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PORNOGRAFÍA (TRES PEQUEÑAS REFLEXIONES)

En estos tiempos en los que la llamada Revolución Conservadora comenzada en Francia en 1976 y extendida mundialmente desde Estados Unidos a partir de 1977 está alcanzando la cresta de la ola bajo apariencia progresista (con el habitual caballo de Troya del feminismo y lo woke a la cabeza) conviene reflexionar al respecto para acotar el mundo que debemos conseguir (y que dista mucho de los delirios friquis del evangelismo anglosajón que trata de imponer su ideología por el mundo utilizando todos los disfraces y las falacias a su alcance para camuflarse y mentir haciendo demagogia que conduzca al prohibicionismo).

Por lo tanto, quiero hacer tres pequeñas reflexiones al respecto de la pornografía:

1.- El problema no es la pornografía, sino el capitalismo.

2.- El problema no es la pornografía, sino el puritanismo prohibicionista y totalitario.

3.- Se diga lo que se diga, la pornografía es siempre revolucionaria y eso lo reconoció el propio Nixon cuando, contra todo pronóstico, el Congreso de los Estados Unidos la legalizó en 1969 y él dijo que la iba a combatir a sangre y fuego porque era peor que el comunismo y representaba un factor más efectivo de subversión. Más tarde, en 1973, se produjo la campaña contra Garganta Profunda que perdió el conservadurismo más rancio con una sola comparecencia televisiva de una señora mayor, alguien cualquiera de la calle, con ropa ya trasnochada y de evidente posicionamiento conservador que, al ser preguntada por la película, respondió: “yo no voy a ir a verla, pero quiero tener la libertad de poder hacerlo”.

Y ahí se resume todo el problema: LIBERTAD.

Yo quiero ser libre y que todos lo seamos. Parte de esa libertad pasa por la no imposición de normas sectarias sobre la vida sexual de la sociedad y el cambio de paradigma que criminaliza al sexo per se, y una muy buena forma de normalización y propaganda de esa libertad pasa por la pornografía, que debe ser dignificada como arte. Y volvemos ahí al primer planteamiento de este artículo: el problema no es la pornografía, sino el capitalismo y el puritanismo…podría dedicar horas a explicarlo, pero no es preciso. Quien no lo comprenda a la primera, no querrá comprenderlo nunca.

Una última cosa: el prohibicionismo anda ahora recurriendo, como siempre, a argumentos médicos y advirtiendo apocalípticamente de los efectos de la pornografía en el cerebro. ¿Recuerdan cuando decían que la masturbación provocaba ceguera y otros estragos en la salud y los médicos lo avalaban al cien por cien con su autoridad?…Es lo de siempre: los estudios médicos, y sobre todo psiquiátricos, siempre dicen lo que quienes los financian quieren que digan, no son de fiar y mucho menos concluyentes. Además, es imposible mantener a los miembros de determinadas sectas con poder económico y social fuera de las universidades, de hecho muchas de ellas, especialmente las privadas, nacieron y se mantienen para justificar la ideología de dichas sectas, no para encontrar la verdad. Ergo…no creáis lo que os dicen la prensa o los estudios, preguntaos quién paga la “información” y qué pretende. Seamos libres, seamos revolucionarios…ahora que viene el fin de semana haced algo increíblemente inmoral (moral viene de mores, costumbres, no tiene nada que ver con la ética) y escandaloso. A ser posible, acompañados.

© Fernando Busto de la Vega.

TERRORISTAS EN LAS LISTAS

Obviamente, no voy a entrar en el artificial ruido electoral del ilegítimo y contraproducente régimen que padecemos en España. Ningún proceso electoral que en él se produzca servirá jamás para cambiar nada ni apartar a la nación de su destrucción programada por el capitalismo anglosajón al que estamos sometidos.

No obstante, de vez en cuando, si bien desde la hipocresía, en el estridente palique del fáctico cotorreo prefabricado de los indignos partidos y los medios al servicio de su propaganda se plantean casos morales de interés cuyo debate solo demuestra la inmoralidad esencial del sistema y de sus actores, comenzando, naturalmente, por aquellos más abiertamente despreciables del cuadrilátero plebiscitario, como los independentistas y, en especial, aquellos que ampararon y siguen defendiendo el terrorismo como arma.

