Tag Archives: romanticismo

EL SUICIDIO DE JAN POTOCKI

Eso de suicidarse debe tener su miga, y si ya eres exquisito…ahora bien, para mi gusto, y luego veremos por qué, a Jan Potocki (1761-1815) le faltó un poco de épica y hasta, si se me permite, de hidalguía sobrándole un tanto de garbancera entrega al bricolaje casero.

Potocki nació polaco en una tierra actualmente ucraniana y murió ruso en la misma región (Podolia), se formó militarmente en Viena y, bajo la protección del último rey polaco, Estanislao II Poniatowski, ingresó en la masonería para unirse más tarde a los rosacruces. Al parecer era de origen judío y ello le predispuso al obsesivo estudio de la Cábala. En resumen: era una figura inclinada al romanticismo décadas antes de que este se impusiera como moda y, consecuentemente, bonapartista.

Es cierto que los polacos tenían que ser casi por fuerza bonapartistas. Napoleón era el único que a comienzos del siglo XIX les prometía el restablecimiento de la nación sojuzgada y dividida en 1798.

Potocki, como buen noble acaudalado de tendencia romántica, fue un viajero incansable, un turista vocacional y amigo de lo exótico, por eso viajó a Italia y al norte de África demorándose después en España y sacando de todo ello una amalgama fantástico-gótica-cañí-panderetera en forma de novela que se tituló El Manuscrito Encontrado en Zaragoza, publicado en San Petersburgo en 1804 y reeditado como nueva versión en París en 1813.

A pesar de su nacionalismo polaco acabó al servicio del zar y, tras Waterloo decidió suicidarse, desesperando de ver una Polonia restituida.

Lo interesante del caso es el método que eligió.

Retirado en sus posesiones de Podolia (actualmente en Ucrania, entonces una provincia polaca sometida a Rusia) decidió volarse la cabeza con una bala de plata, pero, amigos, no la fundió. Por eso decía al principio que le faltó épica. No adquirió un lingotito de plata y lo fundió en un molde adecuado para obtener la bala de plata letal y definitiva, como hubiera debido hacer un noble romántico y, por añadidura, escritor. No. En lugar de eso, mutiló el asa de un azucarero de plata y la fue lijando hasta conseguir que encajara en el calibre de su pistola. De ahí su entrega prácticamente burguesa, con todo lo que eso representa de vulgaridad y tacañería, al bricolaje…

El método resultó efectivo, pero vergonzante. Cuando se aspira a la grandeza y la originalidad con suicidio efectista mediante una bala de plata, y se la saca de un azucarero que se mutila y lija para acomodarla al cañón de la pistola…en fin…queda cutre.

© Fernando Busto de la Vega.

ELOGIO DEL LIBERTINAJE (Y DEL HEROISMO CABALLERESCO)

Salvo por el hecho de que la fama negativa de los Borgia responde más bien a la xenofobia de los italianos contra una familia española que recogieron los protestantes para justificar su quebrantamiento del orden jurídico internacional (ruptura que les condujo entre otras cosas a naturalizar la piratería como acto comercial) y dejando aparte mi desdén por Orson Welles, a quien estoy lejos de considerar un genio (todo lo más un émulo tardío de las vanguardias europeas, especialmente alemanas) suscribo la frase que ilustra el vídeo de esta entrada (“En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras, matanzas , pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento; en Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, paz y democracia y ¿cuál fue el resultado? El reloj de cuco”). El puritanismo y el dominio gris de los comerciantes que constituyen la base del parlamentarismo liberal capitalista (que, por mucho que insista, no es ni se parece a la democracia) bloquea la creatividad (imponiendo una censura omnipresente a diversos niveles) y conduce a la decadencia moral, cultural y artística.

Es preciso, si queremos sobrevivir, librarnos del liberalismo y todas sus mentiras (incluida la de la igualdad, que es la más nociva de todas. Guste o no hay pueblos que hicieron y expandieron la Civilización y otros que todavía hoy se niegan a aceptarla y parecen incapaces de asimilarla y deben, por lo tanto, ser gobernados).

La moral calvinista del liberalismo capitalista, basada en el puritanismo bíblico y la codicia económica propia de los provincianos burgueses alemanes del XVI que se extendió con el protestantismo permitiendo el auge de clases desprovistas de educación, ayunas del sello glorioso de la caballerosidad medieval (no resulta extraño que los judíos fueran, a la postre, los grandes beneficiados del auge del protestantismo pues jamás se habían visto inmersos en la gloriosa tradición europea y helenística del héroe que devino en la figura del caballero, solo fueron especuladores y usureros y esa conculcación de los valores heroicos les vino como anillo al dedo para expandir sus negocios), es una forma de decadencia acentuada desde la Revolución Francesa y la caída del imperio español.

