuesto progreso esté en manos de una escueta élite oligárquica de ideología explotadora y totalitaria. En ese sentido China es una gravísima amenaza, pero los incensados oligarcas occidentales no dejan de serlo en idéntico grado por mucho que nos los vendan como salvadores y genios.

No soy cristiano, pero aprecio esa idea de que el Demonio vendrá al mundo disfrazado de grandeza y belleza y que su dominio se establecerá por la mentira y la seducción. Ya está sucediendo si otorgamos a las vacuas promesas de la tecnología y a quienes las manejan y nos las ofrecen envueltas y primoroso organdí como esa figura maligna que busca esclavizarnos mediante la fascinación.

Uno de estos oligarcas que nos presentan propagandísticamente como salvadores sin serlo (y que hasta series populares como The Simpsons y The Big Bang Theory nos han embellecido para el consumo de masas) es Elon Musk, al que suele tratársele de genio revolucionario y guía indiscutible hacia el futuro.

Sin embargo, quien pretenda comprender la realidad que le rodea y prever adecuadamente el futuro que le aguarda, se fija en los hechos, no en las palabras ni en las fantasías publicitarias. Y en este momento empresarialmente crucial en el que el oligarca de marras da un zarpazo más hacia el monopolio (y, por lo tanto, la explotación total y totalitaria de la sociedad) los hechos son públicos, comprobables y elocuentes.

Elon Musk adquiere Twitter para completar su imperio extractivo y, ¡oh, sorpresa!, actúa con los más viejos y rancios métodos del capitalismo de siempre: reduciendo salvajemente la plantilla para aligerar costes (y redoblando la carga de trabajo de los empleados que se salven de la quema y que quedarán quietos, callados y explotados a falta de sindicación y con la espada de Damocles del despido pendiendo sobre sus cabezas).

¿Queréis comprender el presente y anticipar el futuro? Es sencillo: Elon Musk se ha quitado la careta al comprar Twitter…es el viejo capitalismo de siempre. La explotación y la tiranía global a la que aspiran las grandes corporaciones. En vuestras manos está cambiar ese futuro distópico al que nos abocan.

Despertad, comprended, cambiad, actuad.

© Fernando Busto de la Vega.

CHINA Y LOS MOSQUITOS

Sencillamente, el régimen chino (rígido, tiránico, estúpido y obsoleto) no aprende ni razona. Décadas de tiranía y represión tienen siempre un mismo resultado: la pérdida del sentido de realidad, el endiosamiento de los altos cargos y la consiguiente decadencia.

Ahora parece que el régimen chino quiere hacer desaparecer a los mosquitos.

Ya lo intentó en los años 50 y 60 (pretendiendo, además, la inmunda salvajada de exterminar también a los gorriones) y el resultado que obtuvo fue una hambruna (una más de las atribuibles a Mao y sus seguidores) que mató a millones de personas y una terrible plaga de chinches que martirizó a los que quedaron vivos y en la miseria.

Deberían aprender, los mandamases chinos (esos mandarines arriscados en la represión y la vacuidad), que la naturaleza es un todo que debe tender al equilibrio y en el cual cada ser vivo tiene su lugar y su utilidad. Es cierto que, en ocasiones, ciertas especies se convierten en plagas. Pero, en este caso, cabría preguntarse si la plaga no es el régimen chino en sí mismo.

A nadie le gustan los mosquitos y las moscas, pero forman parte fundamental de la cadena trófica. Eliminarlos a nivel global como pretenden los politicastros del aparato de Xin Jing Ping, esos patanes del tardomaoísmo, engendraría una catástrofe que aceleraría la extinción masiva en la que ya nos encontramos y deberíamos intentar frenar, además de tener efectos catastróficos a nivel económico y social.

Dice el Evangelio: por sus obras los conoceréis. Y por sus intenciones, también; añado yo. Y los apparatchik chinos han demostrado por qué deben ser derrocados. Ya los conocíamos, ahora los conocemos mejor. Delenda est la China comunista.

© Fernando Busto de la Vega.

LA OSCURA SEDUCCIÓN DEL PAPEL HIGIÉNICO

Quedó acreditado durante el confinamiento: el papel higiénico ejerce una oscura seducción para el ser humano. Especialmente si es español.

Me ha tocado estos días pasarme por la Biblioteca de Aragón en la calle Doctor Cerrada de Zaragoza para visitar el Registro de la Propiedad Intelectual (ya saben: zarandajas legales relacionadas con la literatura) y como quiera que hace años trabajé allí y todavía me quedan amigos y antiguos compañeros, perdí gran parte de la mañana charlando con unos y con otros. El vigilante de seguridad de la puerta, que es amiguete desde hace años, estuvo dándome el palique acostumbrado y contándome anécdotas propias de su gremio.

Entre ellas la guerra que han mantenido con cierto ladrón de papel higiénico. Regularmente alguien penetraba en las instalaciones de la biblioteca durante el horario de atención al público, entraba en los baños y se llevaba todos los rollos de papel que encontraba. Para evitarlo, los portarrollos se protegieron con candados, pero el ladrón se proveyó de cizallas y continuó con su actividad. Al cabo, por idea de mi amigo, el vigilante, colocaron bandas magnéticas en el interior del canutillo de cartón que sonaron al pasar por el arco de seguridad de la salida. Así identificaron y capturaron al ladrón.

La historia me llamó la atención porque hace años, cuando yo trabajaba en los Servicios Sociales tuvimos un caso similar. Todos los días, pero absolutamente todos, desaparecían todos, pero absolutamente todos, los rollos de papel higiénico de los baños de nuestra sede, lo cual devino enseguida en apasionante misterio a desentrañar (ríanse ustedes de los cuentos de Sherlock Holmes o de las novelas de Agatha Christie).