Hablo de Bildu y de ETA, por supuesto. Pero, cuidado: no voy a sumarme al griterío y el parloteo de los “constitucionalistas” de la banda diestra sobre su truculenta y despreciable decisión de incluir asesinos confesos en sus listas por el simple hecho de que se trata de un alboroto artificial. El debate no se desarrolla en el campo de la ética sino en el del politiqueo (ojo: que no digo política sino politiqueo, adviértase el matiz). A la Derecha, como a la Izquierda, le importa muy poco el hecho moral y los muertos y sus familias (como les trae sin cuidado el futuro de Doñana o la propia viabilidad social, ecológica, económica y demográfica de España), tan solo gritan, se escandalizan y señalan con el dedo para arañar votos de incautos, del mismo modo que los otros, los que llenan sus listas de asesinos convictos (poco, si pueden presentarse a las elecciones es porque no se les castigó debidamente en su momento) y confesos, justifican sus actos y desprecian el dolor y la dignidad de las víctimas y sus familias con el fin de seguir sacando rédito electoral de un falso relato “heroico” y victimista. Unos y otros son gentuza de baja ralea como demuestra su participación en el rastrero juego electoral del ilegítimo y perjudicial régimen antiespañol que es el parlamentarismo liberal-borbónico que padecemos.

Lo que yo planteo, desde la serenidad filosófica, la integridad ética y el profundo asco institucional, es el hecho incontrovertible de que un terrorista, sea del signo que sea y milite bajo las siglas que milite es incompatible con la representación política.

Para escapar del ruido electoral, pondré un ejemplo lejano que sigue sirviendo de aleccionador modelo histórico e intemporal, me refiero a Catilina.

A Lucio Sergio Catilina se le conoce sobre todo por el intento de golpe de Estado del 63 a. d. C. al que se enfrentó en el senado Cicerón, que debía ser asesinado durante el mismo, y su posterior revuelta fallida que le condujo a la muerte.

Propiamente hablando, Catilina no fue un terrorista (aunque en su fuga hacia el campamento de Manlio pretendió incendiar Roma), más bien un represor que, durante las guerras civiles de la época de Sila, se hizo famoso por cortarle la cabeza al opositor Gratidiano y pasearla por las calles de Roma para llevársela a Sila, jefe del partido aristocrático. Esta imagen salvaje y terrible le persiguió siempre concitando contra él el odio de los rivales del partido popular y el desprecio de sus compañeros del aristocrático. Si a eso le unimos que su vida personal nunca fue ejemplar (siempre le persiguió la sombra de la corrupción y hasta se salvó por los pelos, por el apoyo de sus amigos, de la acusación de haber sido amante de una vestal) se comprenderá que los censores le impidiesen hasta en dos ocasiones acceder a las elecciones consulares, lo que acabó conduciéndole a la conjuración y la rebelión. Acto final que demostró públicamente lo acertado de apartarlo del cursum honorum por su inmoralidad evidente.

Ningún Estado, y mucho menos un partido, puede permitirse el hecho de que los terroristas, represores y verdugos en guerras civiles puedan aspirar al poder por medios constitucionales y, si esto es posible, estamos hablando de un régimen inmoral y, por ende, ilegítimo. Y de partidos deleznables que deberían ser prohibidos, perseguidos y diezmados para asegurar la salubridad democrática. (Añadiré aquí que aquellos que atentan contra el medioambiente, los derechos del pueblo y defienden los de las corporaciones y el capital extranjero y llevan corruptos, peones de la banca o de intereses económicos especulativos y explotadores así como antiespañoles deben ser tenidos también por traidores y verdugos).

Para terminar pido a los medios de comunicación, inútilmente porque son medios al servicio del ilegítimo régimen y carecen de integridad y libertad, que en este periodo de campaña electoral adopten una rutina interesante: publicar las fotografías de los candidatos terroristas al lado de las de sus crímenes. También de aquellos que están al servicio de intereses espurios con las de las consecuencias de sus actos (personas a las que han dejado sin futuro, en la calle, en el paro o abocados a la pobreza y el dolor por el deterioro de la sanidad pública, la rapiña inmobiliaria o la incompetencia dolosa).

Veamos las caras de los candidatos y las consecuencias de sus actos. Eso sí sería una adecuada campaña electoral. No sucederá, claro.

© Fernando Busto de la Vega.

