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¿ESPAÑA DEMOCRÁTICA?

Una democracia requiere un pueblo soberano que decida su propio destino. Cuando un país pertenece a una serie de organizaciones (UE, OTAN, ONU…) que le dictan sus leyes y el modo en que debe organizarse interiormente imponiéndole, además, políticas y valores que no son necesariamente los suyos, no puede ser considerado una democracia por mucho que se vote regularmente. En todo caso sería factible hablar de un sistema liberal parlamentario que, como no permite decidir nada, solo puede ser considerado una dictadura encubierta.

Pero la cosa es peor. Nuestra vida política está estructurada en partidos de férrea disciplina (se votan siglas, no personas) que, en esencia, presentan esta disposición ideológica y de acción política:

A)—NÚCLEO CONSTITUCIONALISTA: en 1948, tras la derrota del Eje y el inicio de la Guerra Fría, Estados Unidos, que dominaba Europa, y había convertido al sector occidental en una colonia, impuso un sistema político de estabilidad y sometimiento a sus designios que se basaba en la alternancia política de tres corrientes “moderadas” que, en la práctica, se limitaban a aplicar las líneas generales de las políticas que marcaban los amos imperialistas: socialdemócratas, liberales y democratacristianos. Esa es la alternancia básica en toda Europa (con inclusiones posteriores como los Verdes). Esa Gran Coalición de facto es simple imposición dogmática. Trasladan a los diferentes países lo que marcan los Estados Unidos bien sea directamente, bien mediante instituciones interpuestas (con la ONU a la cabeza).

B)— DERECHA VOCINGLERA: Los medios controlados por la oligarquía, es decir el poder establecido: nos la venden como “extrema derecha” y la “izquierda” domesticada trata de que los veamos como fascistas cuando no son sino ultraliberales con prejuicios racistas, clasistas y religiosos. En conjunto vienen a imponer en España el ideario trumpista surgido de la realidad social y política estadounidense que poco tiene que ver con la española.

C)—ULTRAIZQUIERDA SIN CONCIENCIA DE CLASE: Entre estos hay comunistas camuflados que todavía no han aceptado el fracaso estructural e histórico de su ideología, agentes de dictaduras tercermundistas y flipados de todo pelaje, pero, sobre todo, son portavoces de la ideología woke surgida en las universidades estadounidenses que se tienen por “izquierdistas” y en absoluto están relacionadas con la realidad social, cultural, histórica o política de España.

D)—SEPARATISTAS DE TODA LAYA: Estos son los caciques de siempre que, en el centro se encuadran en PSOE, PP y otros partidos regionalistas, pero en la periferia encubren su condición con el nacionalismo antiespañol y en el supremacismo racista (véase catalanistas y vasquistas), pero no por ello dejan de ser caciques y hacer políticas caciquiles. Se les tolera en el régimen de 1978,y hasta se les da alas, por intereses imperialistas de los Estados Unidos que, de este modo, debilitan a España y la ponen al borde de la ruptura impidiéndole fortalecerse y alcanzar su lugar en el mundo que, desde luego, no está bajo la bota yanqui.

Esa es la estructura política de España. Todos los partidos organizados del sistema transmiten e imponen políticas e ideas extranjeras, principalmente estadounidenses, en lugar de escuchar al pueblo y aportar soluciones y relatos ajustados a la realidad española. A eso le llaman España democrática.

Digo yo que va siendo hora de cambiar esa situación ¿no?…

España debe ser una verdadera democracia y, para ello, el régimen ilegítimo de 1978 debe ser derribado porque está diseñado para mantener una dictadura encubierta al servicio del imperialismo gringo y en modo alguno permite la verdadera y libre expresión del pueblo español.

Remito a un artículo anterior sobre el caciquismo aquí.

© Fernando Busto de la Vega.

SUECIA COMO PROBLEMA (PARA LA OTAN Y PARA SÍ MISMA)

Estocolmo, en su versión idílica.

No debemos engañarnos, Suecia, desde su mismo origen, ha sido un estado imperialista y con ansias de dominio mundial. De hecho, su tan cacareada neutralidad y su rechazo a entrar en la OTAN durante décadas respondía más un intento de buscar notoriedad por cauces no subordinados a los Estados Unidos y la Unión Europea que a su posicionamiento ideológico puramente propagandístico.