Nosotros, más rudos y rudimentarios que mi amigo el vigilante de la Biblioteca de Aragón, no recurrimos ni a candados ni a medios tecnológicos, simplemente a la observación y la deducción. Así logramos centrar nuestras sospechas en cierto anciano con boina que entraba y salía diariamente a la misma hora sin efectuar ninguna gestión. Enviamos a la vigilante de seguridad a interceptarle y, en efecto, encontró que debajo de la chaqueta llevaba un montón de rollos robados. A pesar de ser descubierto, el anciano se reía, lo cual excitó la suspicacia de la vigilante que, en un golpe de audacia, descubrió que llevaba un último rollo escondido bajo la boina.

Así se solucionó el apasionante caso del papel higiénico robado, aunque no acabó la carrera criminal del anciano delincuente que a las pocas semanas formó banda con otros de su misma edad presentándose con chalecos que recordaban a los funcionarios del Ayuntamiento para robar las aceitunas que daban los olivos que teníamos en la puerta. De todos modos era preferible verle robar olivas mirando irónicamente hacia nuestras instalaciones como si nos engañase que soportar a otra señora, casi octogenaria, que venía a la misma puerta a levantarse la falda en modo exhibicionista (sin nada debajo) o, en su defecto, orinar allí mismo.

No obstante, el colofón llamativo de mi conversación con mi amigo el vigilante ha consistido en una información que yo desconocía. Parece ser que en China tienen el mismo problema con el papel higiénico y que lo han solucionado con su típica técnica tajante y expeditiva: tasando el papel mediante reconocimiento facial (afortunadamente facial y no de otras geografías más íntimas) y, además, no deja repetir. Si asomas la cara por segunda vez al aparato te tacha de abusón y te quita puntos de tu carnet de ciudadano.

RECONOCIMIENTO FACIAL PARA PAPEL HIGIÉNICO EN CHINA, RECONSTRUCCIÓN ARTÍSTICA,

Me pregunto cuanto tardará en llegar a España semejante forma de racionar y expender el papel higiénico en los lugares públicos y como la tomarían los españoles…bien, imagino…porque cada día estamos más domesticados y nos acercamos más a la condición de inocentes y adocenados corderitos (con los machos adultos y caracterizados de turno, que tampoco faltan. Digo: mardanos y cabrones).

© Fernando Busto de la Vega.

EL NEOLÍTICO SE ACABA

Parapetados sobre la ficción ultratecnológica en la que nos desenvolvemos (que concebida desde una perspectiva de dominio cultural y explotación social, ayuna de neutralidad y en absoluto dispuesta para nuestra evolución personal o social lejos de mejorarnos como individuos y como especie, nos lastra y nos conduce a la involución), miramos al pasado con soberbio y pomposo desdén, considerándonos muy lejos de nuestros ancestros. Pero lo cierto es que vivimos en pleno neolítico.

Nuestra mentalidad es plenamente neolítica y la última vez que se modernizó fue en la Edad del Bronce. Puede parecernos otra cosa, pero estamos lejos de ser modernos y mucho menos avanzados.

Vivimos todavía en el paradigma del crecimiento infinito en esa ideología que la Biblia especifica en el “creced y multiplicaos” y en la idea de que el mundo está hecho para la expansión de la economía humana. Cito a la Biblia en este punto, pero es una idea común, puramente neolítica, extendida por todas las culturas y ámbitos del mundo y que ha permeado a las “modernas” ideologías (liberalismo, marxismo) que no son sino una evolución laicista de la superstición teocrática neolítica con modificaciones de la Edad del Bronce que conforma el paradigma en el que vivimos.

Pero la realidad ha derribado ya esa creencia. Sabemos ahora que el planeta permite tan solo un crecimiento limitado y que es preciso dejar grandes espacios abiertos al desarrollo libre de un medioambiente intacto. Sabemos también que debemos adaptar nuestro crecimiento y nuestro número a los recursos que podamos aprovechar dentro de lo razonable.

Sabemos, además, que el neolítico procede en el fondo de una oportunidad climática que, según todos los indicios, se acaba. Entramos en una nueva era ( diría yo que no mejor) y esa debería ser la principal preocupación de la humanidad. En lugar de eso vemos a los líderes religiosos (a todos sin excepción ) reafirmándose en los dogmas absurdos y ya superados de sus religiones neolíticas con modificaciones de la Edad del Bronce y a los líderes políticos impulsando políticas puramente insertas en el pensamiento neolítico ya periclitado.

Si nos fijamos en las actitudes de Estados Unidos, China y Rusia veremos que las grandes superpotencias, lejos de ocuparse del cambio de era que ya vivimos, siguen ancladas en mentalidades arcaicas (desde el dogma del crecimiento infinito al del domino fáctico) que nos conducen a la destrucción.

El neolítico acaba, las estructuras antiguas ya no nos sirven. Vivimos ante una dicotomía cada vez más acuciante: extinción o salto evolutivo. Desgraciadamente, ninguna de las estructuras políticas, estatales, sociales, religiosas o culturales del momento nos sirven para evitar la extinción y nos lastran a la hora de lanzarnos al necesario y salvador salto evolutivo.

Cada vez somos menos inteligentes y estamos más manipulados, la inercia política de las grandes estructuras estatales, ideológicas, económicas y religiosas nos arrastra sin remedio. Ansío el salto evolutivo, pero dudo mucho que seamos capaces de darlo.

El neolítico se acaba y con él parece que nos acabaremos también nosotros.

Qué se le va a hacer.

© Fernando Busto de la Vega.