Y no debemos equivocarnos, la izquierda (incluyendo a progres y wokes) ha heredado ese germen de decadencia y la moral pacata del liberalismo, no olvidemos que Marx era un judío alemán crecido y educado en pleno Romanticismo, movimiento que significó la culminación de la mentalidad calvinista-protestante, y legó a sus émulos y seguidores toda esa moral decadente y puritana de la que todavía hacen gala los marxistas y afines. El anarquismo tiene la misma raíz, ergo la izquierda, incluso en su vertiente supuestamente más revolucionaria, cumple el mismo papel que el liberalismo capitalista: la degradación de la grandeza humana que conduce de cabeza a la decadencia social, moral y cultural.

Tenemos que cambiar de paradigma, retornar a la idea heroica y caballeresca, al paganismo que permite a cualquier ser humano alcanzar la condición de dios si demuestra la grandeza necesaria, al hombre que, manteniendo la ecuanimidad apolínea del nada en exceso, sabe que todo le está permitido y que las grandes acciones limpian por sí mismas las miasmas de los grandes placeres. Es preciso inaugurar la época salvaje de los héroes libertinos que nos conduzcan al nuevo nivel superior de civilización.

Sé que la mayor parte de vosotros no entenderá lo que estoy diciendo. Vivimos todavía entre tinieblas, pero yo confío en el Sol Invicto y en Cronos-Zerván, la luz regresará en forma de relámpago justo antes del alba.

© Fernando Busto de la Vega.

HOT SUMMER (AND NUDE MILF): UNA NOVELA QUE NUNCA ESCRIBIRÉ

Tengo que dejar de salir por la noche. Al segundo cubata la gente se pone insoportable y empieza a contarte su vida para que la plasmes literariamente. Creen que su historia será la que te proporcione un éxito arrollador y la consagración literaria. Y quizá tengan razón, pero, en cualquier caso, la respuesta suele ser la huida, a ser posible con una amable sonrisa. Si queremos expresarlo así y utilizando un repelente anglicismo muy de moda en estos tiempos: hacerle ghostling al muso de turno.

Y, oye, ahora, a la luz del día, lo cierto es que el argumento del tipo que me perseguía (y pugnaba por palparle el culo a mi joven acompañante, lo que le costó un codazo en las costillas, un pisotón salvaje y un cabezazo en la nariz, tenía la mala costumbre de ser más alto que yo) no es malo del todo. Da para una mediocre novela melodramática, romántica y con mucho erotismo. Una novela que yo no escribiré, pero dejo aquí el argumento por si a alguien le interesa, que los esfuerzos de mi nocturno interlocutor no sean en vano.

El tipo tenía pensado hasta el título, en inglés: Hot Summer And Nude Milf.

Al parecer estaba basado en su vida o en lo que el recordaba como tal.

A saber: un verano, el de sus quince años, su familia y él coinciden en el bloque de apartamentos de la playa con un matrimonio de su ciudad y mismo barrio todavía joven. La esposa, seductora y en buen uso, es pícara y lasciva. Se divierte dejando que el muchacho la vea corretear desnuda por su apartamento o tomando el sol en topless en la terraza, le sonríe en el supermercado y en la playa (donde sigue en topless) y le mete mano en el ascensor. Además fornica todas las noches sin preocuparse de que todo el vecindario escuche sus gemidos.

Lógicamente, el chico entra en ciclo de pasión y furia masturbatoria y se enamora locamente. Hacia el final del verano, por fin, la cosa llega a su conclusión: hay sexo. La esposa y el muchacho fornican con fruición y frecuencia allí donde les pilla la ocasión.

Y aquí termina la primera parte.

La segunda es todavía más enrevesada y apasionante.

Ese invierno, ya de regreso en la ciudad del interior en la que viven los protagonistas, el muchacho se percata de que la mujer está embarazada y tiene casi la certeza, aunque nunca la confirmación, porque después del verano ella no vuelve a hablarle ni a permitir que se le acerque aunque se cruzan a menudo por el barrio, de que la niña que nace es suya.