PUPY, MORAL Y GENÉTICA (Y EL TRAUMA DE ALFONSITO)

Hace poco, durante uno de mis habituales paseos matutinos (que algunas jóvenes amigas cariñosas, pero irrespetuosas, identifican ya como un signo de mi acercamiento a la tercera edad, las muy zorras) tuve un serio incidente con un agresivo matón llamado Pupy.

La sangre, debo confesarlo, no llegó al río y eso fue lo mejor que pudo ocurrirle a Pupy, a la postre un tan minúsculo como adorable carlino negro que emergió furibundo de entre unos matorrales para plantarse en medio del camino tratando de negarme el paso.

Inmediatamente, sudoroso y aterrado, de entre los mismos matojos salió su azarado propietario, un hombre de mediana edad que corría tras él para evitar el conflicto y, quizá, la posible demanda y lo ató de inmediato dándome todo tipo de explicaciones, especialmente esta:

—Es que está mi mujer aquí cerca. Conmigo, habitualmente Pupy no hace estas cosas, pero con ella…la defiende ¿sabe usted?

—¡Ah, que bien!— respondí esbozando una sonrisa.

Reanudado el paseo, una vez apartado de mi camino el terrible cánido, fui reflexionando (cuesta arriba, que no es fácil, estaba subiendo un pronunciado repecho entre la foresta) sobre las bromas de la genética…Que, como a Pupy, le otorga la conciencia moral para entender que debe defender a los miembros más débiles de su familia y el valor para hacerlo jugándose incluso la vida, pero le regatea los medios físicos para estar a la altura de su grandeza ética…

Y cuántos nos encontramos en esa misma tesitura: precisados de salir ladrando al camino para defender a los más débiles, para reivindicar los más altos preceptos morales, para sacar adelante a los nuestros…y de qué pocos medios y envergadura estamos dotados…Y también de cuántos, acobardados, simplemente callan y se arrastran por la vida ganando con su propia baba unos minutos más de existencia…

Más adelante, cuando pude por fin sentarme a resoplar en lo alto de la empinada pendiente, mis pensamientos viraron lentamente hacia la sonrisa traviesa y acabé recordando a otro matón temible, este llamado Alfonsito.

Hace años, en Madrid, unos amigos y yo nos equivocamos de fiesta (y de barrio).

Otro amigo,David, inauguraba piso e iba a celebrarlo reuniendo a unos cuantos camaradas. Nosotros esperábamos un barrio obrero o de clase media, un apartamento discreto, patatas fritas, algo de jamón, tortilla de patatas y whisky barato con refresco de cola de marca blanca…Pero el navegador del automóvil modernísimo de mi amigo P.U. nos desembarcó en una urbanización de lujo en la que no sé muy bien cómo nos dejaron entrar sin cortapisas, en un chalet catedralicio con jardines como campos de fútbol y piscina olímpica y en una fiesta multitudinaria con visos de orgía…bueno: directamente en un pandemonium de drogas y sexo salvaje. Algunos se lo estaban montando ya en el jardín y la piscina cuando llegamos…y eran todos guapos, jóvenes, bronceados…nosotros, pobres paletos que no habíamos pisado un gimnasio en años, quedamos asombrados, patidifusos. Sabíamos que a nuestro amigo David le iba mejor desde hacía un tiempo, pero tanto…

Ilusos de nosotros, atravesamos el jardín ( y había gente que en pleno esnife, consumo de pastillas o acto sexual generalmente plural y multitudinario nos lanzaba miradas de odio y sorpresa asombrándose de que no lleváramos una cesta con gallinas bajo el brazo y hubiéramos prescindido de la boina) y nos adentramos en la mansión, donde las escenas a lo Eyes Wide Shut y cualquier peli de orgías de esas de los canales porno de internet se hacían más intensas y más crudas…aquello sí que era un fiestón. Un fiestón de esos a los que nadie nos invitaba nunca, y seguíamos avanzando muy apretaditos, apiñados, y pasmándonos de los avances sociales y económicos de nuestro amigo David…De vez en cuando preguntábamos por él, sin caer en la cuenta de que el suyo es un nombre muy común, y todo el mundo parecía conocerle y nos señalaba en una dirección. Moza, de esas con pinta de modelo, hubo que se sacó un sobredimensionado miembro viril que le perforaba la garganta de la boca y nos señaló con él el camino que debíamos seguir…