No es este lugar para hacer un detallado recorrido por la historia sueca. Para ilustrar su pulsión expansionista e imperialista bastará señalar algunos hitos, por ejemplo: cómo el naciente reino surgido en el centro de lo que hoy consideramos Suecia sometió a las tribus gautas del sur y de las grandes islas circundantes en el siglo X, cómo sus hombres descendieron por los grandes ríos rusos engendrando nuevos estados que acabarían dando origen a Rusia, como sometieron Finlandia (que estuvo en manos suecas entre 1154 y 1808) y Noruega (unida a Suecia entre 1814 y 1905), cómo sometieron Estonia y Letonia, que estuvieron gobernadas por Suecia entre 1561 y 1721, cómo se inmiscuyeron en el reino de Polonia-Lituania entronizando una rama segundona de la Casa de Vasa que reinó en esa enorme porción de territorio entre 1589 y 1668, cómo participaron en la guerra de los Treinta Años generando el llamado Periodo Sueco (1630-1635) intentando imponer su poder sobre Alemania, siendo frenados por los españoles en la batalla de Nördlingen (1634) a pesar de lo cual dominaron parte de Pomerania y otras zonas de Alemania hasta 1815, como arrebataron la provincia de Escania, que todavía poseen, a Dinamarca en 1658 , es preciso citar también la invasión de Rusia por Carlos XII de Suecia en 1708, que acabó con su derrota en la batalla de Poltava

No hay que olvidar tampoco los establecimientos suecos en África, donde dominaron la llamada Costa de Oro sueca, en la actual Ghana (1650-1663), ni su intento de establecerse en América del Norte, donde fundaron Nueva Suecia en 1638, en la actual zona de Delaware, territorio que en 1655 les arrebataron los holandeses…

Como vemos, la pulsión imperialista sueca cursó con fuerza y se resolvió en un enorme fracaso a lo largo del siglo XVII (en gran parte debido a su enfrentamiento con España), rematado con la derrota de Carlos XII en Poltava ante Rusia, ante la que acabó perdiendo también Estonia , Letonia (1721) y Finlandia (1808). El enfrentamiento entre Rusia y Suecia viene de antiguo.

Sea como fuere, a comienzos del siglo XIX quedaba perfectamente claro que Suecia no estaba llamada a ser una de las grandes potencias mundiales. La pérdida de Finlandia produjo en el seno del país diferentes movimientos y golpes de Estado e impulsaron al parlamento a buscar la protección de Napoleón, entonces en auge, eligiendo como heredero al trono a uno de sus generales: Jean Baptiste Bernadotte, que reinaría como Carlos XIV…y también en esto fracasó Suecia, porque cuando Carlos XIV Juan heredó el trono en 1818, el poder de Napoleón se había esfumado e Inglaterra, Austria y Rusia emergían como grandes potencias dominantes.

Ello condujo a un siglo y medio de estancamiento en el que la pobreza y la emigración a los Estados Unidos, así como el atraso en todos los campos y la marginalidad dentro del escenario político mundial, convirtieron a Suecia en un país secundario y sin proyección. Fue esa debilidad política y económica la que mantuvo a Suecia neutral en ambas guerras mundiales a pesar de las simpatías proalemanas de las instituciones y gran parte de sus ciudadanos que, sobre todo en la segunda, contrapesó el largo gobierno socialdemócrata (1936-1976).

El asunto del gobierno socialdemócrata y la colaboración con la Alemania nazi de Suecia es complejo y vidrioso. Simplificando mucho, podemos decir que el fracaso de los partidos conservadores en la gestión económica a lo largo del último cuarto del siglo XIX y de los primeros compases del XX asociado a un proceso de industrialización tardío que los socialdemócratas aseguraron como pacífico y estable, llevó al pueblo, beneficiado por las políticas sociales de estos, a mantenerles en el gobierno, lo que en modo alguno alteraba las simpatías suecas hacia Alemania y su expansión, a la que se ayudó mediante exportaciones de materias primas que enriquecieron a los empresarios y sostuvieron los servicios sociales a las clases medias y obreras, lo que situaba a Suecia en una posición complicada y equívoca que, en cualquier caso, supo hacerse perdonar por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial a partir de 1945, después de todo, Estados Unidos estaba promocionando regímenes parlamentarios de índole liberal en el que democratacristianos, liberales y socialdemócratas se alternasen en el gobierno manteniendo a otros elementos fuera del poder y buscando aliados contra la URSS, que no en vano era el tradicional enemigo de Suecia.

De nuevo, y por vía bastarda, en el bando de los vencedores después de casi siglo y medio (1814-1945) Suecia decidió aprovechar la coyuntura y el “mirage”, el espejismo hipócrita de su régimen socialdemócrata para volver a erigirse en una potencia mundial o, al menos, ganar peso político internacional, y lo hizo de una forma artera, muy propia del fariseísmo protestante y de la retórica socialdemócrata: situándose artificialmente en un plano moral superior y pretendiendo defender grandes principios generales en los que escondía sus verdaderos intereses imperialistas. En resumen: Suecia utilizó a la ONU para salir del ostracismo y volver a tener un papel de peso en el mundo.