Pasan veinte años y el muchacho, ya hombre adulto, conoce y se encapricha de una jovencita de diecinueve que le corresponde. Por azar descubre que es la hija de su antigua vecina y, por lo tanto, quizá su hija y ahí es donde llega el nudo gordiano y melodramático de la historia…la duda moral, la disyuntiva ética…

Y ese es el punto donde me desalienta el argumento. Por un lado, me aburre el melodrama, solo podría enfocar el argumento desde el humor y así nadie compraría la novela. Por otro lado, y como le expliqué al plasta que me contaba sin cesar su vida sin dejar de intentar sobar a mi acompañante, eso, en la actualidad, se solventa con una simple prueba de paternidad. Los avances tecnológicos nos arrebatan infinidad de giros melodramáticos que resultaban de la mayor utilidad para escritores de generaciones pasadas.

En fin, que no voy a escribir Hot Summer And Nude Milf ni a utilizar un título tan horrible, inconveniente y en inglés, de modo que cedo título y argumento generosamente a la humanidad.

Si alguien se decide a utilizar cualquiera de los dos me gustaría tener noticia de ello, por pura y simple curiosidad.

© Fernando Busto de la Vega

EL PRIMER POEMA (Y SUS TRISTES CONSECUENCIAS)

A los veintiún años sufrí una intensa crisis vital y creativa que condenó todo lo que había escrito, compuesto y fotografiado hasta entonces a la hoguera. Fue, sin duda, lo mejor que podía suceder. Digamos que no se perdió nada importante y el auto de fe sirvió como revulsivo para dar un salto de calidad y madurez.

No obstante, hay papelotes pertinaces que perduran en sus escondrijos durante décadas a pesar de los designios de sus propietarios. Así me sucedió a mí, que años después, durante una nueva limpia asociada a una mudanza me topé en el interior de una vieja carpeta cierta porción de folios manuscritos, viejos borradores de poemas de adolescencia no demasiado buenos que acabaron finalmente en la basura. Todos salvo uno: el primero que había escrito en mi vida. Lo reservé, naturalmente, por simple prurito sentimental. Y como entrañable curiosidad quiero compartirlo aquí con mis lectores.

Los inocentes ripios que vais a leer a continuación los escribí en la bisagra de los doce a los trece años, un mes de junio cuando todavía no me afeitaba, y están dedicados a la que fue mi primera novia: Belén.

Yo, entonces ferviente lector de Dante, solía compararla con Beatriz (Bice di Fosco Portinari), porque, como ellos, nos conocimos a los nueve años y desde ese primer instante nos amamos. Ella, que era muy guapa (tenía un rostro angelical, con grandes ojos verdes resaltados por una melena rubia de verdadero querubín desterrado a nuestro mundo inferior) y que, además, resultaba divertida, dulce y se conmovía con los animalitos abandonados y las injusticias del mundo, carecía por completo de sensibilidad artística y poética y ni entendía ni quería entender la referencia. Eso nos distanciaba ya cuando escribí este poema ñoño de primerizo con bozo de oro que paso a reproducir por pura añoranza (en una primavera como esta nos conocimos y en otra similar, exactamente un Viernes Santo…en fin).

El poema, recordemos, primerizo y escrito con doce años, dice así:

Hoy estoy triste, 
triste y oscura la tarde,
horizonte febril que arde.
Hoy sin verte, ni oírte.
hoy sin tenerte ni sentirte.
Hoy estoy triste,
abandonado y cobarde
¿Y tú, qué hiciste?

Como vemos, los versitos no merecieron escapar de su carpeta, pero, ya que lo hicieron, y por mera concesión a la melancolía, quiero otorgarles su pequeño espacio de protagonismo. ¡Ay, esos ripios vergonzantes de la adolescencia!...
Uso una fotografía de Kristina Primenova por no usar una real de Belén, a la que no tengo al alcance para pedirle su consentimiento. De todos modos, a esa edad, Belén era incluso más bonita que Kristina. Y después, mejoró.

Claro que, como en el caso de Dante y Beatrice, la historia, que se prolongó llena de idas, venidas y recovecos hasta más allá de los veinte, no tuvo un final feliz (las tristes consecuencias).

¿Contaré los trapos sucios? Solo si sois cotillas y me lo pedís. Diré solamente que es una historia sórdida, llena de pasión, traición y confusión e incluye la destrucción de la villa en el Lago Como, el Ferrari y el Maserati de cierto empresario milanés cincuentón…Bueno, lo de la villa y los deportivos igual no lo cuento, aunque ya habrá prescrito. Pero tengo una imagen de ciudadano gris y pacífico que mantener.

¡Fernando Busto de la Vega es un señor serio, aburrido y formal que nunca ha roto un plato!

© Fernando Busto de la Vega