Al cabo, ya en el segundo piso, dedicado al sadomaso gay, nos salió al paso un tipejín minúsculo (al que llamaremos también Pupy) con tanga de cuero, mostacho motero, gorra nazi con esvásticas-pollas y una fusta y nos preguntó quiénes éramos y a dónde íbamos. Le dijimos que queríamos ver a nuestro amigo David, pero este Pupy debía ser el único de la fiesta que no lo conocía. Así que nos ordenó marcharnos y, como nosotros insistíamos en quedarnos nos amenazó con llamar a Alfonsito, su machaca…

Nosotros no sabíamos quién era Alfonsito, y tampoco nos importaba, de modo que nos mantuvimos firmes y Pupy, que trató de fustigarnos y acabó sin fusta y con dos collejas, comenzó a gritar desesperado y con un deje atiplado de mariquita que hoy censurarían los medios de contar en ellos esta anécdota:

—¡Alfonsito! ¡Alfonsito!

Y Alfonsito resultó ser un tío de dos metros, hercúleo y muy mal encarado que no nos asustó, éramos tres y podíamos reducirlo fácilmente y darle una paliza.

Desgraciadamente, Alfonsito, en lugar de violento, se puso cariñoso y esto sí que nos aterrorizó. Salimos del segundo piso, de la mansión, del jardín con piscina y de la urbanización a la carrera…a U.P. , que se rezagó, ni siquiera lo esperamos, tuvo que correr, insultándonos, detrás de su propio coche hasta que lo detuvimos ya lejos del peligro…Todavía no nos ha perdonado.

Al cabo, telefoneamos a nuestro amigo David y, en efecto, nos aguardaba en un piso pequeño más cerca de Leganés que de Alcobendas y La Moraleja y su fiesta era normalita, tirando a bastante cutre…¡pero tan segura!…

De vez en cuando, tiemblo y sudo de pánico al recordar a Alfonsito, sus músculos, su tanga con dibujos de anclas y su gorro de marinerito salaz.

© Fernando Busto de la Vega.

LO JUSTO Y LO APROPIADO

JUMENTUD, DIVINO TESORO.

Ando estos días dándole vueltas a una curiosa dicotomía sobre la que, pienso, no se ha reflexionado lo suficiente: la diferencia sustancial entre aquello que es justo y aquello que es socialmente apropiado y las consecuencias políticas y morales que tal diferencia acarrea.

A menudo lo justo resulta profundamente inapropiado. La Justicia (con mayúscula y como concepto) es básicamente irreverente y revolucionaria porque ni entiende ni debe entender de intereses creados, jerarquías establecidas ,usos consuetudinarios y consensos vigentes. La Justicia, como la Verdad, arraiga en la objetividad y desafía las subjetividades convenientes y los recovecos grises establecidos por el poder en ejercicio.

Lo apropiado (y entramos aquí en esos pantanosos terrenos totalitarios y maniqueos de la corrección política y las ideologías fácticas elevadas a dogmas intocables) viene a encajar en los estrechos márgenes de las conveniencias de dicho poder en ejercicio, en esos recovecos grises tan útiles para la ingeniería social totalitaria, la censura y la represión subrepticia. Hemos, pues, de convenir que lo justo y lo socialmente apropiado son conceptos no solamente diferentes, sino antagónicos. Y deducir que las leyes, como convencionalismos implantados desde el poder en ejercicio, vienen a proteger los intereses establecidos, la perpetuación del poder legislador y los recovecos grises que le permiten dicha perpetuación, no a implementar la Justicia, aunque puedan producirse con aparente equidad y neutralidad.

Así, pues, sabiendo que lo justo y lo apropiado son conceptos antagónicos y que las leyes pertenecen más al convencionalismo de lo apropiado que a la radicalidad de lo justo debemos preguntarnos: ¿Justicia o Ley?

Tengo unos cuantos amigos biempensantes y adocenados que no lo dudarían ni un solo instante: Ley.

Yo, tampoco: Justicia. Es decir: revolución.

Así soy: un idealista sin remedio, un tipo altamente inapropiado, un revolucionario en agraz…quizá, en el fondo, todavía un adolescente lleno de sueños y esperanzas. Acaso la Justicia es también un asomo de Juventud…o, atendiendo a la famosa errata, de Jumentud.

Dejémoslo aquí.

© Fernando Busto de la Vega.