Esto se vio muy claramente en su papel predominante en la formación de los Cascos Azules (que nos venden como fuerzas de paz, pero son medios de imposición de intereses económicos y nacionales determinados sobre escenarios precisos) y en su lamentable intervención, bajo el paraguas de la ONU en el Congo (1960-1964) donde volvió a fracasar militarmente y perdió a un secretario general de la organización, Dag Hammarskjold, obligando finalmente a la intervención de mercenarios europeos para poner a salvo a los ciudadanos blancos que los sublevados congoleños apoyados por la Unión Soviética, China y Cuba (el propio Che Guevara estuvo en el escenario) sometían a un salvaje genocidio que nunca se denominó como tal porque las víctimas eran blancos de origen europeo y religión mayoritariamente católica. El racismo solo se identifica en determinadas situaciones y porque conviene a ciertos intereses, pero se obvia cuando los afectados por el mismo son los blancos, especialmente si son europeos y católicos. Pero hay que decirlo alto y claro: no denominar genocidio a lo padecido por los blancos en el Congo en la década de los sesenta es puro y simple racismo.

Pero volvamos a Suecia.

A pesar del nuevo fracaso imperialista, de la incapacidad para desarrollar la versión maximalista de sus ambiciones, Suecia continuó amparándose en la ONU y en su propaganda de defensa de los derechos humanos y la promoción internacional de un “progresismo” hipócrita y capitalista que, a través de la socialdemocracia, ha calado en la izquierda hasta pudrirla y desdibujarla engendrando el enfermizo, indeseable y totalitario “wokismo” actual ,para seguir implementando su programa intervencionista en el Tercer Mundo con el fin de convertirse en una potencia internacional aunque sea de segunda división.

En gran medida, la propaganda socialdemócrata sueca (que ha impregnado también a otros partidos que se alternan con ella en el poder) no es sino la venta del “mirage”, del espejismo, sueco y funciona a las mil maravillas mostrando una realidad inexistente e inspirando un voluntarismo ideológico que no deja de enmascarar el puritanismo protestante, los intereses económicos de las élites empresariales suecas y las ansias imperialistas de los modernos varegos con piel de cordero. Una mentira decadente que engendra decadencia y que tuvo durante décadas, y en cierto modo sigue teniendo, la virtud de minar las posiciones del tradicional enemigo ruso. La socialdemocracia socavó el comunismo mientras existió la URSS y actualmente, a través del “wokismo de aparente baja intensidad”, contradice los posicionamientos conservadores de la nueva Rusia putinesca.

Pero Suecia no deja de ser un nación imperialista e intervencionista que, asustada, busca ahora el redil al que siempre se opuso (la OTAN) y se encuentra, a la hora de integrarse en él, los problemas que su intervencionismo imperialista ha creado. Erdogan, el presidente turco, ya se ha opuesto a la entrada de Suecia en la OTAN a causa de la parcialidad de esta nación en la causa kurda que, en la práctica, tiene como objetivo único minar y quebrantar la unidad territorial turca, siria e iraquí permitiendo que Suecia, amparándose en el camuflaje de los derechos humanos, de los derechos de los pueblos y de la ONU pase de no pintar nada en Oriente Medio a convertirse en una potencia media con mucho que decir y mandar siempre desde la hipocresía que caracteriza su política interior y exterior, la piel de cordero que disimula su condición de lobo.

Este es el primer problema que el cambio aparente de rumbo de Suecia (que volverá a su camino individual y egoísta en cuanto pase el peligro) se encuentra públicamente en este intempestivo viraje. Habrá otros muchos, acaso menos públicos y acaso más adelante. Pero hoy por hoy Suecia representa un problema para la OTAN, para la comunidad internacional y para sí misma. Es preciso que abandonemos el espejismo de país exitoso que tan bien saben vender y asumamos su condición de entidad tóxica tanto internacional como nacionalmente.

© Fernando Busto de la Vega

Diversas fotos de mendigos en Suecia procedentes de una noticia en la que se da cuenta de que los ayuntamientos suecos van a cobrar a los mendigos por pedir en la calle.

imagen de los disturbios en Estocolmo que los medios, especialmente españoles, prefieren silenciar para mantener el mirage sueco y sustentar la imposición de su ideología en España.